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viernes, noviembre 22, 2024
Brasil: el derrumbe de una de las estrellas emergentes
Brasil: el derrumbe de una de las estrellas emergentes

Brasil: el derrumbe de una de las estrellas emergentes

En la Argentina, al igual que en el mundo desarrollado, el programa de la «izquierda moderna» del Partido de los Trabajadores del ex presidente Luiz Inacio «Lula» da Silva, era considerado como el esquema adecuado para el pasaje de una nación de desarrollo intermedio a una verdadera potencia industrial y de servicios del siglo XXI. Lula, exhibido como la alternativa positiva al «socialismo del siglo XXI» del líder venezolano Hugo Chávez, intentó crear una economía avanzada industrialmente sobre la base de la explotación del petróleo y sus servicios derivados, asociando a este fin a las grandes constructoras brasileñas, que se encuentran entre las más poderosas del mundo. Alrededor de este pivote fundamental -al que se añadían las grandes entidades financieras locales, las inversiones del capital extranjero del rubro automotor y las commodities producidas por el país, la soja en primera lugar- el PT y sus aliados del PMDB del ahora presidente interino, Michel Temer, Brasil alcanzó tasas de crecimiento del 7,5% en 2010. El «milagro» brasileño ha devenido en la mayor crisis de la historia moderna de Brasil, superior a la de la Gran Depresión, y está planteando un desafío descomunal al poder económico Esta expansión, que se prolongó durante 10 años, tuvo como motor fundamental el súper ciclo de ascenso del precio de las materias primas a escala mundial, que permitió al gobierno de Lula incorporar al consumo a los sectores más pobres y ampliar la demanda a través del endeudamiento de las clases medias y de los asalariados mejor pagos. Esta conciliación de intereses económicos y sociales diversos erigió a Lula en líder indiscutible de la «modernización» de Brasil a escala regional e internacional, a pesar de la crisis mundial de 2007-2009 y del primer episodio de envergadura de corrupción estatal conocido como «mensalao». La alianza del PT, el PMDB y otros sectores de la política de Brasil le dio a sus gobiernos una estabilidad política relativa que le permitió atravesar exitosamente los momentos de baja económica mundial y los conflictos creados por la corrupción interna. Pero lo que fue su fuerza se transformó en su principal debilidad al estallar las bases de sustentación económica del modelo en los últimos cuatro años, ya que los aliados aparentemente incondicionales del PT devinieron ni más ni menos que sus enemigos más acérrimos. No otra cosa es lo que ha ocurrido con la destitución de su sucesora, Dilma Rousseff, quien tras asumir la presidencia en enero de 2011 comenzó a desarrollar una política económica dirigida a introducir modificaciones de importancia, particularmente para frenar el creciente déficit fiscal, el bajo crecimiento y las consecuencias de la «guerra de divisas» internacional que perjudicaba al sector exportador. Desde 2012 en adelante, con la caída de los precios de los commodities, el PIB de Brasil comenzó a descender acompañado de una devaluación continuada del real, a pesar de lo cual mantuvo el nivel de empleo y asistencia social masiva. Pero el segundo triunfo electoral de la presidenta en 2014 fue por un estrecho margen de dos puntos sobre su rival conservador Aecio Neves, ya en condiciones de abierta crisis económica y política que derivó, finalmente, en el juicio político que la destituyó provisoriamente este mes. Las cifras de la crisis, más allá del estallido del Lava Jato, el caso de corrupción de políticos, funcionarios y empresarios alrededor de la empresa petrolera Petrobras, son terminantes para entender el proceso en curso. El desempleo, que en 2010 estaba en 6,8% de la población económicamente activa, pasó en 2015 a 10,9%; el PIB pasó de crecer al 7,5% ese año a un retroceso del 3,8% el año pasado, resultado que será similar en 2016; la tasa de inflación casi se duplicó, desde 5,3% a 9,3%, mientras que la venta de automóviles se desplomó desde 700.000 a 446.000 unidades en el mismo período. El sector automotor da un ejemplo aún más claro del derrumbe, ya que de los 3,7 millones producidos en

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