Cuando ese lunes Gabriel Pereyra se despertó, le pidió como siempre la planchita a su hermana y se alisó el flequillo hacia el costado. Era uno de sus hábitos de emo, la tribu urbana de la que se sentía parte.
Faltaban menos de dos horas para que le dejara una carta a un compañero, se sacara las zapatillas, se parara de espaldas en la baranda y, con los brazos en forma de cruz sobre el pecho, se tirara de espaldas del cuarto piso de su escuela, la Nº 2 Alemania, en Villa Ballester.
Son las 10.30 y la mujer está sentada en el macetero de un edificio que recibe 800 alumnos por día, divididos en dos especialidades: electromecánica, la que cursaba el chico que se salvó -con fracturas severas en los tobillos- y, alimentos, la que apasionaba a su hijo muerto.
«Escuchen a sus hijos cuando están pasando por un momento difícil. Y cuando te vienen a contar algo, sobre todo un tema de amor. No lo minimicen. No los subestimen con un ’estás enamorado y ya vas a encontrar otra noviecita’. No siempre es así. Hay que estar muy atentos», aconseja.
La chica, de 20 años y madre de Eric, de 1 año y un mes, no sabe quién creó ese perfil. Pero asegura que su hermano«se sintió amenazado». Su hermano le dijo exactamente lo que pensaba hacer. Tres días antes de saltar.
Gabriela dejó en tercer año la carrera de profesorado en psicología y su trabajo como acompañante terapéutica. Es que tardó tres meses en salir de la cama después de que su hijo hizo lo que, como dice, jamás imaginó.
«Mi hijo estaba pasando por un momento de bullying en la escuela y nadie lo ayudó. Él me había pedido si podía ir a hablar para que echen a la chica. Las escuelas deberían tener gabinetes reales para contener a los adolescentes. Cuando se lo fui a plantear a las autoridades, después de lo que pasó, lo minimizaron y no me dieron respuestas», apunta. Y sigue: «En la escuela no se habla de que, porque el otro sea distinto, eso no lo hace raro. Si mi hijo iba de negro como emo o se lo pintaba el pelo de azul, eso es normal. Lo que no es normal es que un chico se tira del cuarto piso».
La novia de «Mangas Largas» tenía 14 años e iba siempre a la casa de Gabriela. «Como ella era menor, yo todo el tiempo cuidaba esa relación. Después de lo que pasó no me llamó ni para darme el pésame.»
Reconoce que los problemas venían desde su casa. «Yo no me lavo las manos, no te voy a decir que eramos la familia Ingalls porque no es así. Como madre tuve muchas fallas. Me la pasaba trabajando o estudiando y no le dedicaba el tiempo que necesitaba. Él no era un chico depresivo. Sí tuvo algunos episodios, de cortarse los brazos. Le preguntaba por qué lo hacía y me decía: ’porque no puedo llorar, no me puedo descargar’.»
Gabriela leyó todo el expediente en la causa por la muerte de su hijo, que está en la UFI Nª5 de San Martín a punto de cerrarse. Por la declaración de la novia se enteró que Gabriel le había dicho «Si me dejás, me mato». «Ella nunca me lo dijo», afirma ahora.
«Mangas largas» había tenido otras novias y otros problemas. Iba a la Alemania desde que terminó la primaria y solía visitar la dirección y el gabinete con frecuencia.
«Yo lo conocía a Gabriel porque había presentado problemas de conducta y de malas notas. Él había repetido 4° año y casi repite de nuevo. Pero en el último tiempo había mejorado muchísimo. Le estaba yendo mucho mejor y hasta era presidente del centro de estudiantes. No era víctima de bullying, esa no era su angustia», dice a Clarín Ángel Cultraro, inspector jefe de a región educativa N° 7 de San Martín. Asumió ese cargo meses después del intento de suicidio del segundo alumno. Antes, sólo era inspector de la escuela Alemania.
El día de la muerte de Gaby él estaba llegando a la escuela y la ambulancia que llevaba el cuerpo del chico al Hospital Eva Perón casi lo choca. «Un minuto después me llama el director y me cuenta lo que pasó. Llegué a hablar con los médicos antes que la familia. En 35 años trabajando en Educación jamás había visto un caso de suicidio en la escuela. Fue terrible», detalla. El director es Arturo Dennis, quien prefirió no hablar con los medios sobre ninguno de los dos casos.
«Él estaba muy mal en su casa. Y desde el gabinete varias veces aconsejamos a la madre que él tenía que ir a terapia, cosa que hizo, cuando tenía 14 años. Nadie puede prevenir que un chico se tire. Pero menos con él. No demostraba eso. La angustia que nos generó a todos fue inmensa. Fue justo antes de las vacaciones de invierno y decidí que la escuela permanezca abierta, para contener a todos lo que lo necesiten. Hicimos jornadas de reflexión. Gabriel estaba muy mal antes de llegar a la escuela. El municipio se hizo cargo de todos los gastos de sepelio porque su familia no estaba entera desde antes», cuenta el funcionario.
Después del segundo caso, Cultraro temió que se trate de un copycat. Extendió el enrejado de las barandas hasta el techo en todos los pisos de la escuela. «Eso lo hicieron después de que dos chicos se tiraron. Hay que prevenir, no actuar después de las tragedias», acusa Gabriela.
Cuando «Mangas largas» se tiró de espaldas, golpeó la cabeza con la baranda del primer piso -que quedó abollada- y cayó a metros del auxiliar de la escuela. Un ex combatiente de Malvinas que al ver el cuerpo se fue corriendo a su casa y no volvió por cuatro días. Aún no habla del tema. Pero cuando retomó el trabajo se lo escuchó decir que lo que vio lo hizo «volver a la guerra».
«La fiscal vino a la escuela casi inmediatamente después, se llevó la carta y la mochila de Gabriel. No hubo más cuestionamientos porque se trató de un suicidio. Están todas documentadas sus visitas al gabinete. Se puso todo a disposición de la Justicia», cierra el jefe de inspectores.
El día que fue a buscar el boletín de Gabriel a la escuela se acercó a la preceptora y le preguntó qué pasó. Algunas cosas las borró de su mente, pero recuerda en detalle su respuesta. «Tu hijo fue muy vivo. Yo bajé 5 minutos a buscar unas láminas para el acto y el aprovechó que no había nadie y se tiró», repitió. «¿Así contenía a mi hijo también?», cuestiona.
A los dos meses de la muerte de este alumno, su mamá dejó de vivir con su papá y se fue con su hija y su nieto. No dice estar feliz, de hecho, asegura que no volverá a reír de nuevo, pero quiere que la historia de su hijo sirva para salvar vidas adolescentes.
La novia de «Mangas largas» cumplió 15 años. El año pasado terminó el ciclo como alumna regular en la Alemania. Pero este año no volvió. Hoy vive en Paraguay con su familia. El resto de sus compañeros, incluidos los dos amigos que lo vieron tirarse de espaldas, están cursando el 6° año de alimentos.
El 10 de julio, cuando se haga el acto tras el asueto por el Día de la Independencia, para evitar la angustia, ya se determinó que no habrá un minuto de silencio por el alumno que se suicidó.
Fuente: https://www.clarin.com/sociedad/deje-hijo-escuela-30-50-avisaron-tiro-cuarto-piso_0_S1QO7N4xX.html