Detrás del conflicto entre China y EEUU por el ciberespionaje hay humanos. Seres como quien escribe y como quien lee, que participan de la contienda de una manera bastante alejada al imaginario común. Ni cerca de estar en situación de confort y gozar de todas las ventajas que un hacker prodigioso podría tener en un Estado que lo contratase para hacer con código lo que no se puede hacer con armas y agentes infiltrados, la vida de un agente cibernético chino de 25 años se muestra bastante opaca, rutinaria y enajenada. Recientemente se descubrió el blog personal de Wang, un hacker del ejército chino, que cuenta con detalle su vida en las unidades militares desde donde se hackea y se espía a todo el mundo.’
En las zonas inhóspitas de China, allí donde la bruma de la polución no deja ver el horizonte, varias barracas militares se estiran hacia el cielo, como buscando un lugar en el que respirar un poco. Ahí dentro, y compartiendo la infortuna de los edificios que los cobijan, un ejército de trabajadores comienza a darle órdenes a los ordenadores, que luego de varios procesos, terminarán colándose en los servidores de seguridad montados al otro lado del planeta. Se trata de un departamento de hackers institucionalizados, que funciona hace al menos un lustro y que está tensando aún más las relaciones entre Estados Unidos y China. Wang es un trabajador más y su vida no es como la que muchos piensan. En un blog que escribió hace algunos años, nos deja un testamento de 600 entradas en las que nos cuenta en primera persona un poco de la realidad que lo rodea siendo un hacker del ejército de China.
Por más conocimiento que se tenga sobre la realidad china y las condiciones socioeconómicas en las que vive la mayor parte de su población, el entorno de trabajo de quienes se encargan de hacker a EEUU y al mundo entero está mitificado. Envuelto entre maquillajes salidos de los pinceles de la imaginación de la sociedad red y del entretenimiento, el puesto de hacker patrocinado por el ejército chino se presenta como un lugar de privilegio en la actual guerra económica que existe entre EEUU y China, donde internet juega un papel preponderante.
Sobre las cualidades de los ataques, que el gobierno de China niega sistemáticamente, ya hemos hablado con anterioridad, especialmente en lo que refiere a la ubicación posible de ciertos grupos de tareas, que tienen como objetivo empresas, instituciones y agencias de Estados Unidos. Sin reparo alguno, mientras hace sobrevolar drones espías por el globo y aprovecha la posición ventajosa de sus satélites, el país de los 50 estados no deja ni un día de reclamar la incumbencia de China en los ataques, amenazando con cortar relaciones y abrir un canal de diálogo un poco más belicoso. Desde China le responden que ellos no tienen nada que ver con los ataques que provienen de su territorio y que incluso también los sufren. Ambos mienten. La connivencia estatal china está demostrada y Estados Unidos es el país con más agentes espías, drones, satélites, agencias de seguridad, embajadas de inteligencia, flotas, etc. que existe en la actualidad.
El periódico estadounidense, Los Angeles Times, localizó a Wang y a su blog a través de una dirección de correo electrónico que apareció en una publicación de un artículo sobre hacking en el ya lejano 2006. El coautor del artículo era Mei Qiang, identificado por la compañía de inteligencia informática Mandiant como un hacker clave que operaba bajo el alias de «Super Hard», con base en la unidad 61398. Desde ahí, el seguimiento dio con uno de los tantos candidatos a hackear países con permiso y financiación –se asume- del propio Estado chino, bajo la tutela del Ejército de Liberación del Pueblo. Este ejército hace foco en aquellas luminarias universitarias en disciplinas como lingüística, computación, ciencias y matemáticas. La recompensa para estos muchachos de orígenes humildes en su mayoría es una oportunidad imperdible ya que pueden ocupar puestos de trabajo que rara vez se recortan, están bajo la tutela del Estado y sus estudios en la universidad continúan mientras estén enlistados.
Según cuenta en su blog llamado Prison Break (en confesada alusión a su situación y en honor a su programa favorito de TV, en el que los protagonistas intentan fugarse de una prisión), este joven con un grado en Seguridad en Internet trabaja en Shangai como especialista de operaciones exteriores cibernéticas en una facilidad militar secretamente ubicada. Ahí pasa sus días, trabajando desde las 8 hasta las 17:30 hs vistiendo un uniforme militar, viviendo en dormitorios compartidos y con un menú semanal que consta de fideos instantáneos en su mayoría. Cuando no le toca hacer horas extras –muy rara vez-, su noche se extiende en el ordenador, navegando una internet censurada y controlada, pero desde la que todavía puede comprar, conquistar chicas, jugar y mirar series occidentales. Afuera no hay mucho para hacer, pues está –siempre siguiendo con sus palabras- casi recluido en el poblado en el que está viviendo, alejado de las grandes luces de la populosa urbe en la que su escasa paga mensual tampoco duraría demasiado.
Esta situación es la que hace 7 años atrás lo motivaron a comenzar un blog, gracias al cual hoy podemos desmitificar un poco la situación de estos militares cibernéticos, que luchan desde trincheras menos embarradas que las que protegieron a sus padres, aunque la sensación de pertenencia forzada y de estar luchando la guerra de otros se herede casi sin excepciones. Desde ese blog que está discontinuado hace 4 años luego de 625 entradas actuando como un agujero en una reja, las palabras de Wang han traspasado las barreras comunicacionales de la censura y han llegado a este lado del mundo, en donde los esclavos que encadenados a oficinas trabajan por intereses ajenos y luchan guerras impropias sienten estas lejanas historias de vida como relatos de aquellos que no son libres. Triste bálsamo del hombre común, que compara su nivel de esclavitud para sentirse menos esclavo que otro.
Fuente: LAtimes