El Surgir de un Concepto Gastronómico

El siglo XVIII en Francia marcó un cambio trascendental en diversos aspectos de la vida social, cultural y política, y la gastronomía no fue la excepción. En medio de este floreciente panorama, surgieron múltiples establecimientos como cafés, cabarets y tavernes que ofrecían deliciosas comidas y bebidas.

El Nacimiento del Bistró

Sin embargo, uno de los nombres que no estaba presente en esa época fue el de bistró, un término que emergió posteriormente para describir pequeños locales donde se servían platos caseros, y que rápidamente superó a las denominaciones anteriores en popularidad. Este fenómeno se enlaza con una anécdota de la ocupación cosaca de París en 1814, donde los soldados pedían servir con prisa utilizando la palabra rusa «bystryy», que significa «rápido».

Una Experiencia Gastronómica Global

Hoy en día, el bistró se ha expandido en todo el mundo, siendo una parada obligada para todos aquellos que visitan Francia. Las capitales de diversos países albergan bistrós fundados por expatriados que se enorgullecen de ofrecer la auténtica cocina francesa.

La Historia de un Francés en Buenos Aires

En 2002, el francés Marc Eugène inició una aventura en Sudamérica, llegando a Buenos Aires en agosto de 2003. Su camino lo llevó a San Telmo, un barrio que capturó su corazón y donde se integró rápidamente a la vida local.

Regreso y Creación del Bistró

Tras un breve regreso a su país natal, Marc volvió a Buenos Aires en 2011, decidido a aportar su toque francés a la ciudad. Halló la esquina ideal y, en 2015, transformó ese espacio en un acogedor café-bistró que combina tradición con modernidad.

Una Carta que Despierta los Sentidos

La experiencia comienza con una deliciosa sopa de calabaza, suave y bien sazonada. La picada del bistró incluye una quiche tibia, una sabrosa terrine de cerdo acompañada de papas fritas caseras y una fondue de queso aromatizada con vino blanco, todo un verdadero festín.

Platos Estelares que Marcan la Diferencia

El tartar es una de las joyas del menú, donde la carne cruda se mezcla magistralmente con condimentos y se sirve con crujientes papas fritas. Por su parte, la milanesa florentine es una obra maestra que reúne carne, espinacas y una bechamel gratinada, acompañada de un cremoso huevo mollet.

El Dulce Final: Un Clásico Irresistible

Para culminar la experiencia, la crème brûlée se presenta como un postre imprescindible, endulzando el alma con cada bocado.