El sociólogo de la UCA Agustín Salvia señala que los programas de asistencia social de la última década redujeron la indigencia, pero no la pobreza. Cita mediciones independientes que la elevan al 25% de la población
La reciente devaluación implementada por el gobierno argentino ya disparó fuertes críticas por parte de opositores y economistas, que pronostican que esta medida se trasladará a los precios y provocará un inevitable aumento en el índice de pobreza en el país.
En sintonía con esta fuerte advertencia, el sociólogo argentino Agustín Salvia afirma que si bien los planes de asistencia social brindados durante los últimos 10 años ayudaron a bajar la indigencia no fue así con la pobreza, que se ubica en los peores niveles de la muy criticada década de los ’90.
«La pobreza experimentó una fuerte caída después de la crisis de 2002, cuando había superado el 50%, llegando a casi la mitad en 2007 donde se detuvo la baja por dos factores: se frenó la generación de puestos de trabajo y recrudeció el proceso inflacionario», explica Salvia, coordinador del Programa Observatorio de la Deuda Social en la Universidad Católica Argentina.
El especialista agrega que «esa situación se agravó con la crisis internacional de 2009, cuando el indicador trepó a 29%, aunque la recuperación económica, con importantes aumentos salariales y una fuerte transferencia estatal hacia los más pobres, permitió retomar la tendencia a la baja en 2010 y 2011».
Sin embargo, Salvia recordó que «en los dos últimos años la curva volvió a subir; la inflación es mayor, el empleo no es tan dinámico y los aumentos salariales no superan la pauta inflacionaria. Según nuestras estimaciones, hay dos millones de personas -cerca del 5% del total- que no cubren la canasta básica de alimentos, por lo cual son indigentes. Y alrededor de 10 millones que no cubren la canasta básica total (alimentos más servicios), lo que representa un 25% de los habitantes». Esto contrasta con las polémicas cifras del Instituto Nacional de Estadísticas argentino (Indec), que señala que la indigencia está en 1,5% y la pobreza en 5,6% de la población.
Consultado sobre cuál son los motivos de este descenso de la pobreza e indigencia, el sociólogo indicó que «en parte responde al fenómeno de la inflación, pero otra parte es estructural. En el caso de la pobreza estructural, es muy difícil que mejore cualitativamente si no es a través de la transferencia de ingresos, ya que sus chances de inserción laboral son muy débiles, en sectores de baja productividad, con remuneraciones muy bajas. Inclusive, con los programas de asistencia logran salir de la indigencia pero no dejan de ser pobres».Varios funcionarios kirchneristas suelen identificar a la década de los ’90 (con Carlos Menem como presidente) como el origen de todos los males que afectan a Argentina, pero Salvia no cree que sea tan así. «Muchos argentinos que durante el menemismo no tenían salida laboral ahora lo consiguieron, pero el problema es que son puestos de trabajo de baja productividad, que no permiten que la gente salga de la pobreza», señaló el experto en diálogo con el diario El País de Uruguay.
Salvia agrega que «para mantener esa estrategia, las inversiones públicas deben ser muy fuertes, en un contexto de debilidad económica, donde el déficit fiscal aumenta y no se puede dejar de asistir a esos sectores, porque existe el riesgo de un estallido. Los saqueos de supermercados en diciembre son una muestra de lo que puede pasar. Son sectores de población que están al margen de un marco regulatorio político-institucional, que reciben una asignación mediante una tarjeta, y nada más».
«El control social es muy débil y se garantiza solo por estos programas de asistencia, en un panorama donde la ocupación laboral es más difícil, la inflación mayor y los números del Gobierno están más comprometidos como para dar más ayudas, y la situación tiende a empeorar. Dentro de este contexto, los saqueos aparecen como emergentes claros de esa situación que deja abierta la posibilidad de un estallido mayor», añade quien además es investigador del Conicet argentino.
Por último, un párrafo aparte merece el imparable crecimiento de los barrios de emergencia (más conocidos como «villas») en la nación presidida por Cristina Kirchner. «En esta década la cantidad de villas y el número de habitantes en los barrios marginales se ha incrementado en términos absolutos. En nuestro Observatorio, estimamos que a principios de la década pasada teníamos al 3,5% de la población de la Capital Federal y al 4,7% del conurbano bonaerense viviendo en villas. Pero 10 años después, los estudios nos muestran que la gente que vive en estos asentamientos en la ciudad de Buenos Aires trepó hasta el 5,5%, y a 8,5% en el conurbano. Por esto creo que la anterior no fue una década ganada como asegura la presidenta Kirchner pero tampoco una década perdida, sino una década desperdiciada».
Fuente > infobae.com