Ocho de cada 10 argentinos dicen pertenecer al segmento que les permite escalar socialmente. Pero según la nueva pirámide social, esa proporción es bastante menor.
Si se le preguntara a un grupo de personas si saben cuáles son los atributos que caracterizan a la «clase media», la mayoría de ellas respondería afirmativamente y -acto seguido- enumeraría una lista de rasgos que la emparentan con este segmento.
De hecho, al consultarles a buena parte de los argentinos acerca de si se consideran integrantes de este estrato social, casi todos contestarían que sí hasta de manera instintiva.
Tanto es así que, en la actualidad, de cada diez personas ocho dicen formar parte de este segmento aun sin saber, a ciencia cierta, el nivel de ingresos o las características que lo definen.
Una primera pista sobre el porqué ser un clase media calza a la perfección para «casi todos y todas» viene por el lado de la negativa. Es decir, en este nivel socioeconómico se auto-incluyen aquellos que no se sienten «ni ricos, ni pobres».
Hay personas de pocos ingresos que no se reconocen a sí mismas como miembros de la clase baja. Y, de la misma forma, hay una minoría rica que rechaza formar parte de una «élite» de millonarios.
Es por eso que los expertos distinguen entre lo que significa «ser de clase media» -desde el punto de vista de los ingresos- y componer un grupo que comparte valores que, históricamente, estuvieron emparentados con este sector.
Este grado de pertenencia es algo que llama la atención ya que, al poner la lupa en este grupo que ocupa el centro de la pirámide social, se observa que resulta bastante más heterogéneo y complejo de lo que muchos piensan.
«Comprender el significado de esta clase social es prácticamente entender la argentinidad», señala Guillermo Olivetto, reconocido experto en consumo y titular de la consultora W.
Y aclara que formar parte dista de ser una cuestión vinculada exclusivamente con el nivel de ingresos. Destaca que «este sector tiene la característica de que si se forma parte, entonces ordena, tranquiliza y construye un sentido de pertenencia».
¿Cuánto se debe ganar?
Más allá de lo difusa que pueda resultar la composición, en la Argentina este gran «aglomerador» tiene una fuerza tal que influye tanto en la toma de decisiones diarias como en los hábitos de consumo.
En palabras de Oliveto, «de allí emanan sus expectativas, sus demandas, sus patrones de compra, sus preferencias políticas y hasta sus opciones electorales».
Si bien son muchas las variables que se entrecruzan para establecer los parámetros, en términos cuantitativos, existen «pisos» y «techos» de ingresos que ayudan a distinguir quiénes forman parte de este estrato social.
Estos se pueden apreciar en la última pirámide socio-económica, que se muestra a continuación y que no incluye las mejoras salariales de 2014 (ya sea que se hayan dado o que esté previsto otorgarse).
Puntualmente, y según lo arroja el informe conjunto de la Consultora W y Trial Panel, este segmento se divide en dos subgrupos:
-Clase media típica: comprende a los que perciben por mes entre $6.700 y $12.000.
-Clase media alta: incluye a los que obtienen ingresos de entre $12.000 y $33.000 por mes.
Otro de los datos que se desprende del estudio tiene que ver con el total de personas que conforman la llamada «clase media típica» (C3): una de cada tres familias pertenece a esta franja socioeconómica ($6.700 a $12.000).
Más arriba en la pirámide se ubica la «clase media alta» (C2) que comprende una menor proporción. Concretamente, al 17% de los grupos familiares ($12.000 a $33.000).
En la cima se ubica la clase «top» o ABC1, conformada por aquellas familias que superan los $33.000 mensuales. Sólo un 7% del total se encuadra en este grupo.
Ser pero no ser
Algunos datos del estudio de la pirámide poblacional dan cuenta de que no siempre la percepción de pertenecer a una determinada clase tiene correlación con los números reales.
De hecho, a partir de la investigación, se disparan dos conclusiones:
1. La «clase media típica» y la «clase baja superior» tienen casi la misma cantidad de miembros (del orden del 30%).
2. La «clase media alta + la clase media típica» reúnen un total de personas (47%) muy parecido al de los dos estratos de más abajo de la pirámide (clase baja superior y clase baja).
En resumen, si bien el 80% de los argentinos dice ser de clase media, lo cierto es que -según la investigación- dicho porcentual es, en realidad, la mitad, considerando los niveles de ingresos.
Según lo explica Oliveto, la clase media «real» está integrada por unas 20 millones de personas, mientras que la «imaginaria» (es decir la de quienes creen formar parte de este sector) comprende a algo más de 32 millones.
Los «símbolos» de la clase media
Dejando de lado los «fríos» números y teniendo en cuenta factores de tipo cualitativo, los integrantes del segmento suelen identificarse con algunas cuestiones que, en algunos casos, funcionan como aspiracionales. Los que menciona Oliveto son:
1. Consumir y tener un trabajo
Según afirma el consultor, tener un buen puesto laboral es el atributo por excelencia. «Por paradójico que parezca, en Argentina este estrato se identifica a sí mismo como la clase asalariada», indica el director de W Consultora.
Esto es así, continúa Oliveto, porque lograr un cierto nivel de ingresos es lo que habilita el poder adquirir determinado tipo de bienes que son de «típico arraigue clase media».
Es así que, la preocupación por perder el puesto de trabajo -si bien afecta a todos los estratos y niveles de ingresos- cobra particular relevancia en este segmento.
2. Vivienda propia y auto
Si bien en la Argentina actual comprar un inmueble se ha transformado casi en una «misión imposible», el consultor señala que el «techo propio» funciona como una meta o aspiracional.
