«Se fue en paz, se fue con Troilo», dijo emocionado a Télam su hijo Pablo, quien destacó que su padre no dejó de tocar hasta último momento. El músico, director y compositor nacido el 20 agosto 1932 en el barrio Floresta, estaba muy débil y su cuadro se había agravado luego de una caída que le produjo la fractura de su cadera y no podía ser operado. Permaneció internado durante dos meses y medio en una clínica porteña. «Para mí el tango es todo, es un sentimiento», había expresado el artista en una entrevista que mantuvo con Télam hace cuatro años, la misma en la que afirmó que «hasta donde pueda y Dios quiera, espero poder seguir arriba de un escenario». «La verdad es que extraño esas épocas (de los 50 y los 60) cuando no faltaba trabajo. Hacíamos confiterías, cabarets, bailes. No parábamos de tocar», evocó en ese entonces. Por aquellos años, el creador ya era un requerido intérprete de larga relación con el bandoneón, instrumento que abrazó desde los 8 años y con el que empezó a destacarse en los clubes de su barrio de Floresta. A los 10 años ya tocaba en un bar y en 1948, con tan sólo 15 años, pasó a integrar la orquesta de Héctor Stamponi y Roberto Rufino. A los 18, reemplazó a Leopoldo Federico en la orquesta de Horacio Salgán, con quien permaneció hasta la disolución de esa orquesta, en 1957, pero además pasó por las formaciones de Francini-Pontier, y luego por las de Alberto Mancione, Alfredo Gobbi, Pedro Láurenz y Pedro Maffia. «Me probaban y quedaba en la orquesta. A uno lo ayudaban: yo era un pibe sumiso, y cuando debuté me estaban escuchando Troilo y Francini, quienes me aconsejaban `pibe, tranquilo`, mientras yo, aunque no se notara, temblaba como una hoja», recordó en aquel reportaje. El pase a la orquesta de Aníbal Troilo marcó uno de los puntos más altos en su carrera profesional, ya que durante 14 años (entre 1957 y 1971) fue el «fueye cadenero» de la renombrada típica de «Pichuco». «Estar en la orquesta de Troilo era como tocar el cielo con las manos, era un fenómeno con un talento tremendo», subrayó con genuina admiración. Baffa también tuvo la posibilidad de haber compartido músicas también con Roberto Goyeneche, Roberto Rufino y Astor Piazzolla, entre otros, «me permitió crecer. Aprendí un poco de todos ellos». Aún estaba con Pichuco (1965), cuando conformó un trío con Osvaldo Berlingieri y el contrabajista Fernando Cabarcos, que luego se convertiría -ya desvinculado de Troilo- en la famosa Orquesta Baffa-Berlingieri que grabó memorables páginas con Roberto Goyeneche y grandes piezas instrumentales como «Cabulero», «Canaro en París», «Ritual», «Mi refugio», «Verano porteño», entre otros. En 1992 fue declarado Ciudadano Ilustre de Buenos Aires por el Concejo Deliberante porteño. Además, integró la Selección Nacional del Tango y, al frente de su Ernesto Baffa Trío, solía deleitarnos en el Café Homero. El último gran homenaje que recibió en vida fue el estreno de la película documental «Ernesto Baffa, Poesía de bandoneón», producida por The Argentine Tango Society, y dirigida por Daniel Tonelli y Marcelo Turrisi, con producción de Silvina Damiani.
Murió Ernesto Baffa, una leyenda del bandoneón
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