Mauricio Macri visitó a su guía espiritual, la armonizadora budista a la que sigue viendo cada quince días. El Presidente dice con frecuencia que el peor daño que le puede hacer al país es perder el control y que la mujer lo ayuda a conocerse a sí mismo y a contener la ira en momentos de estrés, sobre todo ahora que no puede hacer deporte por la operación de la rodilla derecha. PUBLICIDAD inRead invented by Teads «No entiendo cómo no he matado a nadie todavía», les dice a sus colaboradores. La salida del quirófano coincidió prácticamente con el despertar mediático del caso Maldonado. Macri no siempre logra dominar el enojo que le generan la falta de certezas y las acusaciones de desaparición forzada. Pero según cuentan sus adlátares: «El círculo rojo compró la desaparición forzada. Y después se sorprenden por los resultados electorales». El jefe de Estado sostiene en privado que no mira encuestas, pero que los que sí lo hacen le dicen que la inmensa mayoría no cree ni que él ni que su Gobierno hayan dado alguna orden para hacer desaparecer al artesano. Macri cree, también, que el interés que los medios le dedican a la causa tendrá costo cero en las urnas. Aunque en público no habló demasiado del tema, dicen que está más convencido que nunca de que la Gendarmería está haciendo un buen trabajo en la lucha contra el narcotráfico y que no está dispuesto a tirar dos años de trabajo por la borda. El Presidente considera que la Gendarmería siempre fue tentada a aceptar coimas del narcotráfico y que con su llegada al poder esa lógica se interrumpió. Incluso defiende el rol de Gerardo Otero, el jefe de los gendarmes, con el que almorzó alguna vez para acordar cuestiones puntuales. El jefe de Gobierno coincide con las afirmaciones que Elisa Carrió le hizo a Clarín hace diez días. Piensa que hay sectores del narco que trabajan para desplazar a Patricia Bullrich del ministerio de Seguridad por la cantidad de cargamentos de drogas que se están decomisando y que la oposición se sube al tema porque busca sacar ventaja. A veces se envalentona y dice que su administración, directamente, ha puesto en jaque al narcotráfico. Parece un exceso, pero es lo que dice y si alguien relativiza la frase puede ir en busca de los números del decomiso de estos diecinueve meses. Quienes hablan con el conductor de Cambiemos aseguran haberlo oído decir que el kirchnerismo y los organismos de derechos humanos «quieren que linche a la Gendarmería» y, luego, a Bulrrich. ¿Y si aparecen pruebas contundentes de que algún efectivo actuó en la desaparición? Bullrich seguirá en su puesto. Habrá, en el peor de los casos -que aparezcan gendarmes implicados-, una demostración pública de que la Casa Rosada no protegerá a quien infrinja la ley. En el oficialismo reconocen que no saben qué pudo haber pasado con Maldonado. Y el propio Macri pide no prejuzgar. Cada tanto lamenta en voz alta que a gendarmes que no superan los 30 años se los quiera culpar por cosas que pasaron en los setenta. «Lo que Mauricio dice es que cuando matan a una víctima en un asalto las agrupaciones de derechos humanos salen a decir que los sospechosos son inocentes hasta que se demuestre lo culpable y que en el caso Maldonado siempre se apuntó a los gendarmes sin pruebas fehacientes», dice uno de sus principales colaboradores. La mira presidencial también se posa en el rol de los periodistas. La mayoría, para el macrismo, forma parte del círculo rojo que conforman empresarios, pensadores y políticos. Ese círculo rojo, confía el Presidente, va en una dirección y una gran parte de la sociedad en otra, totalmente opuesta. A Macri le llama la atención, por ejemplo, el interés que ocasionó la entrevista de Cristina Kirchner con Luis Novaresio. El no le prestó atención. Las únicas imágenes que vio del reportaje fueron recién el domingo a la noche, pero con la TV sin volumen. En su casa estaba puesto el programa de Lanata. Macri sólo levantó la vista para ver el tramo en el que la ex presidenta parecía llora
Segúm Macri, el caso Maldonado no repercutirá en las elecciones y defiendió a Gendarmería
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