«Junté mis dos pasiones, viajar y el motociclismo, y me decidí a hacer un viaje extenso, conociendo diferentes países, culturas y gente, con un sueño de libertad que hacía mucho tiempo quería hacer realidad», dijo a Télam durante su paso por la ciudad entrerriana de Paraná. Con una moto Yamaha XTZ 125 que no supera los 80 kilómetros por hora, Albornoz afirmó que «no hace falta ser rico ni tener una moto grande, solo hay que tener la actitud, paciencia, decisión y tiempo». «El tiempo es lo más importante. Preferí salir con tiempo antes que con dinero, que es más secundario, y eso me permitió valorar mucho más otras cosas» «El tiempo es lo más importante. Preferí salir con tiempo antes que con dinero, que es más secundario, y eso me permitió valorar mucho más otras cosas», dijo el aventurero. De ese modo «se siente más la confianza y la esencia de la gente, volvés a querer y valorar todo un poco más», indicó, y agregó que en sus visitas a diferentes países se las fue «rebuscando» con su profesión «y en algunos lugares podía conseguir trabajo y juntaba algo más para seguir el viaje». «Salí con el sueño de dar la vuelta al mundo pero sin saber hasta dónde llegaría, con poco presupuesto y una moto pequeña, pero paso a paso fui subiendo desde Argentina hacia el norte, crucé a Chile, quizás la parte más dura ya que atravesé el desierto de Atacama y la cordillera de los Andes, para dirigirme al sur de Perú», reseñó. En ese país «los caminos son largos, con rectas infinitas, los días muy calurosos y las noches gélidas, pero había que seguir», y mediante parajes en «medio del campo o en estaciones de servicio para dormir, pasé por Ecuador, un país pequeño pero bello», contó, y también por «Colombia, un país hermoso y con gente que lo hace grande». Al visitar Venezuela, se presentó la complicación de cruzar hacia Centroamérica, pues «tenía que esperar el barco justo para que lleve la moto al puerto de Colón», continuó, y detalló que tras quince días de espera pudo «recorrer Panamá, Costa Rica, Nicaragua, El Salvador, Honduras, Guatemala y Belice». Tras completar América Central «llegó la etapa de entrar a México, un país muy grande, donde en las fronteras me dieron seis meses de estadía, que es poco para todo lo que hay que ver. Pero pude recorrer 23 de los 32 estados» que lo conforman, donde visitó «lugares alucinantes», aseguró. Ya en febrero de 2014, para cruzar el océano Atlántico despachó la moto «desde el puerto de Veracruz hacia Barcelona y después de 45 días de viaje y espera me reencontré con mi compañera -dijo-, para comenzar la cuarta etapa y recorrer eventos de motos en España y Europa». En España «pasé más de tres meses, conocí muchos amigos y amigas, pero sobre todo agradezco a la hermandad motera que hizo que todo fuera más simple», señaló el joven, y resaltó que «gran parte de la financiación del viaje fue a través de todo el ambiente del motociclismo mundial, donde colegas me daban alojamiento, información y se generaban amistades». De Europa «traje muchos recuerdos y momentos, pude conocer muchas ciudades de Francia, Italia, Alemania, Suiza, Holanda, Bélgica, Portugal y algunos países del Báltico», relató Albornoz. Y agregó: «Nuestro único medio para informarnos es la televisión, y realmente estando en esos lugares te das cuenta que no es como te lo cuentan». Desde los nórdicos llegó a Cabo Norte y entró a Rusia, donde tuvo «muy buena relación, con su fuerte cultura motociclista. En Tartaristán me sorprendí mucho con la cultura y la buena gente». «Conviví en Asia y Europa mucho tiempo con la comunidad musulmana, que es muy hospitalaria; seguí camino hasta Vanino, en la otra punta del país», indicó, para luego cruzar a Japón y llegar al destino, que era la fábrica de Yamaha». Albornoz dijo que se sorprendió «al ver bases militares constantes e instaladas de Estados Unidos en España, en el sur de Japón, en Kuwait y en muchos otros países». «Próximamente me gustaría recorrer Turquía, Irán, Pakistán, Afganistán, India y el
La vuelta al mundo en moto: tres continentes, 40 países y casi tres años de viaje
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