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Apostador perdió u$s127 millones y marcó un récord en Las Vegas

Un empresario enfrenta hasta 28 años de cárcel por falta de pago. La Justicia investiga si la compañía de casinos lo emborrachó para que gaste sin control

A lo largo de un año de apuestas en los casinos Caesars Palace y Rio de Las Vegas en 2007, Terrance Watanabe consiguió perder casi u$s127 millones.
Se cree que la mala racha de Watanabe fue una de mayores pérdidas por parte de una sola persona en la historia de Las Vegas.

Devoró gran parte de la fortuna personal de Watanabe, dice, que amasó durante más de dos décadas al frente del negocio de importación de artículos de fiesta de su familia en Omaha, Nebraska. También benefició a la matriz de los dos casinos, Harrah's Entertainment Inc., que generó alrededor del 5,6% de los ingresos en apuestas de Las Vegas de las pérdidas de Watanabe ese año.

Actualmente, Watanabe y Harrah's están en pugna por otro asunto: si la compañía de casinos tienen alguna responsabilidad por sus pérdidas.

En una demanda civil en la corte de el distrito del Condado de Clark el mes pasado, Watanabe, de 52 años, dice que el personal del casino le atiborraba de alcohol y medicación contra el dolor de manera rutinaria como parte de un plan sistemático para que siguiera jugando.

La Junta de Control de Juegos de Nevada ha abierto una investigación por separado para tratar de determinar si Harrah's violó las regulaciones para las apuestas, a partir de alegaciones realizadas por Watanabe.

En abril, la fiscalía del condado de Clark acusó a Watanabe de cuatro cargos de intento de fraude y robo a Harrah's, a raíz de u$s14,7 millones en crédito que el casino dice que le extendió y que él perdió, según The Wall Street Journal.

Aunque Watanabe ha pagado casi u$s112 millones a Harrah's, se ha negado a pagar el resto. Niega los cargos alegando que el casino renegó de su promesa de devolverle algo de sus pérdidas, y lo animó a apostar más mientras estaba borracho. De ser hallado culpable, Watanabe afronta hasta 28 años de cárcel.

Jan Jones, vicepresidente de comunicaciones y relaciones gubernamentales de Harrah's dice que la demanda civil de Watanabe y su defensa contra los cargos criminales son intentos para tratar de evitar pagar la deuda y para evitar aceptar la responsabilidad por sus propios actos.

"Watanabe es un acusado que podría ir a la cárcel", dice Jones. "Todas sus declaraciones deben ser consideradas a partir de esa premisa".

The Omaha World-Herald Varios antiguos y actuales empleados de Harrah's dijeron que sus gerentes les dijeron que dejaran que Watanabe siguiera apostando mientras estaba visiblemente intoxicado, a pesar de que las reglas del casino y las leyes estatales estipulan que no se debe permitir que alguien que está claramente borracho haga apuestas. Estos empleados dicen que tenían miedo de ser despedidos si hacían algo para desalentar a Watanabe de apostar en los casinos.

Jones dice que la política de la compañía es pedirle a jugadores intoxicados que no jueguen. Dice que Harrah's ha llevado a cabo una investigación interna sobre cómo sus empleados trataron a Watanabe, pero rehusó revelar detalles debido a la demanda en curso.

Watanabe rehusó ser entrevistado para este artículo. Su abogado, Pierce O'Donnell, dice que Harrah's "se aprovechó" de la condición de Watanabe. Pero O'Donnell dice que su cliente reconoce que "bebió demasiado". Watanabe "toma total responsabilidad por su estado en esos momentos…no está diciendo que el diablo le impulsó a actuar así".

La situación de Watanabe ilustra la relación frecuentemente difícil que tienen los casinos con sus mayores clientes, conocidos como "ballenas".

Los casinos tratan de atraer a estos clientes acaudalados dándoles habitaciones de lujo, enviándoles aviones privados y un equipo de asistentes personales para cumplir todos sus deseos, desde transferencias bancarias a viajes de pesca a Alaska.

Los analistas dicen que la competición por atraer a este grupo se ha vuelto particularmente intensa porque la porción de ingresos que obtienen de clientes que gastan mucho parece ir en aumento en medio de una crisis en las apuestas en general.

Parte de ese análisis se basa en los ingresos del baccarat, un juego de alto riesgo favorecido por los clientes acaudalados. Los juegos de baccarat en los casinos de la avenida principal de Las Vegas aumentaron a 14,7% de los ingresos en a puestas en los pasados 12 meses, comparado con el 13% durante el mismo periodo de 2007, según reguladores estatales de los juegos. Los ingresos de todas la apuestas en la avenida principal en el mismo periodo cayeron 19,1%.

