En esta caída estrepitosa del sector, una nueva víctima: Pippo, un ilustre restaurante del paisaje metropolitano. Fundado en 1937 cuando la avenida Corrientes era de doble mano, el presidente era Agustín Pedro Justo y el Obelisco tenía apenas un año de vida, se convirtió en “una tradición porteña”, como presumían en sus redes sociales. Decían que el restaurante era un espectador vivo de la historia del país.
Sus propietarios les informaron a sus 25 empleados que ya no volverán a abrir. Sus teléfonos fijos no suenan y los mensajes de Whatsapp para encargar comida no tienen respuesta. En sus redes sociales, la actividad cesó hace varios días. Lo único que se renueva es la súplica de sus clientes habituales. Pippo se volvió tendencia en Twitter, donde famosos y no famosos se encargaron de difundir la noticia con un nítido sesgo de nostalgia.