La investidura de los príncipes Guillermo Alejandro y Máxima como reyes de Holanda implica una simultánea operación de intercambio de títulos y palacios, que muy pocas monarquías europeas practican. La mudanza real será la orden del día. Pero sólo después de que las tres hijas de los nuevos reyes terminen el colegio en la escuela pública de Wassenar y la reina Beatriz finalice sus refacciones en Drakensteyn, su pequeño “chateau” personal, en el medio de un campo de 20 hectáreas, en las cercanías de Utrecht. Guillermo Alejandro, príncipe de Orange, se convertirá este martes en el primer monarca hombre en 123 años y sucederá a su madre, la reina Beatriz, que pasará a ocupar el rol de princesa de Orange hasta el día de su muerte y tendrá un papel meramente protocolar. Máxima, su esposa argentina, será investida automáticamente de Princesa de Orleans en reina de Holanda, pero por cortesía. Su función no tiene un solo rol constitucional y el peso del poder estará en su marido. Será la reina consorte y lo acompañará en su función social y en esa difícil misión de unir a Holanda, donde hay serias tensiones sociales por la inmigración de origen musulmán y los ataques a los políticos y a la monarquía de una nueva derecha populista y antiextranjeros. Los nuevos reyes viven actualmente en el campo, a 9 kilómetros de La Haya, dentro del paradisíaco “estate” de Horsten, que pertenece a la abdicante soberana Beatriz, hasta ahora jefa de una de las familias reales más ricas del mundo, cuya fortuna heredarán los nuevos monarcas. Su casa no es un palacio sino una cómoda y moderna residencia de tres pisos, con mansardas, en medio de un enorme parque con acceso al público y discreta custodia policial. Con tejas, una enredadera cubriendo la planta baja, no es muy diferente a una linda y confortable casa de fin de semana del country argentino Pingüinos, donde Máxima suele pasar algunos días de descanso en la mansión de los Braun cuando visita Buenos Aires. Villa Eikenhorst fue construida en 1985 para la princesa Cristina, hermana de Beatriz, y sus jardines fueron diseñados a la inglesa. Pero todo fue renovado en 2003, luego del casamiento de Máxima y Guillermo Alejandro. Alli viven con Catherina Amalia, Alexia y Ariane, las tres princesitas. Amalia (10), será automáticamente designada la nueva heredera al trono y princesa de Orange y Nassau. Los holandeses no se sorprenden cuando ven a la joven familia real caminar en el parque junto a sus hijos. “Buen día”, saludan y nadie los molesta. A veces se detienen en la casa del té y en el verano, las chicas nadan en los canales que atraviesan la propiedad, andan a caballo o van a la playa cercana. El palacio Huis Ten Bosch tiene una historia legendaria. La reina Beatriz continua viviendo allí desde 1981. También fue la residencia de su esposo, el príncipe Clauss, y sus hijos en el ala Wassennar, donde se despertaban cada día por los chillidos de los pavos reales del jardín. De aquí partió la Familia Real cuando Holanda fue invadida por los nazis y, al regresar, las refacciones fueron intensas porque había quedado destruido. El palacio de Drakensteyn tiene dulces recuerdos para la reina que abdica. Allí fue inmensamente feliz entre 1963 y 1981. Vio crecer a sus tres hijos en ese chateau privado, que pagó con sus propios fondos, y está rodeado de bosques en las cercanías de Lage Vuursche. Se remonta al 1630 y el público no puede visitarlo, pero sí recorrer el bosque. La Familia Real lo ha mantenido hasta ahora como palacio de campo y casa de huéspedes. Está siendo refaccionado y ella se mudara allá. En este “swap” de residencias reales, la reina que abdica y los reyes que llegan van a trabajar en un mismo lugar. El palacio de Noordeinde, rebautizado “el palacio de trabajo” por la reina Beatriz, será la oficina del nuevo soberano. Fue cedido por el Estado a la familia real porque así lo indica la Constitución en esta monarquía constitucional y durante otros reinados funcionó como Palacio de Invierno. Máxima
El nuevo Palacio de Guillermo y Máxima
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