Con la presencia de autoridades nacionales -Pablo Avelluto, ministro de Cultura de la Nación, y Enrique Avogadro, responsable de Cultura y Creatividad- y locales, como el intendente Martín Yesa, el encuentro fue oportunidad para otra de las tenidas sociales que sabe organizar Carlos Morelli. Previo a la proyección del filme, el conductor de «El cine que nos mira» y la recordada «Función privada», donde desarrolló su locuacidad junto a Rómulo Berruti en la década del 80 del siglo pasado, presentó a Alejandro Cacetta, titular del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales, y repartió plaquetas por distintos motivos. Homenajeó con ellas a los españoles Natalia de Molina, actriz de «Techo y comida», Daniel Guzmán, director de «A cambio de nada» -ambos ganadores de los Premios Goya- y Gracia Querejeta, directora de «Felices 140», y a varios locales. Entre ellos al recordado Fernando Ayala en la persona de su socio Héctor Olivera por los 60 años de la película «Los tallos amargos» y a Oscar Barney Finn, Ricardo Wullicher y Alberto Fischerman -a través de su hijo Pablo- por los 35 de «Misteriosa Buenos Aires». Sobre el escenario o en la platea se pudo ver a Graciela Borges, Graciela Dufau, Antonella Costa, Pablo Moret, Hugo Urquijo, el productor Fernando Sokolowicz y el músico Alberto Quercia Lagos, dentro de unas presencias que no han variado demasiado en Pantalla Pinamar pese al cambio de autoridades. Comenzada la proyección una hora larga después de lo anunciado, «El tesoro» -premiada en Cannes, Atenas, El Cairo y nominada en otros festivales- mostró a un padre de familia, adicto a leerle las aventuras de Robin Hood a su pequeño hijo, envuelto en una rara peripecia. Empujado por un vecino al cual no conoce demasiado se pone a buscar un tesoro escondido en el jardín de una casa, enterrado por el abuelo del vecino, con la ayuda no desinteresada de un irascible buscador de bombas subterráneas. La película tiene un humor leve que, más allá de las distancias culturales y geográficas remite a esa melancolía de ciertos títulos uruguayos, y como es costumbre en el director -«Bucarest 12:08», «Policía, adjetivo», «Cae la noche en Bucarest»- se desarrolla a través de largos planos fijos y con muchas voces y sonidos fuera de cámara. Ese tono lánguido se extiende a la relación del protagonista con su mujer, su hijo y sus compañeros de trabajo en una pequeña oficina y llama la atención la opacidad lumínica de algunas secuencias de exteriores como las de la plaza en que juega el chico. Pantalla Pinamar 2016 comenzó con fuerza pese al mal tiempo y a las demoras en la proyección debidas a la ceremonia -que molestaron con razón a los espectadores que hacían cola en el hall- y demostró la importancia de la muestra en la zona costera y en el país. Uno de los platos fuertes para la jornada de hoy es el inicio del segmento dedicado al centenario de la independencia de Irlanda con «1916: la rebelión irlandesa», de Ruán Magan y Pat Collins, narrada por Liam Neeson, que narra a través de materiales inéditos el alzamiento de un grupo revolucionario en Dublín contra la dominación británica. La proyección, que es estreno mundial incluso antes que en su propio país, tiene su interés por la calidad del filme y su relato social, aunque existe cierta inquietud porque el azar quiso que a la misma hora se juegue el clásico Boca-River. De todos modos la nueva edición de Pinamar está cargada de enorme interés, con títulos argentinos y de diversos países -algunos en primicia, otros que no van a tener distribución comercial entre nosotros- que hasta el 12 de marzo van a llenar sin duda las dos salas de exhibición.
Con varias figuras y el estreno de un filme rumano, comenzó Pantalla Pinamar
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