Sin embargo, los operadores de casinos con frecuencia tienen dificultades con los clientes ricos. Algunos son jugadores compulsivos cuyas pérdidas (por no decir sus vidas) pueden salirse rápidamente de control. En algunos casos, los jugadores han tratado de culpar a los casinos en demandas civiles. Estos intentos rara vez son exitosos, dicen los expertos.

En 1993, el ex dueño del equipo de fútbol americano las Águilas de Filadelfia, Leonard Tose, no logró convencer a un jurado en un juicio contra Hollywood Casino Corp. De que empleados del casino lo habían emborrachado tanto que no sabía qué estaba haciendo cuando perdió millones de dólares en Atlantic City. Como resultado de esto, Tose tuvo que pagarle al casino u$s1,23 millones en deudas de juego. Tose falleció en 2003.

Nevada considera la deuda de juego como un asunto penal que es manejado por la unidad de cheques sin fondos de la fiscalía del distrito. La mayoría de los acusados aceptan pagar la deuda a través de un plan de pago antes de que sean presentados cargos y 10% del dinero se destina a la financiación de la unidad.

El condado de Clark, que incluye a la ciudad de Las Vegas, procesa unos 200 casos relacionados a deudas de juegos por mes, señala Bernie Zadrowski, quien dirige la unidad de cheques sin fondos.

Al igual que en los casos civiles, las personas con presuntas deudas impagas a veces tratan de evitar los cargos penales alegando que los casinos tuvieron un rol en mantenerlos intoxicados.

Aunque Zadrowski se rehusó a comentar específicamente sobre el caso de Watanabe, dice que este tipo de defensa casi nunca funciona en la corte penal: "De forma uniforme, la regla es 'nadie te emborrachó'".

Los reguladores del estado tienen la autoridad para multar a los casinos por dejar que personas visiblemente intoxicadas sigan jugando, pero tales multas no han sido impuestas, dice Brian Duffrin, secretario ejecutivo de la Junta de Control de Juegos y de la Comisión de Juego del estado de Nevada.

De todos modos, los casinos a veces prohíben a los jugadores que se comportan de manera irregular o que sospechan que no pagarán sus deudas. "Casi se vuelve una decisión de beneficio o costo", afirma Glenn Christenson, un ex ejecutivo de Station Casinos que ahora preside la junta del Centro Nacional para el Juego Responsable, una organización financiada por la industria para combatir la adicción, según TWSJ.

Watanabe afirma en documentos judiciales que le fue prohibida la entrada al casino Wynn en 2007 debido a su juego y consumo compulsivo de alcohol. Una portavoz de Wynn no quiso comentar sobre el asunto.

Los casinos Caesars y Rio, de Harrah's, continuaron dándole la bienvenida. Como parte del caso penal contra Watanabe, Wilson Ning, un ejecutivo de marketing de Harrah's, testificó ante un gran jurado en abril que no vio a Watanabe intoxicado en Caesars o Rio, según Zadrowski.

En 2007, la prodigalidad de Watanabe se hizo casi tan legendaria como su inclinación al juego. Según documentos judiciales, Watanabe señala que regularmente les daba a los empleados de Caesars fajos de billetes de u$s100 que podían valer hasta US$20.000.

Al Deleon y Kristian Kunder, dos de los cuidadores personales de Watanabe en Caesars, afirman que pedía miles de cajas de Tiffany con tarjetas de regalo de u$s50 o monedas de regalo de u$s100 para regalárselas a camareros, operadores de clubes nocturnos, guardias de seguridad y otras personas.

Cuentan que una vez le dijo a un guardia de seguridad que fuera a un supermercado a comprar todos los cortes de bistec que encontrara y luego se los regaló a los empleados.

Imperio de baratijas
Nacido en Omaha, en el estado de Nebraska, Watanabe amasó su fortuna vendiendo baratijas de plástico, del tipo de productos con los que se llenan las piñatas y que se regalan en carnavales y eventos de beneficencia: bastones llenos de oropel, varitas mágicas que se encienden, anillos de araña de plástico que cuestan u$s1 por una bolsa de más de 100.

Su padre, Harry Watanabe, fundó la empresa de importación, Oriental Trading Co., en 1932, luego de inmigrar de Japón. De niño, Watanabe y su hermana y hermano menores trabajaban junto a su padre luego de la escuela. Su madre, Fern, una nativa de Nebraska, trabajaba de secretaria en la empresa.

The Omaha World-Herald Algunos que conocían a Watanabe en Omaha lo describen como tímido y reservado.

Pero también era astuto en cuestiones de marketing y de selección de productos, dice Bob Thomas, un director de operaciones en la compañía. Esas destrezas fueron las que ayudaron a Watanabe a convertir un modesto negocio de juguetes en un imperio por catálogo que generaba u$s300 millones en ingresos cuando fue vendido en 2000, dice Thomas.

