Terminar una relación siempre implica un tsunami interior. Es una crisis, un cambio, y en las encrucijadas así, los replanteos llegan en catarata. Las amistades, el trabajo, hasta el estilo para vestir, tambalean. ¿Perdí mis mejores años? ¿Podré volver a formar una pareja? ¿Cómo va a ser mi vida después de esta ruptura? En la edad en que la mayoría de mis amigas empezaron a pensar en ser madres, ¡yo estoy haciendo borrón y cuenta nueva!
Con la edad sumamos experiencia, pero también exigencias. Y aunque es cierto que no es lo mismo una mujer de 25 divorciada que una de 32, también es cierto que las mujeres a los 30 no son las mismas que eran a los 20. El cambio ayuda a crecer y a reconocerse, pero el divorcio es un duelo y hay que darse tiempo para pensar. ¿Cómo atravesar el momento?
Los papeles, el principio del fin
El momento de la firma moviliza. Volvés a verlo, se materializa la idea del fin del matrimonio y muchas veces arremete la duda: ¿me habré equivocado? Pero todo lo que firmes ahí define el futuro de tus próximos años. Entonces: mantenete despierta para que el tsunami emocional no te reste lucidez.
Qué hacer: por suerte, hay profesionales que te aconsejan y tienen experiencia. Es importante que te asesores y, si el divorcio no se realiza en buenos términos, que un tercero intervenga. Que el impulso de terminar con todo rápido no te haga firmar cosas de las que después puedas arrepentirte. Tomate tu tiempo y dejate acompañar por los que saben.
Probá tus fuerzas
Quedarte sola en casa, ¿no te da la sensación de sábado por la mañana; de que hay tiempo para hacer lo que querés? La separación debería poder pensarse así. Qué te gusta, quién sos, qué buscás. Ahora podés empezar de nuevo (pero con experiencia). Las cosas tal como las conocías cambiaron. Esto aterra al principio, pero es seductor si se lo mira con optimismo.
Qué hacer: para avanzar, a veces hay que retroceder unos pasos. Ésta puede ser la excusa para tomar envión. Reconocé tus recursos y retomá esos proyectos que tenías archivados: un viaje o esa carrera que no empezabas por falta de tiempo o de voluntad. Reacomodate, pero no te exijas cambiar todo de golpe. Las amigas suelen insistir en salir para conocer a alguien, pero tenés que tratar de escucharte en lo que querés y necesitás.
¡No te sacaste un cero!
Al principio, el divorcio siempre huele a fracaso. Le das vueltas como una loca a la idea tormentosa de que fallaste, sos culpable, game over.
Qué hacer: si lo pensás bien, te vas a dar cuenta de que no es así. Lo que alguna vez elegiste, lo elegiste porque coincidía con lo que te gustaba. Esa persona, esa historia, ese proyecto, alguna vez te convencieron de que te iban a hacer feliz. Por eso es que en una ruptura no hay culpables. Ninguna empresa debería ser emprendida sin el recordatorio de que los procesos son dinámicos. Lo que en un momento encastraba perfecto puede bifurcarse. No te hundas en la culpa, que sólo consigue hacerte sufrir y paralizarte.
Bendita experiencia
En la elección de pareja, con frecuencia, no aprendemos del error. Al contrario: insistimos y, bajo el disfraz de lo distinto, volvemos a elegir lo mismo. Entonces, frente a una crisis así, surgen los replanteos.
Qué hacer: tomá conciencia de que existe algo que te lleva a realizar elecciones que no resultan y a encontrar la desilusión, cuando estabas convencida de querer salir de viaje a la felicidad. ¿Cómo hacer para que la próxima vez sea distinta? Atravesando la crisis con reflexión. Si te dejaron, la separación va a tener que ver con «aceptar»; y si decidiste dejar, la experiencia tiene el sentido de «rectificar», de modificar lo que venía siendo, para que la próxima vez sea mejor.
Cuando hay hijos
Es importante la diferencia entre un divorcio sin y con hijos. La «pareja afectiva» se puede disolver. Pero la «pareja parental» no se disuelve nunca.
Qué hacer: el divorcio con hijos va a exigir una madurez especial. Lo que podrían ser reacciones normales en el primer caso (descarga, corte de la comunicación, indiferencia) es algo que en el segundo vas a intentar que no ocurra para no malograr un vínculo que continúa: tenés con el otro algo en común, y de por vida. La relación con tus hijos, a su vez, se puede reescribir. Después del divorcio, es probable que las cosas que cambien en tu vida repercutan en ellos. Tratá de dejarlos fuera de tu terremoto interno para que también con ellos puedas cambiar lo que no estaba funcionando.
Pero ¡yo quería ser madre!
Si no tuviste hijos, la situación es otra. Los 30 suelen conectarnos con la maternidad. Por deseo propio o por contexto. Lo cierto es que la presión, las ganas, la exigencia de tener hijos, comienzan a soplar la nuca. Los 30 son LA década. Todavía sos joven, pero la conciencia del reloj biológico titila.
Qué hacer: la separación puede conectarte con la incertidumbre… ¿Tendré tiempo de volver a enamorarme, volver a ser elegida, volver a tener una relación comprometida que desee hijos? Con esta decisión, ¿no me estaré alejando de la maternidad? La verdad es que no se sabe, pero también es cierto que terminando una relación que no iba, das la posibilidad de que se genere una situación mejor para ser madre. Eso supone cierta dosis de valentía, tener confianza en vos y, por qué no, un poco en el destino.
Y vos, ¿cómo lo viviste? Compartí tu experiencia.
Por Magalí Etchebarne
Expertas consultadas: lic. Paula Mayorga, psicóloga y docente; lic. Beatriz Goldberg, psicóloga clínica y de pareja.
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