Coradina opina que el arbitraje argentino es bueno

Coordinador técnico del Colegio de Árbitros de la AFA, veedor de la Conmebol y de la FIFA, instructor, formador y pedagogo, Coradina redobla la apuesta: «Respeto todas las opiniones, pero desafío a que me demuestren que en lo que va del año ha habido muchos arbitrajes deficientes. Mucho se habla de una mirada arbitral que prioriza a los clubes grandes, pero resulta que la mayoría de los grandes quedaron en el camino y uno de ellos perdió en la final». Esa final, la que jugaron Lanús y San Lorenzo, le dio el pie para referirse a Darío Herrera, responsable de uno de los errores/horrores de que se tenga memoria: «Lo admito, en aquel Lanús-Rafaela se equivocó en grande, cobró algo que no había pasado, pero primero en un Boca-River y después en la final del campeonato demostró que está a la altura de una Primera División». Cuando se le hace notar que una suma de informes favorables nada garantiza, por cuanto también los veedores pueden cometer fallas significativas, el patriarca Coradina, de 75 años, explica que cada informe debe de ser minucioso, por cuanto consta de más de cien ítems, pero por si fuera poco, «el veedor también está en la picota, el veedor también es examinado, de eso entre otras cosas se trata mi trabajo, yo estoy para controlarlos, partido a partido y jugada a jugada». Llegado este punto de la sustanciosa entrevista que tuvo lugar en la oficina de Coradina en la sede de la AFA, Viamonte al 1300 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, se impone una pregunta de rigor: ¿pone las manos en el fuego por la honestidad de los árbitros? La respuesta es inmediata, «en principio, sí», y tras una breve pausa, el sugestivo añadido: «claro, hasta que no me demuestren lo contrario». En esa misma línea de razonamiento Coradina admite que la impericia y la venalidad son lastres que atañen a todas las profesiones, incluida la de árbitro, considera que acerca de arbitrajes comprados y partidos amañados hay una tendencia natural, del hincha, a ver o intentar ver debajo del agua y que la menor manera de disipar las nubes de perspicacia es mantenerse a salvo de las presiones del entorno y perseverar en la capacitación. «Lo mío es el trabajo puertas adentro, estoy en el fútbol de toda una vida, ligado al arbitraje desde muy joven, he vivido épocas muy diferentes, de las mejores y de las peores, hace casi un cuarto de siglo que estoy en la AFA y hasta donde sé mi gestión no ha sido cuestionada», repone, quien divide los estilos de los jueces en dos grandes trazos («está el que tiene mentalidad de futbolista y trabaja de árbitro y está el árbitro por esencia») y suscribe una vieja premisa del célebre Pedro Escartín, maestro de maestros: «el juez debe ser un fino psicólogo». Este ingrediente, el emocional, es de los que Coradina juzga indispensables: «De hecho, estoy pensando en invitar al prestigioso neurocientífico Facundo Manes para que les dé una charla a los jueces y les arrime mayores herramientas en todo lo que está vinculado con lo mental». A decir del Coordinador Técnico del Colegio de Árbitros de la AFA, amén de lo psicólogico un juez que se precie de tal debe de manejar con fluidez los casilleros de «la presencia, el reglamento, el control del juego y la vida cristalina. Sí: debe ser honesto y, además, demostrarlo». Uno de los temas que más preocupa a Coradina es el de la eventual arrogancia de los jueces, y eso porque empieza por admitir que todos los jueces tienen una dosis de soberbia: «Tanto es así que cada árbitro está obligado a trabajar internamente esa cuota de soberbia. Controlar al soberbio que tiene adentro. He tenido uno, cuyo nombre no le daré, entiéndame, sentado en la misma silla en la que ahora está sentado usted, al que hubo que bajarlo del caballo. Y aunque le costó un tiempo, se bajó del caballo». Este legendario árbitro, sobre todo de los torneos de Ascenso («no fui bueno, tampoco de los malos; normal, le diría»), se exime de opinar del caos institucional de la AFA («lo mío es lo técnico, ojalá que todo esto