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lunes, noviembre 25, 2024
¿Qué ocurre cuando los precios no dejan de bajar?

¿Qué ocurre cuando los precios no dejan de bajar?

Marcelo Justo

BBC Mundo

La inflación suele ser el fantasma más temido en América Latina pero es menos peligroso que un fenómeno económico mucho más misterioso: la deflación.

La deflación es la disminución continua de los precios, algo que a primera vista parece deseable ya que potencia el poder adquisitivo, pero que puede terminar en un círculo vicioso como el que vive la economía japonesa desde principios de los 90.

El estancamiento total, para algunos expertos tan temible como la inflación, tiene su propio nombre: la «economía zombi».

El problema es que una caída generalizada de los precios refleja en realidad una caída de la demanda y afecta la rentabilidad de las empresas que, para seguir vendiendo, necesitan abaratar sus productos bajando costos.

La única manera de hacerlo es despidiendo trabajadores, con lo que disminuye más la demanda y profundiza la caída de los precios.

Con este perro que se muerde la cola el precio puede terminar siendo menor que el costo (inflación menor a 0%): el horizonte de una producción a pura pérdida es la bancarrota.

Este fantasma es el que recorre la eurozona, que tuvo una inflación de 0,7% en octubre, la más baja desde 2009, muy lejos de la cifra que el Banco Central Europeo (BCE) considera saludable para la economía: el 2%.

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SuperMario

Con este panorama de fondo, el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, bajó la tasa de interés de 0,5% a 0,25% el jueves pasado, su nivel histórico más bajo.

Según Simon Tilford, vicedirector del Centre for European Reform de Londres, la medida es positiva, pero insuficiente.

«El BCE consideraba que el problema era la inflación, no la deflación. Esta medida muestra que finalmente se dieron cuenta que el gran peligro es la deflación. En toda economía hay momentos de deflación. Pero una cosa es que baje el precio de las computadoras. Otra que el precio del conjunto de los productos esté bajando», indicó a BBC Mundo.

En agosto del año pasado a Mario Draghi le bastó decir que el BCE haría todo lo que estuviera a su alcance para salvar al euro del ataque especulativo que se cernía sobre España e Italia.

La intervención fue exitosa y le granjeó el sobrenombre de «SuperMario».

Pero la deflación es un hueso más duro de roer.

La disminución de la tasa de interés alivió la presión sobre el euro que había alcanzado su valor más alto desde 2011 y que cayó 1%, dando un respiro al atribulado sector exportador.

Esta disminución ayuda a su vez a aumentar la inflación, porque con una moneda de menor valor las importaciones cuestan más e incrementan el precio final de los productos.

Pero según Tilford, se trata de un impacto marginal.

«Ayudan, pero no solucionan. El principal objetivo es evitar que se complique más el tema de la deuda pública y privada porque con deflación se vuelve más cara, ya que se paga con un Producto Interno Bruto que está bajando debido a esta caída de los precios», señaló a BBC Mundo.

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El caso griego

Con seis años de recesión a cuestas y dos programas de rescate de la Troika (Comisión Europea, BCE y Fondo Monetario Internacional), la deuda no ha parado de crecer en Grecia: hoy es de 170% del PIB.

Si se le suma un desempleo de 27,7% (60% entre los jóvenes) y una caída de 12% de los salarios, se entiende por qué la demanda y el consumo están planchados.

En octubre los precios cayeron un 2% de promedio.

Alimentos y bebidas no alcohólicas (carne, pescado, verduras, gaseosas) cuestan un 0,5% menos, ropa y calzado bajaron 1,1%, artículos del hogar 2,3%, restaurantes 3%.

Como regla, cuanto más indispensable para la supervivencia, menor la caída del precio porque el consumo del producto es difícilmente postergable (la comida, por ejemplo).

«Esta caída es un intento de adecuarse a los ingresos que tiene la gente. Mientras sea temporaria, no es tan grave», señaló al Financial Times el analista Platon Monokroussos, del Eurobank de Atenas.

El consenso entre los economistas es que resulta muy difícil salir de la llamada espiral deflacionaria.

El problema alemán

El discurso dominante sobre la crisis de la eurozona es que los países del sur europeo tienen problemas «estructurales» (mercados laborales rígidos, excesivo gasto fiscal, etcétera) que deben ser resueltos para que el euro sobreviva.

Desde esta perspectiva, Alemania, la economía dominante de la eurozona, es una suerte de milagro de eficiencia que empuja hacia arriba el crecimiento promedio de la región.

La realidad es que, si bien la economía germana ha crecido en estos últimos años, su consumo doméstico aumentó apenas 0,5%, el desempleo es bajo gracias a que unos ocho millones de alemanes tienen «minijobs» (450 euros mensuales) y más de un millón de empleados temporarios ganan un 40% menos que los de plantilla.

Entre 2000 y 2010 el salario promedio alemán disminuyó 4% mientras que, en comparación, en España los sueldos subieron 4% y en Polonia, 19%.

Ni la crisis de la deuda soberana desatada en 2010 ha revertido esta situación.

«La eurozona necesita una política expansiva alemana que aumente los precios en Alemania y sirva para equilibrar las cuentas con sus socios de la eurozona, estimulando las exportaciones del sur al norte de Europa. Esto no está sucediendo por razones políticas», señala Tilford.

Economía zombi

Mientras no haya cambios en Alemania, los paralelos de la eurozona con el Japón de las últimas dos décadas se harán más visibles.

La crisis japonesa comenzó a principios de los 90 de la mano de una burbuja inmobiliaria y financiera. Con un Banco Central aferrado al mandato de una inflación de 1% anual, el país sufrió cinco recesiones en los últimos 15 años.

El estancamiento fue tal que se acuñó un nuevo nombre para definir la economía nipona, el de «economía zombi».{

Como en la célebre película de George A. Romero, «La noche de los muertos vivos», una economía zombi sobrevive gracias a masivas transfusiones.

Grecia, Portugal, la República de Irlanda y Chipre han vivido del pulmotor de la Troika (Banco Central Europeo, Comisión Europea y Fondo Monetario Internacional) que ha servido para evitar una crisis sistémica de la eurozona.

Los bancos de la eurozona han usado un instrumento especial creado por el Banco Central Europeo, el LTRO, para sobrevivir sus propios problemas, derivados del estallido financiero de 2008 y la posterior crisis de la deuda soberana.

Desde el Centre for European Reform alertan que la situación es más seria en la eurozona que en Japón.

«La eurozona tiene menos herramientas para combatir la deflación que Japón. Los japoneses tienen su propia moneda, su banco central. En España o Italia el peligro es que, si los precios caen, (los países por sí solos) no pueden hacer mucho», señala Tilford.

Fuente : http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2013/11/131112_economia_deflacion_eurozona_mj.shtml

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