Los abogados que orquestaron la maniobra -y cobraron 15 millones- eran funcionarios K. Uno es el camporista, interventor de Intercargo, Juan de Dios Cincunegui, protegido de Kicillof.
Cristina Kirchner dedicó media hora de su discurso del lunes en la Casa Rosada a comentar frente a todos los canales de televisión la nota de Página 12 que daba cuenta de una estafa de bancos a usuarios con la complicidad de Adecua, la asociación de consumidores que dirige Sandra González.
Lo que la presidenta aparentemente no sabía -la nota de Página 12 se cuidó de no publicarlo- era que tres abogados que gestionaron esa operación trabajan en el Gobierno. Son Luis Romiti, director nacional de Control Ambiental; Eduardo Baeza, asesor de la senadora Nancy Parrilli, hermana del secretario presidencial y Juan de Dios Cincunegui, director de Intercargo y, ante todo, un protegido de Axel Kicillof.
Convocados por las asociaciones de consumidores, los letrados lograron un negocio redondo para los bancos Santander Río, Galicia, la financiera GMAC, el Banco Privado de Inversiones, la tarjeta CMR de Falabella y la Tarjeta Naranja.
Entre todos tenían que pagar 367.414.124 pesos para reparar a 1.736.499 usuarios por cargos mal cobrados (ver recuadro), pero sólo conformaron a 15.672 damnificados por un total de 1.705.822 pesos.
Lo lograron tras firmar convenios en sede judicial con Adecua, facultada a celebrarlos cuando se presentan denuncias de usuarios particulares. También participó la ONG Cruzada Cívica.
Por sus servicios los Bancos les pagaron a los abogados al menos 15 millones de pesos. Diario en mano, el lunes Cristina precisó el detalle. «Cuando se trata de funcionarios hay una cola larga de jueces para hacer justicia, cuando se trata de privados o de bancos, no. Hay que repensar la administración de la justicia», se quejó.
La estrategia fue simple: ante la denuncia de un particular, los bancos acordaron con Adecua devoluciones para el damnificado y todos los usuarios que las reclamaran en un plazo inmediato. Como era de esperar, muy pocos se enteraron.
El polista de Kicillof
Juan de Dios Cincunegui, encarna una síntesis casi perfecta de lo que representa La Cámpora en el imaginario social -y sobre todo en el peronismo tradicional-: Una organización de arribistas que se disfrazan de revolucionarios para hacerse ricos a costa del Estado y acaso más grave aún, en nombre del movimiento que fundara Juan Perón.
Cincunegui es el típico abogado yuppie, pintón, eternamente bronceado y de familia con abolengo, que cultivaba las refinadas pistas de Polo y las agraciadas modelitos y chicas de sociedad que suelen frecuentar ese deporte.
Venía de trabajar en la Corporación América de Eduardo Eurnekián, donde hizo buenas migas con Ernesto Gutiérrez, presidente de Aeropuertos 2000, a quien de grande le agarró la pasión por el polo, un vehículo excelente para ingresar en lo que se cree la alta sociedad.
Cincunegui llegó incluso a jugar con Gutiérrez, Fernando Pigni y Ezequiel Barrenechea en aquel equipo de polo que llevaba los colores de Boca Juniors, una invención del ex presidente de Aeropuertos, que en su arrolladora pasión polista le compró la marca de ropa La Dolfina a Adolfito Cambiasso.
En Corporación América conoció además a Guillermo Francos y se convirtió en su asesor cuando el ex diputado asumió por pedido de su amigo Daniel Scioli en la presidencia del Banco Provincia. Le trajo suerte: Cincunegui armó un equipo de Comunicación puso al frente a Cristina Sierra, actual esposa de Francos.
Pero pronto el titular del Banco fue perdiendo poder en manos de Gustavo Marangoni hasta ser desplazado de la institución. Rápido de reflejos, Cincunegui ya se había asegurado un lugar en la recién estatizada Aerolíneas Argentinas, compañía en la que aterrizó primero como representante del «Consejo de Transición» bajo la gestión de Julio Alak.
Pero fue con el desembarco de La Cámpora donde realmente pegó el salto. Cuando la compañía pasó a manos de Mariano Recalde, Cincunegui se acercó rápidamente a sus nuevos jefes y en particular a Axel Kicillof -en ese entonces cerebró financiero de la compañía que pierde 3 millones de dólares por día-. Rápido como es, Cincunegui entendió que en la Argentina de Cristina, la vía más rápida de alcanzar el éxito es sumarse a La Cámpora. Y se hizo camporista.
La conversión le rindió frutos en metálico y Kicillof hizo que primero lo nombrarn director y luego vicepresidente de Aerolíneas.
Su estrella venía en ascenso y hasta se lo mencionaba para cargos más expectables, hasta que lo traicionó la más humana de las debilidades. Su nombre quedó envuelto en un escándalo cuando firmó un supuesto canje publicitario que regabala cuatro pasajes a ocho «modelos» del staff de Leandro Rud para participar al Fashion Week de Viña del Mar.
Su perfil bajó pero no su vínculo con el poder. Tal es así que hace sólo cuatro meses Kicillof lo nombró interventor de Intercargo, una compañía estatal cuyas accione están en manos de los ministerios de Defensa y Economía, que presta servicios handling, es decir se encarga de subir y bajar las valijas de los aviones.
Apenas asumió, como todos los funcionarios camporistas, entró con ínfulas y echó a cuanto funcionario de carrera se cruzaba por delante, la mayoría dirigentes peronistas nombrados por anteriores gobiernos. “Se terminó el curro”, repetía Cincunegui, emulando a Kicillof.