Esto es así, según el experto, porque los de clase alta ya lo poseen y los pertenecientes a los estratos más bajos saben que -en general- no pueden acceder a una unidad de determinadas características y en algunos barrios identificados con este segmento. En consecuencia, no la tienen como un objetivo inmediato.
Sobre este punto, el experto afirma que «en un país de oscilaciones bruscas como éste, tener una vivienda propia es percibido como un reaseguro frente a los vaivenes de las crisis».
En el caso del auto, Oliveto destaca que históricamente este bien, junto con la casa, ha funcionado como símbolo de ascenso social.
Para el experto, el kirchnerismo supo leer una de las principales ansias de la sociedad tras la crisis de 2001: «Volver a ser», lo que implicaba recuperar parte de la idiosincrasia de la clase media.
Es así que se fomentó el consumo de distintos tipos de bienes como base del modelo. Y -dentro de ese modelo consumista- el 0Km se consagró como uno de los grandes símbolos.
Para los analistas, funcionó como «chapa identificatoria» para que alguien muestre al resto el ascenso logrado en la pirámide social.
«En una sociedad que construyó su identidad bajo la impronta de la movilidad social ascendente, el 0Km ha tenido múltiples significados. Pero hay uno que sintetiza todos los demás: ‘Llegué’», destaca Oliveto.
El «lado b» del boom de la venta de autos que tuviera lugar a lo largo de la década -y que se prolongara hasta el año pasado- es el caída en la compra de inmuebles y la falta de créditos hipotecarios para la clase media.
En palabras del experto, facilitar el acceso a la vivienda propia a este segmento (que no se identifica con los planes Procrear) es la «gran asignatura pendiente» del kirchnerismo.
Por esta razón, agrega, al partido político que asuma el próximo año le quedará la gran tarea de facilitar que los argentinos tengan una visión de más largo plazo», antes que pensar principalmente en el consumo de corto.
Por ahora, según destaca el analista Fernando Moiguier, «la gente no hace un análisis complejo del largo plazo. En el caso de los que tienen un ingreso como para vivir al día, el consumo tiene que ver con la satisfacción inmediata. Cuando tiene, consume, sin pensar en qué va a ocurrir mañana».
Signos de estancamiento
Lo cierto es que, en los últimos diez años, los sectores medios protagonizaron un crecimiento sustancial y una consolidación, tras la salida de la crisis de 2001.
«La explosión del 2002 llevó a la Argentina al inédito nivel del 55% de la población bajo la línea de la pobreza y al 25% de desempleo», recuerda Oliveto.
En este punto, el experto destaca que con la recuperación de la economía y del empleo, se retomó la movilidad ascendente, aunque más como un proceso de recuperación que el de generación de nuevos ingresantes.
Ahora, con un contexto económico más frío, el fortalecimiento de la clase media empieza a mostrar sus límites. Aun guiándose por los pronósticos oficialistas, la movilidad social ascendente parece haber encontrado un techo.
Oliveto puntualiza que «este alentador proceso hoy ha perdido fuerza».
Y agrega, además, que «es de esperar que si la economía crece a valores más moderados en los próximos años, la pirámide social futura se asemeje bastante a la actual».
«No discriminarás»
Según destaca Moiguier, antes ocurría lo de «M’hijo el dotor». Es decir, cuando uno alcanzaba el nivel de clase media, lo primero que hacía era olvidarse del viejo barrio, trataba que no se notara mucho el pasado pobre.
«De ahí viene la naturaleza discriminadora de la clase media. Querían parecerse a los ricos. No lo lograban, pero en el imaginario iban para ahí», destaca el experto y agrega: «Esto, por suerte, no sucede más. Ahora se dice ’Yo nunca voy a ser rico; a lo sumo, aspiro a vivir mejor’».
Jugó un rol muy importante en la crisis de 2001, que todavía deja sus secuelas. Esas personas dicen: «Yo no creía que a esta altura iba a estar en el ring de nuevo, y sin embargo lo estoy».
Consumo
Oliveto hace particular hincapié en la importancia del consumo para este segmento: «Comprar es un hecho que ya hasta se asocia a una aspiración democratizada».
Es por eso que ahora, tras años de bonanza, la caída en las expectativas de los consumidores (en las últimas mediciones privadas el desplome fue de alrededor del 8% en relación con 2013) genera preocupación y en algunas personas hasta deriva en un sentimiento de «frustración consumista».
Esta sensación tiene su raíz en el hecho de ahora no poder darse algunos gustos que antes, allá por 2010, sí se permitían.
A ojos de los expertos, hay tres variables clave que inciden en la clase media a la hora de gastar: la evolución del dólar, la inflación y el empleo.
El consultor destaca que el orden de importancia se va alterando según los vaivenes de la economía.
Por ejemplo, «en enero -por efecto de la devaluación- el dólar se ubicaba en primer lugar en cuanto a preocupaciones».
No obstante, ya para mediados de 2014 se produjo un cambio en la jerarquía de estos factores y hoy el centro de las miradas está en lo que pueda ocurrir con el empleo.
Y agrega que, de no mejorar las perspectivas en este ámbito, el ritmo de compras se verá aun más resentido, y la clase media, más frustrada en sus aspiraciones.
Fuente: http://www.iprofesional.com/notas/188975-Ser-un-clase-media-en-Argentina-cunto-se-debe-ganar-y-los-lmites-actuales-de-la-movilidad-social-ascendente