Las declaraciones de Daniel Quintero, exalcalde de Medellín, han dejado en evidencia el clima de tensión que enfrenta su familia. Según Quintero, su esposa, Diana Osorio, y sus hijas se vieron obligadas a abandonar la ciudad debido a una serie de presiones relacionadas con su gestión y su actual precandidatura presidencial.

Acusaciones de Persecución

Quintero afirmó que su familia ha sido víctima de acciones que considera persecución, instando a los ciudadanos a reflexionar sobre el significado de «sanción social». Asegura que el hostigamiento no es solo un fenómeno aislado, sino parte de una estrategia destinada a deslegitimar su movimiento político.

Reacción Familiar ante la Controversia

Toda esta polémica se intensificó tras la difusión de un video en el que Diana osorio aparece con una de sus hijas, intentando desmentir los rumores en torno a su familia. Sin embargo, Quintero aclaró que la salida de su familia no fue motivada por este video, sino por las presiones sufridas en las instituciones educativas de sus hijas.

El Impacto de la Precandidatura

Con un tono indignado, Quintero narró una serie de incidentes que se han multiplicado desde el anuncio de su candidatura. Mencionó vigilancia con drones y helicópteros, así como la difusión de información personal que busca intimidar a su familia.

Una Estrategia de Hostigamiento

Quintero enfatizó que la salida de su esposa e hijas fue consecuencia de cartas enviadas a las escuelas y acusaciones infundadas sobre su patrimonio en el extranjero. En su visión, estas acciones buscan desmantelar su figura política y la demanda sobre el controversial caso de Hidroituango.

Críticas desde el Concejo de Medellín

Ante la situación, el concejal Alejandro de Bedout lanzó críticas severas a Diana Osorio, señalando que usar a sus hijas en la comunicacion política podría ser considerado un acto reprobable. Afirmó que involucrar a una menor en estas disputas es una violación de la integridad infantil y un intento de manipulación emocional.

El Llamado a la Reflexión

De Bedout planteó la necesidad de una intervención por parte del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, argumentando que la política no debe cruzar límites que protejan a los más vulnerables. Su postura es clara: los niños no deben ser utilizados como herramientas en conflictos de adultos.