Diseñados para días de camping, largas jornadas de pesca o excursiones a la montaña, los termos verdes de la marca Stanley comenzaron a verse en las casas, las playas y las oficinas argentinas. Pasaron del «mundo outdoor» a convertirse en un objeto casi aspiracional.
Pero también se transformaron en uno de los ejemplos más llamativos de cómo un producto importado en la Argentina puede llegar a costar cuatro veces más que un supermercado de Miami. La polémica arrancó en las redes sociales con imágenes del mismo producto a USD 19,82 (unos $775) en un supermercado de los Estados Unidos y a $3.899 en la Argentina.
¿Los costos de importar un producto justifican que su precio se multiplique por cinco? «El encarecimiento de un producto importado se produce por varias vías. La primera, el arancel del ingreso que según el tipo de producto es más alto o más bajo. La segunda, el costo de la logística y transporte desde el país de origen y, una vez ingresado en la cadena comercial argentina, tendrá que pagar el impuesto para llevarlo a la comercialización», detalló Marcelo Elizondo, especialista en comercio exterior y director de la consultora DNI.
«La Argentina es un país de altos costos, que haya un importador que se lo venda a un mayorista, que se lo vende a un comerciante son costos que no están en el país de origen. Pero, además, en la Argentina hay muchos productos con precios muy altos y que el mercado los paga. Uno de los problemas es que tenemos una economía muy cerrada y hay poca competencia», agregó.
Por eso, los costos impositivos, logísticos y comerciales no llegan a justificar aumentos de 400% en el precio.La empresa importadora Parallel tiene la licencia para vender la marca Stanley en la Argentina. Consultados por Infobae, relatan que comenzaron a vender el termo hace cuatro años en el país y luego de una estudiada estrategia de marketing —la venta durante la muestra de La Rural y el acuerdo con Taragüí para que lo usen los jugadores de la selección fueron clave— lograron imponerlo como un producto deseado y de uso cotidiano. Incluso se decidió que en la Argentina solo se vendan termos verdes, cuando la empresa los fabrica también en otros colores, como parte del plan de posicionamiento.
También lograron que la empresa en los Estados Unidos diseñara un «pico matero» especial sólo para los artículos que se venden en la Argentina y Uruguay. «El termo que se vende acá no es el mismo que en Miami. Está especialmente adaptado para nuestro mercado», explicó Facundo Mendizábal, presidente de la compañía.
Y destacó que entre 2017 y 2018 las ventas del producto crecieron un 400 por ciento. En Mercado Libre, por ejemplo, las visitas a las publicaciones donde se ofrecen los termos Stanley en 2018 subieron un 122% versus 2017.
Por eso, en este caso, el nivel de impuestos y cargas no alcanza para explicar la diferencia en el precio. Hay que apuntar más a la estrategia de posicionamiento del producto para encontrar motivos. «Hay que tener en cuenta la cuestión impositiva, la adaptación del producto y cuánto está dispuesto a pagar el consumidor. En este caso, el valor del producto, que se usa muchas veces por día, no es lo mismo para un argentino que para un norteamericano que quizás lo usa solo una vez al año para ir a la montaña», argumentó Mendizábal.
Smartphones, también
Otro caso ya conocido de distorsión de precios entre Estados Unidos y la Argentina son los teléfonos iPhone de Apple. El modelo iPhone X S de 256 GB se vende a $100.799 en Buenos Aires y a USD 1.149 en los Estados Unidos, donde según la ciudad en que se compre hay que sumar entre 6% y 8% de tax, lo que da unos 48.500 pesos.
Desde OneClick Argentina, uno de sus distribuidores en el país, explican que el teléfono paga un 16% de aranceles y 11,5% de impuestos para «nacionalizarse» a lo que después se suman otras cargas.