«Cristina no es mi jefa; ya fue, yo no soy soldado de nadie»
Florencio Randazzo ingresa a su oficina como una tromba.
–¡Cristina no es mi jefa! –pega el grito, con la voz cascada, mientras se deja caer en un sobrio sillón gris.
El ex ministro se muestra inclemente.
–A ver si se entiende que yo no soy soldado de nadie. No tengo jefa. Lo único que tengo son compañeros y compañeras. ¡Cristina ya fue! –repite como una letanía.
El departamento 209 del Palacio Raggio es testigo de la crónica de una ruptura anunciada. O mejor dicho, de un acuerdo imposible. El precandidato a senador de Cumplir está molesto con la ex Presidenta. Molesto y decepcionado.
Pasaron varios días desde aquel último intento de unir fuerzas. Randazzo terminó yendo a ver a Cristina Kirchner, a su piso de Recoleta, convencido –dice– por el insistente y amigable pedido del periodista y escritor Mempo Giardinelli.
Antes llamó a Mariano Cabral, el secretario de la ex mandataria, para acordar que la cumbre sea cara a cara, sin terceros. Las formas se cumplieron a rajatabla. Y hasta se prodigaron un excelente trato. Pero, como se sabe, no llegaron a buen puerto.
Más allá de los detalles, el corazón del desacuerdo fue la mismísima precandidatura de la ahora líder de Unidad Ciudadana. El «Flaco» –como ella le dice a él en la intimidad– le pidió en vano que se baje y propicie nombres para que la releven.
Ese reclamo, cuya idea rectora es la renovación peronista, volvió a tomar cuerpo el jueves, en la conferencia de prensa que brindó en el hotel NH City, y al día siguiente, en el reportaje con Marcelo Longobardi por Radio Mitre.
En público, Randazzo fue diplomático. Dijo que Cristina «cumplió una etapa». En privado, la jubiló con una frase digna de proverbio chino: «Cuando pasa el mediodía no hay quien pare la caída del sol», figuró.
Al ex ministro le salen palabras a borbotones. Pero la sorpresiva irrupción de un asesor lo distrae y lo obliga a callar. Aprovecha entonces para mirar furtivamente un televisor sin sonido que tiene a un costado. Está Natacha Jaitt hablando con Pamela David. Hablando, según indica el zócalo, de Diego y Yanina Latorre.
Randazzo esboza una sonrisa pícara y entorna los párpados, mientras menea la cabeza, incrédulo de semejante escándalo mediático, como si él no tuviera sus propios problemas con la interna peronista. De hecho, tras el fracaso de las negociaciones con Cristina, el kirchnerismo duro salió a acusarlo por las redes sociales de «hacerle el juego» a Mauricio Macri de la mano del Grupo Clarín.
«Una pavada increíble. Así son las redes y los medios. Se agarran de que conozco de toda la vida a Pablo Casey, el sobrino de Magnetto. Y lo conozco porque es oriundo de Chivilcoy, éramos vecinos. ¿Pero cómo es que Cristina me ofreció la semana pasada ser precandidato a senador o primer precandidato a diputado de su lista si soy el operador de Clarín? Por favor…, un poco de seriedad», se pone irascible.
Y sigue con su catilinaria: «Todos tienen que entender que Cristina se tiene que hacer a un lado. Ya cuando me llamó al asumir su segundo mandato para que sea su ministro del Interior recuerdo que le dije que se tenía que retirar como Lula y no como Menem. Muchos soñaban con una re-re. Y yo le decía que tenía que dejar paso a otros dirigentes».
Según el ex ministro, por más que la lista de la ex mandataria incorpore actores sociales no tradicionales, o «a los castigados del ajuste macrista», mientras ella esté a la cabeza se impondrá un esquema huérfano de autocrítica.
«¡Cristina lo que hace es tirarse de un décimo piso pensando que no le va a pasar nada y no se da cuenta de que ella es la que termina siendo funcional a Macri!», se exalta haciendo montoncito con las manos y con una voz que acusa la llegada de una gripe.
–¿Usted está diciendo que la candidatura de la ex mandataria es un acto suicida?
–Lo que digo es que Cristina es soberbia. No quiso hacer primarias. Se fue del PJ para no hacer primarias. Y tampoco quiere hacer autocrítica. Ella aplicó la teoría del derecho consumado. Dijo que ella es la candidata, que los intendentes le decían que en los barrios pedían por ella, y listo, chau PASO.
–¿Y por qué el peronismo lo apoyaría a usted y no a ella?
–Porque nosotros somos una verdadera alternativa al gobierno de Macri, que no cumplió con ninguna promesa que hizo en su campaña. Somos una alternativa a Macri, sin la soberbia de Cristina y sin el oportunismo de Massa.
Justamente, el alejamiento de Randazzo de su ex jefa –aunque ya no la reconozca como tal– alimentó los rumores de un entendimiento con Sergio Massa. Acaso esta sea la razón de su flamante belicosidad con el intendente de Tigre.
«Se dice cualquier cosa. Es mentira que hablo con Massa. Y no hablo con Massa porque no sé quién es él. ¿Es el que fue jefe de gabinete de Cristina? ¿Es el que llevó en su lista a (la ahora candidata oficialista) Gladys González? ¿Es el que se fue con Macri a Davos? ¿Es el que se alió a Stolbizer? ¿Alguien sabe quién es Massa?», chicaneó.
Semejante toma de distancia no le impidió mantener discretas reuniones con dirigentes massistas como Facundo Moyano, uno de sus vecinos en el Palacio Raggio, y Felipe Solá, cuya vida trascurre por estas horas entre el diseño de tácticas de campaña y la escritura de un libro con sus memorias.
Randazzo tampoco se privó de algunas tertulias con la flamante ex aliada de 1País Victoria Donda y con el socio de ésta en Libres del Sur Jorge Ceballos, cuya imposibilidad de alcanzar una acuerdo con el massismo bonaerense lo habilita ahora a mirar otros horizontes. ¿Se acercará al espacio del ex ministro?
El precandidato a senador de Cumplir prefiere no aventurar y menos en base a las notas especulativas de los medios, a los que responsabiliza de blindar a la gobernadora María Eugenia Vidal del mismo modo que –dice– años atrás lo hacían con su antecesor Daniel Scioli.
«Yo vivo en un barrio de clase media en La Plata. No tengo agua corriente porque está contaminada con arsénico, los hospitales están en un estado calamitoso, hay cada día más hechos de inseguridad. Pero para muchos en la provincia parece que no pasa nada. La gestión de Scioli fue un desastre pero ahora Vidal es la que tiene que hacerse cargo… Y…», interrumpe la queja por un sonido.
Mira la pantalla de su celular y se disculpa.
–Perdón, ya me tengo que ir –se despide, levantándose abruptamente del sillón, sin dar pistas sobre quién le escribió al Whatsapp.
A la luz de los hechos, la única certeza es que no era Cristina.
Fuente > infobae.com