En uno de sus análisis electorales, la cadena de noticias conservadora Fox News calificó al senador Ted Cruz, el ganador de la primera primaria republicana en Iowa, como «un claro favorito del Tea Party», mientras que a Marco Rubio, el otro joven senador que quedó tercero, muy cerca de Donald Trump, lo describió como un candidato «con una historia de popularidad con el Tea Party». «Una historia -aclaró el editorial publicado en la página web de Fox- que quedó dañada por su liderazgo en la amnistía disfrazada de proyecto de ley migratorio. No obstante, todavía es atractivo para el Tea Party». Tanto Cruz como Rubio, dos jóvenes dirigentes con raíces cubanas, llegaron a ocupar una banca en el Senado impulsados por el rápido ascenso del Tea Party, un movimiento popular ultraconservador y libertario que surgió del rechazo al expansionismo estatal del republicano George Bush hijo y creció al calor del repudio total a las políticas sociales y al discurso de su sucesor demócrata, Barack Obama. Rubio fue electo por el estado de Florida en las elecciones de medio término de 2010 y Cruz por Texas en las generales de 2012, los dos comicios que marcaron el apogeo en las urnas de ese movimiento y el avance republicano que permitió tomar el control del Congreso, primero de una cámara y luego de las dos. En poco tiempo, el senador texano se convirtió en héroe de los seguidores del Tea Party y en el legislador más odiado del Capitolio. Su momento más memorable llegó en octubre de 2013, cuando le gritó «mentiroso» al líder de su bancada, cuando éste pedía calmar los ánimos y negociar para evitar que el gobierno federal se quede sin fondos por primera vez en 17 años y que el país se declare en default. Rubio, en cambio, optó por el siempre vertiginoso equilibrio entre el discurso de un outsider, ajeno a las intrigas de poder palaciegas de Washington, y el pragmatismo de un dirigente dispuesto a negociar y consensuar con la cúpula de su partido e, incluso, con los legisladores demócratas. Los seguidores del Tea Party aún siguen dolidos por la decisión de Rubio de sumarse al bipartidista Grupo de los Ocho, que en 2013 presentó una reforma migratoria, que hubiese permitido legalizar a millones de inmigrantes sin documentos. El proyecto de reforma contaba con el apoyo de Obama, pero chocó con el sector más duro de la bancada republicana en la cámara baja, muchos de ellos miembros o simpatizantes del Tea Party. La lucha intestina entre el sector más moderado de los republicanos y los que respondían a la filosofía radical del Tea Party llegó a su punto máximo en 2013 en el Congreso. El Tea Party ha sumado elementos religiosos extremos, se puso al frente de la lucha por la reivindicación de la propiedad de armas y adoptó como banderas prioritarias la ilegalización del aborto, la negación del cambio climático y la xenofobia dirigida a inmigrantes y minorías El cierre del gobierno federal durante varias semanas y la posibilidad de un default histórico de la primera potencia mundial terminaron siendo un golpe mediático fatal para el movimiento ultraconservador. Desde entonces, el Tea Party subsiste en grupos más pequeños, ha sumado elementos religiosos extremos, se puso al frente de la lucha por la reivindicación de la propiedad de armas y adoptó como banderas prioritarias la ilegalización del aborto, la negación del cambio climático y la xenofobia dirigida a inmigrantes y minorías, como los musulmanes. Estos subgrupos radicalizaron tanto sus posiciones políticas, económicas y, especialmente, sociales, que alejaron a muchos de los que votaron por sus candidatos en 2010 y 2012. Sin embargo, el impacto de la irrupción del Tea Party en el fin de la era Bush y el principio del gobierno de Obama dejó una fuerte marca en la escena política del país. «Cuando la gente dice: ‘Los republicanos se han vuelto tan conservadores’, en realidad están hablando del hecho de que el Partido Republicano se corrió hacia la agenda que había planteado el Tea Party», opinó Lara B
Con menos protagonismo, el Tea Party aún domina la interna republicana
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