La posibilidad de que esos fascinantes registros visuales se pongan a sólo un «clic» del espectador que quiera asomarse al balcón de la historia nacional y vea tanto un pomposo desfile del «Centenario», como un mitin popular del fondo de «Caras y Caretas», amplía el derecho a la información de un único país registrado por diversas miradas, como legado para la posteridad, a través del trabajo encarado en el Archivo General de la Nación. En pocos meses podrá hacerse desde cualquier computadora la consulta digital a la que actualmente se accede desde terminales en una sala pública en el cuarto piso con posibilidad de impresión. El original va a guarda definitiva para no ser manipulado, a menos que lo solicite la Justicia o alguna otra razón de trascendencia. Actas de gobierno del Virreinato del Río de la Plata, fotografías de la construcción del Puerto de Buenos Aires, registros fílmicos de noticieros cinematográficos de la década del 40’, decretos de 1951 del ex presidente Juan Domingo Perón, son parte del inventario de la historia argentina que se atesora en el edificio de avenida Leandro Alem 246, en el bajo porteño. Unas 2.000 horas de audio de discursos oficiales y registros de la Subsecretaría de Prensa y Comunicaciones, incorporados al AGN por ser su función la de archivo del Poder Ejecutivo, incrementan su registro con los discursos presidenciales actuales. Las primeras series documentales datan del 1600, que son censos de los pueblos indígenas para determinar el tributo que tenían que pagar a la autoridad colonial española, lo que permite reconstruir cuáles eran las poblaciones de entonces, qué producían y con qué estructura jerárquica. Los fílmicos de noticieros de principio de siglo de Cinematografía Valle y estudios Glücksmann, además de Sucesos Argentinos y Noticiero Panamericano, que antes estaban disponibles pidiendo turno para ver y luego grabar en DVD, está ahora inmediatamente accesible, cargados en el servidor. El poder de la imagen es resignificado con la digitalización de unas 400 mil fotografías con escáner de pequeño y gran formato. El trabajo fue hecho por decenas de personas pertrechadas con suaves cepillos de cerda, translúcido ‘papel Japón’ de pura celulosa, adhesivo soluble al agua, folios de fino papel libre de ácido, hermosas carpetas rojas de cartulina con ph básico. Sin contar el presupuesto para salarios del personal -unos 120 expertos-, el Archivo dispuso de un financiamiento especial de 20 millones de pesos iniciales, que sirvió para acondicionar los lugares y comprar equipamiento, como varios escáner de tecnología única en el país. La Corporación Andina de Fomento -ahora Banco de Desarrollo de América Latina- destinó además 15 millones de dólares a un nuevo edificio a construir en una manzana de la derribada cárcel de Caseros, con normas adecuadas para albergar el archivo. «Además de ser una fuente de estudio clave para investigadores e historiadores, el Archivo es un lugar donde se resguardan derechos de los ciudadanos y memoria institucional», dijo el sociólogo Juan Zabala, investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y director de la institución. «Estamos tratando de traer el Archivo al Siglo XXI y esa base de datos tiene que ser consistente y estar accesible, así que pasar a ese soporte el archivo onomástico del Siglo XIX es un trabajo que no es automático porque implica todo un proceso», dijo. El procedimiento En un amplio salón iluminado, una veintena de expertos acondiciona el acervo de la sala 7, un depósito con documentación donada y adquirida cuyas condiciones de guarda están siendo cambiadas para migrar desde viejos legajos amarillentos hacia cajas en las que reposará en forma horizontal, protegida entre folios libres de ácido, un agente de deterioro. Entre el material, proveniente de un fondo de la Biblioteca Nacional con transcripciones de obras de teatro, se halla “Los contrabandistas”, de 1880.
Acceso online a la memoria institucional digitalizada del Archivo General de la Nación
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