Guzmán fue recapturado el 8 de enero pasado en Los Mochis, estado de Sinaloa, y fue ingresado nuevamente en el Altiplano, de donde se había fugado del 11 de julio de 2015 por un túnel de 1,5 kilómetros de largo. Desde entonces, las autoridades revisaron las condiciones de la prisión y los protocolos de seguridad, introduciendo los perros «huele-Chapo», como los han denominado, reforzando los pisos con mallas de acero y cambiando constantemente de celda al prisionero, señaló el diario. Explicó que en sus primeras cinco noches en prisión, Guzmán fue cambiado de celda en siete ocasiones sin seguir ningún patrón, y que puede estar en una celda horas o minutos y siempre bajo supervisión especial. Cuando Guzmán se traslada dentro de la prisión lo hace vigilado por guardias que portan cámaras de vídeo en sus cascos, y uno de ellos permanece siempre frente a su celda para grabar los movimientos del narcotraficante. Las autoridades han multiplicado por cuatro el número de cámaras de vídeo en la prisión y esperan que para abril el número de ellas alcance el millar, todas con tecnología térmica y capacidad de detectar rutinas y emitir una alerta si se rompen. La revisión de las personas que entran al penal se incrementó con un escáner corporal y se hicieron adaptaciones al sistema de aguas que pasa cercana del penal, además de que ha vuelto a funcionar el detector de movimientos terrestres. Los abogados del reo se han quejado de que su cliente está «incomunicado» y de que no se les permite entregarle ropa adecuada para el clima de la zona donde está la prisión.
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