Bidonde encarna a Tadeusz, un anciano polaco-judío que emigró a Buenos Aires en la década del 40 al culminar su participación en las milicias republicanas de la Guerra Civil española y que en el ocaso de su vida lucha contra la medicación que, argumenta, le quita vigor sexual, memoria y pasión por la vida que poco a poco se va. A pesar de su sexualidad en retirada, Tadeusz, que trabajó en la construcción de una de las líneas del transporte subterráneo porteño, tiene amigos, una familia postiza y sabe jugar al ajedrez como pocos, además de recuerdos que se se confunden con su presente, pero que aún así le permiten concretar un sueño que nunca había estado en sus planes. $(document).ready(function(){ Galleria.loadTheme(«/js/galleria/themes/twelve/galleria.twelve.min.js»); Galleria.run(«.galleria»); }) Magnone es actor, y estudió guión cinematográfico con José Martínez Suárez, que hace una aparición en el filme, también con Hans Garrino y estudió producción de cine con Rodolfo Durán, se graduó en la Escuela de Teatro de Buenos Aires y es profesor en la Escuela de Teatro de Buenos Aires. Entre sus trabajos como director teatral se destacan «Made in Lanús», de Nelly Fernández Tiscornia; «Relojero», de Armando Discépolo; «No hay que llorar», de Roberto Cossa; y «Hay que apagar el fuego», de Carlos Gorostiza. El filme esta basado en una experiencia personal del director que recuerda que «cuando tenía 18 años tuve una experiencia que me marcó la vida: mi abuelo Don Domingo estaba enfermo, en cama desde hacía meses, por momentos estaba muy mal y de pronto había días que estaba de ánimo y se levantaba e iba hasta la vereda en pijama y charlaba con los vecinos que pasaban». «Un día llegué a casa y vi un gran lío en el patio, mi tía lloraba, mi tío le decía que estaba loco y mi papá se reía: «se quiere ir a Italia», me dijo. «¿Para qué?», pregunté. «Se quiere morir allá», me dijo mi tía con esa voz finita y con aire que le salía en los velorios o cuando brindábamos en las fiestas». En el filme, Mangone expone al personaje de Bidonde sin hacerlo caer en el ridículo y por lo contrario, lo enaltece frente a quienes en principio lo tratan como alguien que está empezando a pensar estupideces frente a médicos que lo único que quieren es preservar su vida sin contemplar que hay otras necesidades que, muchas veces, pasan pura y exclusivamente por otros aspectos que, a veces, la sociedad todavía no valora en su justa medida. El trabajo de Magnone está puesto principalmente en la marcación de actores, tal el caso de Bidonde, una figura que en cine había participado en obras importantes como «Momentos», «Alma mía» o «Gallito ciego», entre alrededor de treinta participaciones, pero nunca hasta ahora un papel protagónico. El ahora director de cine debutante recuerda que durante el viaje que emprendió a Italia con su abuelo, recibió instrucciones: «‘Solo no puede viajar», dijeron. «Por ser el nieto mayor me encomendaron que lo acompañe. Me dieron una bolsa con los remedios que tenía que tomar y una lista con los horarios, que yo debía hacer cumplir sí o sí». «Apenas llegamos a su pueblito en Italia, le cambió su imagen y se reía todo el tiempo. No me dio bolilla con los remedios y el colmo fue cuando un paisano le ofreció vino patero y se tomó una píldora con el vaso de vino», memora. «El reencuentro con los «paisanos», volver a su pueblo, lo revivió, volvimos después de varios meses y murió mucho tiempo después. Esa experiencia me marcó y fue un tema de inspiración para escribir un guión que como este toca el tema de la vejez, en especial la de los inmigrantes», asegura. Mangone confiesa que le conmueven «las historias de los que dejaron todo para ir a una tierra lejana. De los que escaparon de guerras, hambrunas, persecuciones. De los que cortaron los lazos con los seres queridos. De los que emprendieron una vida nueva, hablando otro idioma, sin mirar atrás». El ahora cineasta se pregunta: «¿Qué le queda al hombre después de tanta pérdida? ¿Qué le tr
Magnone reflexiona sobre la tercera edad, la memoria y el drama con «Subte Polska»
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