Lo que al principio pareció que sería una Navidad amable y redituable se convirtió en una saga de engaño, robo y prisión. Y también de descubrimiento de un premio tan grande como inicialmente desapercibido.
El pasado 20 de diciembre, un vecino de Vacaville, una pequeña localidad del norte de California, decidió probar su suerte. Visitó una tienda de conveniencia y pagó 30 dólares por una planilla de lotería, del tipo de las que se deben rascar ciertos elementos para descubrir una posible, aunque improbable, combinación ganadora.
Los hados estuvieron entonces de su lado, pues su planilla resultó premiada y, con afán celebratorio, el hombre compartió la buena nueva con sus dos compañeros de casa. Les dijo que se había ganado 10,000 dólares. Un regalo de Navidad que no le cae mal a nadie, quizá pensaron varios en esa vivienda.
Así, al día siguiente, 21 de diciembre, el afortunado ganador acudió a la oficina de la Lotería de California en Sacramento para hacerse de sus 10,000 dólares, pero cuando presentó el boleto resultó que no era uno de los premiados y se quedó con las manos vacías. El fuego de la sospecha comenzó entonces a consumirlo.
Su conclusión, como narró el periódico The Washington Post, fue que uno de sus compañeros de casa le cambió el boleto mientras dormía y lo despojó de la planilla ganadora. Y de sus 10,000 dólares.
La sospecha era fundada pero tenía un error. La pérdida que el hombre había sufrido era en realidad mucho más grande. Inmensa.
Ante ello, acudió a la policía y denunció el robo. El caso no demoró mucho en dilucidarse. El 22 de diciembre, Adul Saosongyang, de 35 años, llegó a la misma oficina de la Lotería de California en Sacramento para cobrar un boleto ganador. Saosongyang era el compañero de casa que había hurtado la planilla premiada para quedarse con los 10,000 dólares. Pero, para mayúscula sorpresa, ese premio no era el esperado: el boleto que Saosongyang había hurtado en realidad tenía una bolsa de 10 millones de dólares y por ello la Lotería de California realizó una tarea de verificación antes de desembolsar esa suma.
Un investigador de la Lotería, indicó el Post, acudió a la tienda donde el jugoso boleto fue vendido y comprobó, al revisar las grabaciones de las cámaras de seguridad, que Saosongyang no fue el comprador. Luego, al conocerse que se había reportado a la policía que ese boleto había sido robado, las autoridades procedieron al arresto de Saosongyang. Las indagaciones revelaron que, en efecto, él compró un boleto similar al de su compañero de cuarto y se lo cambió para hacerse de la planilla premiada mientras la víctima estaba dormida en los laureles de su buena suerte.
Saosongyang, con todo, presumiblemente no supuso que su maquinación sería fácilmente descubierta. Pero lo fue y las autoridades lo acusaron de gran robo y lo remitieron a la cárcel.
El hombre al que le fue robado el producto de su buena suerte habría logrado con ello justicia, pero eso no necesariamente le regresará su dinero. Sus 10 millones de dólares menos una fuerte tajada de impuestos. Al parecer, funcionarios de la Lotería de California están discutiendo con el hombre, cuya identidad no ha sido revelada, lo que se hará con esos millones y un vocero de la policía dijo al Post que, en realidad, no está seguro si al final se le entregará ese gordo premio a la víctima. Pero se espera que se logrará un acuerdo para que la suerte brille de nuevo para el hombre, que con ese dinero quizá decida comprarse una casa para vivir solo, lejos de traicioneras compañías.
La moraleja es que, en ciertos casos, conviene guardarse las buenas noticias para uno mismo. Al menos hasta tener las respectivas ganancias a buen resguardo en la cuenta bancaria.