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viernes, noviembre 22, 2024
A los 8 años se enamoró de la madre de un compañerito: hoy él tiene 27, ella 50, y están juntos

A los 8 años se enamoró de la madre de un compañerito: hoy él tiene 27, ella 50, y están juntos

Asegura que es un «tipo con suerte» y le resulta prácticamente imposible esconder su sonrisa y ese típico brillo en los ojos de quien está enamorado cuando recuerda la primera vez que la vio. Tenía tan solo ocho años pero la escena quedó grabada a fuego en su corazón. «Fue en el colegio, nunca pude olvidar sus ojos marrones y su pelo con bucles. Quedé atónito. Estaba formado en la fila para entrar al salón, siempre inquieto, rebelde, mirando la puerta para ver si me podía escapar ¡a jugar a la pelota! Justo, en ese momento que yo tenía mi vista puesta en la puerta, ella entró. No sé si fue la luz del sol o su luz propia. Me encandiló. Llegaba tarde a dejar a mi compañerito en él colegio, pelo largo al viento, apresurada. Fueron unos segundos, aunque me alcanzo él tiempo para enamorarme. Sí, era la mamá de un compañero de colegio».

Paso él tiempo… casi doce años después Nicolás estaba en pareja, había terminado sus estudios secundarios y trabaja en una empresa de neumáticos. Su vida era simple y sencilla, hasta que un día su destino cambió. «Fui a hacer las compras al supermercado, solo, como habitualmente iba. Y después de tantos años, se me presentó la misma situación nuevamente. Esta vez yo tenía 20 años y tenía ante mi a aquella mujer que me había enamorado. Sentí la misma sensación en él estomago que aquella vez cuando todavía era un nene. Me quedé parado quieto. La vi pasar. Y la llamé con él pensamiento. Cruzamos una mirada y luego la perdí de vista. ¡Pensé y sentí tantas cosas juntas! ¡Quería llegar a mi casa y separarme!».

Desde ese día comenzó a ir al supermercado dos veces por semana. Claro, ella trabajaba allí y, aunque seguía siendo la mamá de un ex compañero del colegio, la simple idea de mirarla y contemplarla a la distancia lo hacía feliz. Y la puerta que se había abierto hacia ese torbellino de sentimientos lo impulsaba a replantearse su relación y querer cambiar su suerte. Era tan fuerte y verdadero lo que sentía que decidió llevar a su pareja al supermercado para presentársela. Parecía una locura, pero necesitaba confesarlo. «No hables pavadas», le dijo ella riéndose cuando Nicolás le contó que esa mujer rubia que estaban mirando los dos era el amor de su vida y que él sabía que algún día estarían juntos.

No bajó los brazos hasta que logró conseguir su nombre y apellido. Marina era música para sus oídos y alegría para su corazón. «Le escribí por Facebook. Le conté quién era, de dónde la conocía, dónde la veía. Ya para ese entonces ella había sido trasladada a otra sucursal, cosa que yo no sabía. La dejé de ver. Me sentía triste. No sabía nada de ella. Al tercer día me contestó simplemente jajajaja. Pero no perdí las esperanzas». Nicolás siguió insistiendo en su misión. Comenzaron a hablar por la red social, se contaron sus historias. Ella estaba separada hacía años y llevaba una vida tranquila.

En mayo de 2012 concretaron su primera cita. Se encontraron en un bar en Lomas de Zamora. Tomaron un café en una mesa escondida porque querían intimidad. Conversaron por horas. «Cuando la vi llegar juro por Dios que fui el hombre más feliz del mundo. Estaba por dar el paso más importante de mi vida. Después del café, con el hielo roto, decidimos caminar, buscar un lugar para cenar. Llegamos a un restaurante, pedimos la cena. Y conversamos sobre mis sentimientos. Había pasado toda la noche con la mujer de mis sueños. No lo podía creer. Cuando salimos del restaurante, ella me tomó del brazo y caminamos. Más feliz no podía ser. Me sentía liberado: había dicho lo que sentía».

Así paso él tiempo. Se veían una vez por mes y luego aumentaron la frecuencia. Nicolás siempre se comportaba como un caballero. No quería presionarla ni hacerla sentir incómoda. «Nunca un beso, una palabra de más, yo hacia mi trabajo a fuego lento. Sabía que debía ser así. Y pasaron cinco años de encuentros. Ella, negada siempre a tener algo conmigo. Yo, obsesionado en que era posible. ¡Era dura de convencer! Y yo quería terminar mi relación automáticamente y no herir a nadie». Como lo de ellos no era nada formal, a veces se daban un tiempo. Y volvían a hablar cuando se sentían solos o tristes.

Habían pasado más de dos meses desde la última vez que habían hablado. Nicolás sentía que llevaba una vida infeliz y decidió hacer una apuesta fuerte. Fue en agosto de 2016. La llamó, hablaron. Y ella confesó que lo extrañaba. Coordinaron un encuentro y salieron esa noche. Llovía, la fue a buscar a la esquina de su casa, subió a la camioneta. «Estaba más hermosa que nunca. Yo, me había cortado él pelo, me afeité, me compré ropa, perfume. Me tiré él ropero encima. Nos enamoramos…mejor dicho, se enamoró de mi., yo estaba loco por ella. Fue nuestra primera noche juntos. Ya no importaba la diferencia de edad, si su hijo había sido compañero mío del colegio, ¡ya no importaba nada!».

Pasaron los meses y los años. Aún cuando cierra los ojos, Nicolás ve el brillo en la mirada de Marina. Pasaron una noche inolvidable y eso le dio la fortaleza para decidir su separación. Tiempo después, ella le presentó formalmente a sus hijos. «Ellos sabían quién era yo, nada fue sorpresa y todo fue agradable. Cociné un rico asado en su casa, y fue la presentación oficial.. Ya hablando de nuestras vacaciones juntos. De no saber ni su nombre, pasé a vivir con ella. El amor es mágico, había ganado y no podía salir de mi asombro».

No sabe con certeza qué fue ni cómo se enamoró de ella, pero le atrajo su mirada, su cuerpo, su manera de caminar, su sonrisa. Además, luego supo y comprobó que Marina es una persona «increíble», con una historia de vida extensa y muy valorable, muy trabajadora, noble, bondadosa. Varias veces ella le había preguntado cuál era la verdad detrás de toda esa puesta en escena. ¿Una aventura, una apuesta, algo sexual? Él siempre negó todo, nada de eso era la realidad de sus intenciones. La amaba y quería estar junto a ella.

Hoy viven juntos.. Viajaron miles de kilómetros de la mano. Él tiene 27 años, ella 50 recién cumplidos. «Sé, por que lo siento, que es él amor de mi vida. Siempre la amé, desde mis ocho años y hoy, casi 20 años después soy muy feliz».

A los 8 años se enamoró de la madre de un compañerito: hoy él tiene 27, ella 50, y están juntos

A los 8 años se enamoró de la madre de un compañerito: hoy él tiene 27, ella 50, y están juntos

Fuente:https://www.lanacion.com.ar/2211720-se-enamoro-madre-companero-8-anos-15

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