El miedo del aparato republicano es tal que inclusive algunas de sus principales figuras salieron este martes, el día más importante de la interna presidencial estadounidense, a repudiar al empresario multimillonario y a separar al partido de su discurso racista. Todo listo para un supermartes que tiene como favoritos a Clinton y Trump «Si una persona quiere la nominación del Partido Republicano, no puede haber evasiones o juego. Debe rechazar cada grupo o cada causa fundada sobre la intolerancia», sentenció ante la prensa Paul D. Ryan, el presidente de la Cámara de Representantes, en referencia a la negativa de Trump a repudiar públicamente el apoyo de un ex líder del grupo ultraxenófobo, Ku Kux Klan. «Nuestro partido no se basa en prejuicios de la gente», concluyó, uniéndose al coro de analistas y ex funcionarios republicanos que este martes salieron a golpear a Trump y a advertir al electorado sobre las potenciales consecuencias que podría tener un triunfo suyo. Mientras Ryan sostuvo que apoyará a quien gane la candidatura presidencial en la convención nacional del Partido Republicano en julio próximo, no todos sus correligionarios piensan lo mismo. El senador por Nebraska, Ben Sasse, advirtió este martes en las redes sociales que si Trump arrasa en el supermartes y consigue la mayoría de delegados necesarios para imponerse en la convención nacional, podría dejar el partido. Tras cuatro primarias y caucus (asambleas populares), apenas 115 de los 1237 delegados necesarios para obtener la candidatura presidencial a mediados de año ya se pusieron en juego. De esta pequeña porción, Trump se quedó con un 60%, es decir, con el apoyo de 82 delegados, mientras que sus dos principales competidores, los jóvenes y conservadores senadores Ted Cruz y Marco Rubio, acumularon 17 y 16, respectivamente. Este martes, los republicanos se disputarán 661 delegados en 12 estados, lo que significa que si alguno de los tres logra despegar y conseguir más de un tercio podría marcar una tendencia casi irreversible para el resto de la campaña. Según las encuestas, Trump podría lograr esta hazaña, pese a que aún no consigue el apoyo de la cúpula del Partido Republicano y de sus principales apoyos económicos. Hasta ahora sólo cosechó el respaldo de su ex rival en la interna presidencial, el gobernador de Nueva Jersey, Chris Christie, y de un senador y tres congresistas. Del lado demócrata, en tanto, se pondrán en juego 865 delegados, que sumados a los 636 que ya fueron decidios en los primeros cuatro estados de esta serie de primarias, representan más de la mitad de los 2383 delegados que debe conseguir uno de los dos presidenciables para obtener la candidatura en julio en la Convención Nacional del partido. Clinton ya cuenta con 551 delegados apalabrados, mientras que su principal y único rival, el veterano senador socialista por Vermont, Bernie Sanders, apenas amasó el apoyo de 85. Excepto por algunas pocas excepciones, como Vermont y Massachussets, Clinton es la clara favorita para quedarse con la mayoría de los estados. En Vermont, donde Sanders votó bien temprano a la mañana, el nuevo referente de la izquierda estadounidense promete imponerse por un amplio margen. Massachussetts, por su parte, es uno de los estados azules más progresistas del país, como se conoce a los distritos tradicionalmente demócratas en Estados Unidos. «Detesto a Hillary Clinton. De los que compiten este año, ella es la que más tiene dos caras (…) No puede cobrar 65.000 dólares o algo así para dar una charla de media hora en Goldman Sachs y después hacer como que le interesa», sentenció, haciendo referencia a una de las mayores entidades financieras del mundo, Peter Nielsen, un ingeniero mecánico de 63 años, tras votar en las afueras de Boston, Massachussetts. Mientras Clinton esperará este martes por la noche los resultados en Miami, Florida; Sanders lo hará en su estado, Vermont. Trump, en tanto, hará un par de presentaciones en Ohio y Kentucky, antes de terminar el día
Comienza el Supermartes y los republicanos temen un posible triunfo de Trump
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