Enviado especial Entrevistado por Télam en Beijing, en el marco de una ronda de reuniones sobre el tema patrocinadas por la Asociación del Pueblo Chino por la Paz y el Desarme (APChPD), Girado -referente y hombre de consulta en la materia del gobierno argentino- trazó las complejidades de intentar establecer una analogía entre las actuales relaciones con China y las mantenidas otrora con Gran Bretaña, en los siglos XIX y XX. La reciente firma de varios acuerdos de cooperación bilateral con China -durante la visita a ese país de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en febrero pasado- hizo insoslayable retomar el debate sobre la asimetría del intercambio entre ambos bloques durante la última década, caracterizado por una desigualdad que llevó a algunos a denunciar un «nuevo Pacto Roca-Runciman». «No son el mismo tipo de entidad económica -sostuvo categórico Girado-, China difiere mucho de lo que fue Gran Bretaña hace dos siglos». «El poder de Gran Bretaña de esos años como centro del capitalismo y como faro de las relaciones de producción capitalistas no es el lugar que está ocupando la República Popular China ahora, que más bien ocupa uno como Economía en vías de desarrollo, como segunda economía del planeta y como el país con más pobres en el mundo», agregó. «Es cierto que (China) ha crecido mucho», argumentó Girado tras una pausa y un sorbo de té verde bajo el smog persistente de la capital china. «Es cierto que lo está haciendo muy rápido, que tiene una dinámica propia y que se convierte paulatinamente en un «hegemon» (un poder de gran relevancia), pero aunque tiene pretensiones, aún está muy lejos de ser un poder financiero hegemónico global como lo fue Inglaterra o lo es Estados Unidos. Una rápida mirada a la composición del intercambio chino-argentino, no obstante, recuerda lo deficitaria que es la relación para Argentina y la escasa diversificación de estas ventas, un preocupante fenómeno que la mitología popular acuñó de inmediato bajo el neologismo «sojización». El 95% de las ventas argentinas al país asiático se dividen en porotos de soja (71%), petróleo (11,5%), aceite de soja (4%), cueros y pieles (1,9%), carnes (1,2%), residuos alimenticios (0,8%), tabaco (0,9%) y lana (0,6%). En tanto, las importaciones argentinas provenientes de China están compuestas por teléfonos (8,5%), computadoras (10%), químicos (3,5%), motocicletas (3,3%), juguetes (1,3%), manufacturas de plástico (0,7%) e instrumental médico (0,3%). Girado -que además tiene una maestría en Relaciones Internacionales y es docente-investigador en la Universidad de la Matanza- insistió en que pese a ello, esto se da en el marco de una relación con Beijing cualitativa y cuantitativamente diferente de la mantenida con Londres cuando el país «era una extensión geográfica del territorio británico en el sentido de que éramos un espacio sólo para producir comida». «En el caso de China -argumentó-, y pese a que su política con los países en desarrollo está ligada a que éstos sean proveedores de materias primas e insumos energéticos, China no establece este hecho como una condición sine qua non para tener un vínculo con ellos». El experto consultor hila su argumentación explicando que la dinámica del volumen comercial es creciente y cada vez más sofisticada. «Es cierto que tanto ahora como antes a China le compramos manufacturas, pero hace 15 años les comprábamos casi exclusivamente bienes de consumo y ahora le compramos masivamente bienes de capital, es decir capital reproductivo», dijo. Argentina vende mucho producto primario, cuyo precio ha subido, lo que favorece la balanza comercial, y «ese excedente nos permite financiar nuestra capitalización. Argentina sofistica su aparato productivo gracias a vender productos primarios más caros», señaló. Beijing está dispuesta a llevar adelante una gran cantidad de relaciones institucionales que conllevan progreso en favor de Argentina»
Ventajas de la actual relación comercial entre China y Argentina
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