Aunque parezca contradictorio, a pesar de que vivamos en una época donde las empresas crean nuevas estrategias de marketing para singles, el amor tomó diferentes formatos. Pareciera que está todo planteado para poder vivir libremente. Sin embargo, sigue circulando socialmente una estructura tradicional que nos sigue haciendo creer que estar en pareja es el «estado ideal».
Más allá de su desarrollo personal y/o profesional, muchas mujeres entre los veinticinco y cuarenta años de edad, tienen una fuerte necesidad de estar en pareja y formar una familia como símbolo de completud.
Nosotras enfocamos el amor de una manera diferente a los hombres. ¿Por qué? Uno de las causas es que, al nacer, nuestro mundo emocional pasa exclusivamente por el vínculo materno. También le pasa al varón, pero la diferencia es que, a medida que crecemos, cerca de los dos años, comenzamos a imitar en todo a nuestra idealizada mamá, intentando de esta forma armar nuestra identidad, profundizando la cercanía a ese vínculo. Así, terminamos asociando la intimidad con la seguridad, el bienestar y el apego.
Esta asociación puede permanecer de alguna manera oculta o camuflada a través del tiempo, al miedo al rechazo o al abandono. Entonces, estar soltera es visto más como un castigo, como la imposibilidad de ser querida. Como consecuencia, muchas veces, terminamos en la elección de pareja por necesidad, más que por deseo.
El «síndrome de la cama vacía» tiene que ver con la sensación de desprotección, tristeza, soledad asociada al dormir sola. Este síndrome pasa por diferentes etapas:
1) Atrapada sin salida. Enredada en los mandatos sociales, en tus creencias, te llenas de tantos sentimientos negativos como de preguntas: «¿Seré muy selectiva?» «¿Me ven tan independiente que se asustan y se van?» «El amor es mi asignatura pendiente, puedo con todo menos con esto».
2) La soledad en compañía. Juntos organizan el día, comparten salidas y viajes. Socialmente representan la pareja ideal. Pero no es lo que sentís, al menos hoy. Lo/la ves y te preguntás: ¿Por qué sigo? ¿Los unen los años que pasaron juntos? ¿La costumbre? ¿El miedo a lo soledad? ¿Al qué dirán? Mucho más no te preguntás porque, a lo mejor, no sabes qué hacer si te contestas.
3) Síndrome de separación anunciada. Vivieron juntos, te acostumbraste a pensar, a soñar a proyectar de a dos, a dormir juntos. Te hacía sentir única, segura, deseada. Más allá de las diferencias. Y hoy que no está, tenés la cama y el control remoto todo para vos. Lo que te molestaba de él/ella ya no está, pero lo que te unía, lo que acariciaba tu alma, tampoco. Aunque fue una de tus mejores decisiones, volvés a enfrentarte con tus miedos, con tus fantasmas, con tu soledad. Esto te puede llenar de incertidumbre y de miedo, porque recién estás aprendiendo a salir de la “zona de confort”, de la zona conocida, a rearmarte en tu nuevo rol.
A pesar de todo esto, a pesar de las historias de desencuentros que con tantas lágrimas acompañaste y a pesar de todas las que te contaron, el amor en el siglo XXI sigue asociado, al menos para un alto porcentaje de la población, con sentimientos de seguridad, certeza y reconocimiento.
¿Qué lugar podría ocupar la soltería frente a esta propuesta? Para un 35% de la población, vivir solo es una elección para disfrutar de su tiempo de ocio, de sus proyectos. Viven con placer el no sentirse cuestionados por el otro decidiendo libremente. Hasta arman su propia versión de la soltería, porque a la hora de vincularse amorosamente deciden si lo hacen desde una convivencia esporádica, de fin de semana, de vacaciones o solo intimidad.
Erich Fromm decía: «Para la mayoría de la gente el problema del amor consiste fundamentalmente en ser amado, y no en amar, no en la propia capacidad de amar…» Si pudiésemos tomar conciencia a la hora de armar un vínculo, si lo hacemos porque lo/la elegimos desde el corazón, o simplemente porque «nos dejamos elegir» para evitar encontrarnos con nuestros miedos, seguramente nos permitiríamos vivir otras historias de amor.
Algunas claves que te pueden ayudar a despegar de este síndrome:
*Tiempos de cambios. Aceptar que tu soltería no es un castigo, sino una situación natural y saludable de la vida. El darte la oportunidad de conectar con tu libertad, con tu deseo, más allá del «qué dirán» fortalece tu autoconocimiento, tu autoestima.
*Des-aprender lo aprendido. Tratá de escribir tres formas de pensar este tema que influyen en tus emociones negativas, refutando al menos dos. Intentá escribir tres vivencias positivas en relación a tu soltería. Esto te puede ayudar a bajar la ansiedad y a empezar a soltar tus prejuicios.
*Armá tu spa emocional. Hacé cosas que no hacías, quizás por falta de tiempo o porque no estaba bien visto o «permitido» por tu pareja. Romper con tu rutina amplía la lista de permitidos te ayuda a conectar con tu creatividad y con el desarrollo de tu potencial.
Conectar con nuestras necesidades, solos o acompañados, desafiando las creencias que limitan nuestras vidas para ahuyentar los fantasmas emocionales es la única garantía de nuestra felicidad. Y esa es nuestra única responsabilidad. Como dice una conocida frase popular «nada es verdad, nada es mentira… Todo depende del color con que se mire». Está en vos convertir el síndrome de la cama vacía en tu condena o en tu libertad emocional.
Fuente: http://entremujeres.clarin.com/pareja-y-sexo/pareja/Sindrome-cama-vacia-Adriana-Waisman_0_1432057281.html