El trabajo consumía todo su tiempo, dicen ex asociados. Viajaba durante largos lapsos de tiempo para examinar mercancía en Asia. Nunca se casó. Su hermana y otros que le conocen dicen que no creen que tuvo nunca ninguna relación sentimental significativa. "Esa era su vida, esa compañía", dice Thomas. "Lo consumió".

En 1995, Watanabe compró una mansión de 1.672 metros cuadrados en 1,5 hectáreas de terreno por u$s1.8 millones, según RealQuest. Como importante filántropo de Omaha, dio millones a servicios para pacientes de Sida, según los documentos de su fundación. También donó casi u$s500.000 a causas políticas, sobre todo al Partido Demócrata.

En 2000, Watanabe vendió su empresa a Brentwood Assoc. de Los Angeles por una suma no revelada. Oriental Trading fue posteriormente comprada por el Carlyle Group.

Tras la venta, Watanabe dijo que su plan era centrarse en su trabajo filantrópico y divertirse más. "Si no es divertido, no vale la pena hacerlo", dijo Watanabe al periódico de su ciudad, el Omaha World-Herald, en 2000.

Las donaciones de su fundación aumentaron, pero pronto llegó el desasosiego. Varias ideas de negocios, como la apertura de un restaurante, no llegaron a nada. "No sabía qué hacer con su tiempo", dice su hermana.

Apostando hasta la camisa
Halló la respuesta en el casino de Harrah's en Council Bluffs, Iowa, al otro lado del río que la separa de Omaha. Empezó a jugar allí en 2003, según documentos de la demanda civil de Watanabe. Se convirtió en uno de los principales clientes del casino, dice Gabe Sullivan, un ex anfitrión de Harrah's que le atendió allí.

Cuando empezó a viajar con frecuencia a Las Vegas en 2005, las apuestas y el consumo de alcohol de Watanabe aumentaron, según su demanda civil.

En 2006, Watanabe residió principalmente en el casino Wynn Las Vegas de Wynn Resorts. Según dice, sus grandes apuestas llamaron la atención del presidente ejecutivo Steve Wynn. Tras reunirse con él en junio de 2007, Wynn concluyó que era un jugador compulsivo y un alcohólico y le prohibió la entrada al casino, según una carta a la Junta de Control de Juego de Nevada redactada por el abogado de Watanabe, Pierce O'Donnell.

Jones, el vice presidente de Harrah's, dice, "Nosotros no teníamos entendido que fue echado de Wynn por un problema de juego".

El operador de casino le ofreció condiciones generosas para apostar en sus casinos, según la carta de Watanabe a la Junta de Control y copias de correos electrónicos enviados por Harrah's al asistente de Watanabe que se incluyeron en los documentos presentados a la corte.

En una serie de correos electrónicos firmados por Ning, el ejecutivo de marketing de Harrah's, la compañía de casinos le expuso las condiciones que estaba dispuesta a ofrecerle, que incluían "una fórmula especial sólo para Watanabe".

Ning especificó que entre las ofertas estaban entradas para los Rolling Stones, u$s12.500 al mes para gastos de avión y u$s500.000 de crédito en las tiendas de regalo. Harrah's también le ofreció un 15% de devolución en las pérdidas superiores a u$s500.000, juegos especiales con apuestas muy altas y otros incentivos. Watanabe alega que Harrah's posteriormente retiró esas condiciones.

Ning no respondió a solicitudes de comentario. Jones rehusó realizar comentarios sobre si la compañía retiró incentivos, pero dice que "la práctica de ofrecer incentivos y descuentos a jugadores significativos no es inusual".

Varios empleados dicen que Watanabe se quedaba en las mesas hasta por 24 horas, a veces perdiendo hasta u$s5 millones en una sola sesión. Se le permitía jugar tres manos simultaneas de blackjack con un límite de u$s50.000 para cada una. En un punto, el casino elevó su crédito a u$s17 millones, según documentos de la corte.

Cuando Sullivan visitó a Watanabe en Las Vegas en el punto más alto de su frenesí, en 2007, dice que Watanabe parecía incoherente y tenía problemas para recordar detalles de las conversaciones. Otros empleados recuerdan que Watanabe daba tumbos por las mesas y se quedaba dormido en ellas, algunas de las cuales estaban al lado de un bar con música a todo volumen.

Kunder y Deleon dicen que le dijeron a sus gerentes con preocupación que Watanabe estaba demasiado intoxicado y se les dijo que no se involucraran. "Nadie quería ser el que le dijera que no más", dice Kunder. "Teníamos miedo de lo que los gerentes harían si él se iba por culpa de nuestras acciones".

Su hermana dice que hacia finales de 2007 Watanabe le confesó el alcance de sus pérdidas y ella lo llevó de nuevo a casa. Watanabe volvió a apostar en Las Vegas por un período en 2008, pero entró a un centro de rehabilitación ese año y no ha vuelto a un casino desde entonces, dice su hermana

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