“Kooza”, nueva puesta de la compañía quebequense Cirque du Soleil estrenó una historia rodante, itinerario poético para regresar a la complicidad del juego, sostenido en las acrobacias y la entrega de los payasos, más allá del andamiaje técnico tradicional del grupo, en una carpa azul y amarilla capaz de colorear el viento de Costanera Sur. Banderas de más de veinte países del mundo se agitan sobre la carpa enorme para dar cuenta de las diversas procedencias de los cuarenta y ocho artistas del espectáculo -la troupe completa aquí roza las cien almas- que casi veinte minutos antes de su comienzo formal delata una contraseña estética. Un trío de payasos entrañables en su torpeza toman la escena desde cualquier sector e interactúan con el público, algunas veces desde un registro pícaro, casi bufonesco, otras a partir de la ternura, recuperando el primigenio espíritu de feria popular, de espectáculo a cielo abierto. La irreverencia festiva de la troupe alcanzó también anoche a Susana Giménez quien estaba en la primera fila de la función de prensa y soportó estoicamente cómo su pelo platinado era despeinado por la aspiradora de uno de los artistas, siempre en clave lúdica y antes de retirarse durante el intervalo del show. David Shiner, creador y director de “Kooza” (“caja”, en sánscrito) fue payaso por distintos escenarios de Europa y su impronta de rutina clownesca, donde el error es tan bienvenido como el acierto imprime al espectáculo una dinámica más emotiva, lejos del formato de pasarela característico de “Corteo”, espectáculo más teatral que se vio en el país en junio de 2014. Por eso, en las dos horas diez minutos de función -dos actos con intervalo para comprar merchandising y fast food a precios elevados- los espectadores pasan del silencio respetuoso ante las pruebas de riesgo, como la coreografía de aro en altura, a los aplausos generados por la adrenalina de la feroz rueda de la muerte, cual viajeros en el país del asombro llano. Inocente se llama la pequeña criatura protagonista del relato, un ser melancólico e ingenuo con un barrilete como equipaje, quien para concretar su travesía precisará rodearse de compañeros de ruta. La dinámica de la construcción de la historia resulta interesante, ya que logra descentralizar sus límites y el protagonista parece corrido del centro de la escena, copada por la insolencia del payaso Rey sus bufones, junto a la perfección de las pruebas acrobáticas, pero la travesía de Inocente signa la trama desde otro lugar, a veces más lejano. Dentro de ese lenguaje de sorpresa y permisos para jugar, un salto de riesgo le hizo perder a una acróbata una de sus delicadas zapatillas ayer en la velada del estreno, los aplausos estallaron para luego mantenerse y marcar con palmas el ritmo del riesgo. La música en vivo resulta un elemento más que cuidado en los trabajos del Cirque, pero la fusión de acordes pop con sonidos de la India, encuentra en el baterista de la banda un intérprete capaz de aportar rock al cuento de Inocente y su viaje existencial. Un texto escénico que por momentos parece generar algo de aquel encantamiento del mediometraje francés “El globo rojo”, donde un globo oficia de pasaporte a un viaje de aventuras, mientras que en “Kooza” un barrilete será el talismán elegido, dos elementos de viento, como la inclusión de sogas y números de altura en esta puesta. “Kooza”, sin artistas argentinos en sus huestes, ya giró por 50 ciudades de doce países desde su estreno mundial en Montreal en 2007 y este año no girará por las provincias. Las funciones se realizan en Avenida España 2230, Costanera Sur, de martes a jueves, a las 21; viernes y sábados, a las 17.30 y 21; domingos, a las 16.30 y 20 hasta el domingo 22 de mayo.
«Kooza», un viaje de regreso a la tradición circence
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