El militante argentino por los derechos humanos y premio Nóbel de la Paz, salió en defensa del Papa.
El por entonces arzobispo de Buenos Aires fue citado en tres ocasiones, únicamente como testigo, para declarar en juicios relacionados con la dictadura.
En una ocasión por la desaparición de un cura francés, en otra por el robo de hijos de los desaparecidos y otra por la detención y tortura de dos jesuitas que finalmente fueron liberados.
La polémica sobre la actitud de la Iglesia católica argentina durante los años de la dictadura (1976-1983) volvió al primer plano tras la elección como Papa de Jorge Bergoglio, que siempre negó haber colaborado con la represión.
El arzobispo de Buenos Aires fue citado en tres ocasiones, únicamente como testigo, para declarar en juicios relacionados con la dictadura. En una ocasión por la desaparición de un cura francés, en otra por el robo de hijos de los desaparecidos y otra por la detención y tortura de dos jesuitas que finalmente fueron liberados.
«Hice lo que pude con la edad que tenía y las pocas relaciones con las que contaba para abogar por las personas secuestradas», afirmó Bergoglio, según el libro-entrevista «El jesuita», de Sergio Rubin y Francesca Ambrogetti.
Los detractores de Bergoglio, que dirigía entonces a los jesuitas en Argentina, insisten en que tuvo algo que ver con la detención de los dos misioneros, Orlando Yorio y Francisco Jalics, encarcelados el 23 de marzo de 1976 y liberados cinco meses después tras ser torturados en el centro de detención más brutal de la dictadura, el de la Escuela de Mecánica de la Armada(ESMA).
Bergoglio precisó que los sacerdotes fueron liberados «primero, porque no pudieron acusarlos de nada y, segundo, porque nos movimos como locos» desde el mismo día en que se los llevaron. El ahora papa afirma que sus dos únicos contactos con los dictadores Emilio Massera y Rafael Videla fueron para pedir la liberación de los sacerdotes y que nunca los expulsó de la orden:»no los eché de la congregación, ni quería que quedaran desprotegidos».
Horacio Verbitsky, autor de la obra «Doble juego. La Argentina católica y militar», es uno de sus principales acusadores y afirma que existen «cinco nuevos testigos que confirman el papel de Bergoglio en la represión del gobierno militar que dejó más de 10.000 desaparecidos, según cifras oficiales, y más de 30.000, según la organización no gubernamental de las Madres de la Plaza de Mayo.
De los casos de hijos de desaparecidos que fueron entregados en adopción a gente relacionada con la dictadura, Bergoglio dijo haberse enterado después de la dictadura, según una copia de su declaración difundida este jueves por las Madres de la Plaza de Mayo: «Por ahí, más o menos» (antes del juicio a las juntas militares de 1985) «empecé a enterarme de eso».
El jueves, en el diario Página 12, Horacio Verbitsky escribió con ironía que «las luchas internas de la curia romana siguen una lógica tan inescrutable que los hechos más oscuros pueden atribuirse al Espíritu Santo».
Sylvia Caillard, magistrada del Tribunal de Gran Instancia de París, envió una comisión rogatoria internacional a Buenos Aires para que el cardenal declarara como testigo en la investigación sobre la muerte del sacerdote francés Gabriel Longueville, explicó a la AFP la abogada de la familia de éste, Sophie Thonon.
«Las autoridades argentinas no respondieron positivamente a la comisión rogatoria relativa a Bergoglio», agregó.
En la época, Thonon consideró esa audiencia necesaria a fin de que el arzobispo de Buenos Aires diera aclaraciones a la jueza sobre la eventual existencia de archivos sobre el caso.
«Ciertamente, ese papa no es una gran figura de la defensa de los derechos humanos», «por el contrario, es sospechoso de no haber denunciado los crímenes de la dictadura, de no haber pedido cuentas y, por tanto, con su silencio, de haber cubierto esos actos», estimó la abogada.
Alfredo Pérez Esquivel, el militante argentino por los derechos humanos y premio Nóbel de la Paz, salió en defensa de Bergoglio en declaraciones a BBC Mundo difundidas este jueves.
«Hubo obispos que fueron cómplices de la dictadura, pero Bergoglio no», afirmó, «no hay ningún vínculo que lo relacione con la dictadura».
José María Poirier, director de la revista católica argentina Criterio, dijo a la AFP que la actitud de la Iglesia argentina en aquel periodo fue «del silencio hasta cierta complicidad, pero no es el caso de Bergoglio». Poirier afirmó que el Papa facilitó el traslado a Italia de los dos jesuitas tras su salida de la ESMA.
Bergoglio, afirmó Poirier, «ha sido siempre un moderado» y «tiene un gran compromiso social». «Algunos curas se callaron, los religiosos fueron cómplices, los miembros del episcopado eran simpatizantes de la dictadura, pero no fue el caso de Bergoglio, un hombre irreprochable».
Tan pronto se conoció el nombramiento del Papa, en la avenida de Mayo, cerca de la catedral de Buenos Aires, apareció una pintada: «el Papa es amigo de Videla». Las redes sociales se llenaron de acusaciones, no sólo sobre su conducta durante la dictadura, sino por su reciente oposición a la ley que autoriza el matrimonio homosexual.