Los indicios de la casa del terror que nadie supo ver
En el estupor que envuelve a todas los allegados a David y Louise Turpin –la pareja que torturó a doce de sus trece hijos por años–, hay una pregunta que se repite sin encontrar respuesta satisfactoria: ¿Cómo pudo ocurrir algo así, durante tanto tiempo, sin que nadie se diera cuenta? PUBLICIDAD inRead invented by Teads El interrogante carcome sobre todo a los vecinos de Perris, la pequeña localidad californiana donde la familia finalmente fue puesta al descubierto. Aquí, una recopilación de todas las señales de lo que ocurría en la llamada «casa del terror» y que no alcanzaron para disparar alguna alarma efectiva. Desde 2000, la familia vivió en una propiedad ubicada en un terreno de unas catorce hectáreas sobre una calle de tierra en el pueblo de Rio Vista, Texas, 80 kilómetros al sur de Fort Worth. Allí la familia rara vez dejaba la casa de cuatro dormitorios donde vivía y mantenían las luces encendidas a toda hora y las persianas cerradas. Una Navidad compraron ocho bicicletas infantiles nuevas que dejaron, sin uso, a la intemperie hasta que el solo las decoloró. En una oportunidad, una de las chicas mayores trató de huir, pero fue devuelta a su casa por un vecino. Un vecino, cuyos hijos jugaron en alguna oportunidad con los de los Turpin en un arroyo cercano, contó que los chicos de la pareja hoy detenida no dijeron sus nombres y que poco después, cuando los volvieron a ver en la calle, uno de los hermanos le dijo al otro: «Ya no podemos hablar con ellos, ¿recuerdas?». Después de que la familia abandonara el lugar, su propiedad fue ejecutada. Los compradores de la casa contaron que su interior estaba destrozado y el suelo del baño, podrido. En el interior de la vivienda encontraron algunas fotos. Una mostraba una cama con un riel de metal que tenía una cuerda atada a él. Ricky Vinyard, un vecino, le contó al Los Angeles Times (LA Times) que en la casa «todo tenía cerraduras; el armario tenía cerradura, el cofre de juguetes, la heladera», enumeró. «No había camas, solo colchones –agregó– y no había un lugar en esa casa que no estuviera sucio». Vinyard encontró que una casa rodante que los Turpin tenían en su terreno estaba «hasta la cintura» de basura. «Había perros y gatos muertos allí», describió el hombre. La camioneta Ford F-150 de la familia –también rematada cuando ellos se fueron– estaba llena de pañales sucios y de latas de salchicha vacías. «Parecía que eso es todo lo que comían», comentó Vinyard. La sala de estar de la casa estaba llena de heces. Cuando la familia vivía en Murrieta, California: El vecino Mike Clifford, –informó LA Times– vio a los nenes marchando en círculos por la noche frente a la casa. – Durante el tiempo en que uno de los chicos concurrió al Mt. San Jacinto College fue visto por compañeros comer con desesperación, sin siquiera sentarse ante la comida. Ya en Perris, California Cuando el vecino Salynn Simon –que vive enfrente de la última casa de los Turpin– supo la edad de uno de los hermanos, se sorprendió, físicamente parecía mucho más chico. Wendy Martínez, de 41 años, puede ver el patio trasero de los Turpin desde su casa. «Ser vecino, estar tan cerca y no saber nada, es desgarrador», dijo. «Todo el mundo nos está atacando: los vecinos esto, los vecinos lo otro. ¿Pero creen que si hubiéramos visto algo no hubiéramos dicho nada?», preguntó.