7 mujeres denunciaron al coordinador de un taller de teatro de la UBA
Siete mujeres denunciaron que el docente de un taller de teatro que funcionaba en el Centro Cultural Sábato de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA las captó en una secta y las sometió a rituales con abusos sexuales. El supuesto abusador tenía 44 años y por aquel entonces, hace tres años, las víctimas tenían 17. Las siete jóvenes se reencontraron y hace seis meses hicieron la denuncia en la fiscalía especializada en violencia de género (UFEM). Una de ellas contó que cree que hubo más víctimas. «Sí, hace estos grupos hace muchos años. Pero aún no tuvimos contacto con otras sobrevivientes», precisó. Respecto a la situación actual del hombre, la denunciante indicó que le hicieron un allanamiento y que tiene una orden de restricción en relación a todas las mujeres que lo acusan. «(La causa) está en etapa de investigación. No le allanaron la casa para detenerlo, era para llevarse material informático», precisó. En un post de Facebook, la joven contó que estaba demasiado atrapada para ver la red. «La voz de mi deseo y mi voluntad estaba silenciada adentro mío, él había tomado todo mi cerebro. Un año y medio atrás me escapé como acto de supervivencia, porque mis ganas de vivir y ser feliz fueron más fuertes que toda la caca que esa persona había metido en mi cabeza y marcado en mi cuerpo», escribió. «Existen adultos que crean sectas complejas donde abusan de menores. Sí, tras discursos de espiritualidad sofisticados hay violaciones sexuales. Esto sucede y es tiempo de que se hable, ya», agrega la joven. Una de las chicas denunciantes contó que era “violada todas las semanas porque había una cuestión espiritual de por medio”. Otra agregó que “de repente todo era sexo. Llanto. No entender nada. Volver a mi casa y tener un bloqueo mental. No pensar. Él cada vez pedía más y yo estaba superdeprimida…” Según las denunciantes, el hombre las manipulaba psicológicamente. Criticaba su vida actual y les decía “yo te puedo llevar por el camino de desprenderte de eso y liberarte”. Las elogiaba y les mandaba mensajes como “sos lo que estuve buscando toda la vida» y «no puedo creer la potencia que tenés”. Se juntaban tres veces a la semana, un mínimo de tres a seis horas. A veces pasaban toda la noche en la casa del acusado. Había tres espacios de trabajo: El viaje –que prometía cierto viaje espiritual–, El colegio invisible –una pata intelectual– y Argonautas –el espacio del grupo para sensibilizarse–. También estaba La Logia Dionisíaca, o la Experiencia Dionisíaca Profunda, para explorar la sexualidad sagrada. Para entrar, «te vendaba los ojos. Te ponía una túnica, una sábana transparente que te envolvías. Te ponía una venda y una capucha encima», contó una chica. Luego, les decía que tenían que desnudarse y entregarse al placer. Eso terminó “en uno de los primeros abusos sexuales orales y con penetración”, precisó una joven. Cada vez que las chicas traspasaban un límite, les asignaba un nuevo nombre en griego. «Él te llevaba a estados, a estar en trance”, dijo una de ellas. Y agregó que no consumían drogas, pero sí mucho vino. Y les hacía hacer ejercicios de hiperventilación tras los que terminaban mareadas. «Hubo momentos muy puntuales, El Banquete uno y dos, rituales de iniciación, donde terminó dándose esta situación de orgía, donde estuvo involucrado practicándonos sexo oral», agregó una de las víctimas.