Francisco intentó bajar la temperatura de un Ecuador caldeado por protestas antes de la misa campal que oficiará este martes en Quito y a la que asistirá el presidente Rafael Correa, centro de manifestaciones que exigen su salida del poder. El papa abogó por el fin de las diferencias en la víspera del encuentro con los fieles en el parque Bicentenario, donde oficiará la última liturgia antes de emprender rumbo a Bolivia el miércoles. «Voy a dar la bendición (…) para este gran y noble pueblo ecuatoriano; para que no haya diferencias (…), que no haya gente que se descarte. Que todos sean hermanos, que se incluyan a todos y no haya ninguno que esté fuera de esta gran nación», dijo Francisco el lunes en la noche. Una multitud de creyentes se congrega desde el lunes bajo la lluvia y el frío en el Bicentenario, donde están habilitados 420.000 metros cuadrados para la liturgia. El lunes el papa reunió a unos 800.000 fieles en Guayaquil (suroeste) bajo un sol implacable, y les envió un mensaje centrado en la familia, en los retos que enfrenta, y presentó a una Iglesia dispuesta a ayudar antes que a reprochar. A su regreso a Quito, sostuvo un encuentro privado con Correa cuyos temas no han trascendido. El líder religioso había llamado el domingo a su anfitrión a fomentar «el diálogo y la participación sin exclusiones». El pontífice de 78 años regresó a Sudamérica después de haber visitado Brasil en 2013, para cumplir una gira de ocho días que concluirá el domingo en Paraguay.
El Papa Francisco intentó aliviar tensión política antes de misa en Quito
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