Entre sus filas hay de todo: ermitaños y solitarios crónicos se suman a románticos, militantes del no consumismo, el cuidado del medio ambiente y las libertades individuales. Tal vez hasta se reconozcan entre sí. «Aquellos que no usan smartphones percibieron algo que es cierto y lo denuncian, porque el celular no respeta almuerzos ni siestas, lleva sin permiso el trabajo a casa, nos inunda de fotos que no pedimos y nos recuerda hasta las citas que preferiríamos olvidar. Por eso se dice que el celular se adueña de sus dueños», explicó a Télam el psiquiatra Pedro Horvat. El también psicoanalista señaló que la «maravilla tecnológica» que logró la comunicación instantánea «trajo consigo un cambio psicológico profundo que tiene que ver con la noción interna de tiempo y distancia». «Todo es ahora y cercano, y semejante corrimiento de los espacios no viene solo. Nos exige, por ejemplo, estar atentos y contestar con premura, revisar y volver a revisar porque todo lo que pasa, pasa por el teléfono en nuestra vida y en el mundo. Los que tarden en contestar parecerán descorteses y los desconectados quedarán afuera del presente, que es como llamamos a lo inmediato», apuntó. Sin embargo, existe un pequeño movimiento de resistencia que defiende sus banderas: «Vivo sin celular porque prefiero no depender de ningún aparato. Uso mail, tengo una computadora en el trabajo y una notebook en mi casa, pero no estoy mirándolos todo el día como veo que hace la gente con sus telefonitos», dijo a Télam Dora, empleada en la Municipalidad de Bariloche. La mujer contó que tiene además un teléfono fijo en su casa y otro en la oficina, pero que cuando no está en ninguno de esos lugares prefiere «andar libre». «Estoy conectada, pero no soy dependiente y respeto mi privacidad. Tampoco me interesa tener Facebook», completó. Roberto, un abogado y profesor de 62 años, contó a Télam que no tiene celular ni estudio, por lo que sus clientes, familiares y amigos sólo pueden ubicarlo cuando está en su casa. «No quiero que me ubiquen las 24 horas, tengo un fijo en casa donde me dejan mensajes. Mis conocidos saben cómo soy, aunque a veces se preocupan o piensan que estoy de viaje», dijo entre risas. Roberto es, además, representante legal de un colegio privado desde hace dos décadas, y dice que nunca necesitó el celular para trabajar: «Hace 30 años no existían esos aparatos y la gente vivía igual. Tampoco tengo Facebook ni uso redes sociales, sólo tengo correo electrónico porque para mí los smartphones traen más problemas que ventajas». «Soy un militante del no celular. Ni siquiera llamo desde mi fijo a celulares, si necesito comunicarme con alguien lo hago por mail o a los fijos y tengo una vida como la de cualquier persona», afirmó. Por su parte Francisco, un estudiante de filosofía de 25 años, está «orgulloso» de ser «el único de sus amigos que no tiene smartphone». «Prefiero el contacto real, no virtual. No necesito estar conectado todo el día para tener amistades ni contacto con la gente que quiero, y tampoco me gusta mucho la idea de que esa gente pueda encontrarme en cualquier momento del día», contó a Télam. Según el último informe «Mobility Report» de Ericsson de marzo de este año, hay en todo el mundo 7.300 millones de abonados a la telefonía celular. La Argentina figura en el puesto 20 en cantidad de equipos, con 50 millones de smpartphones, más que la cantidad de habitantes de todo el país. Los datos muestran que América Latina representa aproximadamente el 10 por ciento de las suscripciones móviles a nivel mundial, mientras que, en cuanto a unidades, China es el país con más cantidad con casi 900 millones de equipos, seguida por India con 840 millones y Estados Unidos, con 350 millones. Por otro lado, el informe refleja que el número de suscripciones de banda ancha móvil sigue creciendo alrededor de un 25 por ciento anual y que sólo en el cuarto trimestre de 2015 hubo 200 millones más. En ese contexto, la Argentina se ubica entre los tres primeros países d
Cómo vive el pequeño ejercito de resistencia que no usa teléfono celular
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