Un muro de silencio rodea en Argentina al entorno de la princesa Máxima, nacida en Buenos Aires, en especial a sus padres y hermanos, imposibilitados de acompañarla en uno de los días más importantes de su vida, cuando se convierta el martes en reina consorte de Holanda. «He decidido no dar ninguna entrevista porque he recibido muchos pedidos y no puedo satisfacer a todos», respondió diplomáticamente Martín Zorreguieta, hermano de Máxima, en comunicación telefónica con la AFP. La princesa de Orange-Nassau es la mayor de cuatro hermanos, Juan, Inés y Martín, quien es dueño del restaurante Tinto Bristó en Villa La Angostura (sur), una paradisíaca ciudad argentina al pie de la Cordillera de Los Andes, donde los futuros reyes y sus hijas pasan temporadas de descanso. Ni los padres de Máxima, Jorge Zorreguieta y María del Carmen Cerruti, ni ninguno de sus tres hermanos viajará a Amsterdam para asistir a la asunción del príncipe Guillermo-Alejandro. «Con mi familia tomamos la decisión de que nadie viaje», dijo Máxima en une entrevista reciente concedida a la televisión pública holandesa. La razón de la ausencia se origina en la decisión del Parlamento holandés de prohibirle a Zorreguieta participar en ceremonias oficiales por su desempeño durante la última dictadura militar (1976/83) en Argentina. El exsecretario de Agricultura del dictador Jorge Videla, en cuyo régimen desaparecieron 30.000 opositores según organizaciones humanitarias, tampoco pudo asistir en 2002 a la boda de la pareja real. Sin embargo, los parlamentarios le concedieron a Zorreguieta la posibilidad de estar presente en celebraciones privadas. Las familias de los futuros reyes se reúnen casi todos los años en Villa La Angostura, como sucedió en 2012, donde Zorreguieta y Cerruti, compartieron la Navidad con el futuro rey Guillermo- Alejandro y sus tres hijas, Catalina Amalia, Alexia y Ariane. Máxima es muy conocida en esa villa rodeada de lagos y cuando la visita suele frecuentar los cafés y confiterías y responder amablemente a los saludos de los pobladores. Tanta es la estima por la princesa, que los ediles de la ciudad patagónica decidieron construir en su honor una «Plazoleta Reina de los Países Bajos», que contará con una escultura de madera y hierro reciclado, atentos a su preocupación por el medioambiente. Ya hace años que los miembros de su familia, amigas y excompañeras y autoridades del distinguido colegio «Northlands School», donde la princesa estudió, están perfectamente adoctrinados para no contar nada, ni bueno ni malo, sobre ella. «No hablamos de ninguno de nuestros exalumnos», respondieron a la AFP las autoridades del Northlands, uno de los colegios bilingües más caros de la capital argentina al que concurre lo más aristocrático de la élite porteña, aunque en enero pasado una fuente contó algunas generalidades en el más estricto anonimato. El hermetismo no es nuevo. Con él se toparon años atrás los periodistas argentinos Gonzalo Álvarez Guerrero y Soledad Ferrari, autores de «Máxima, una historia real», un libro de 2009 que acaba de reeditarse. «El libro que la Casa Real Holandesa no quiso que se publicara», se lee en su tapa, con una fotografía en blanco y negro tomada en la niñez de la princesa y otra a color de la boda real. «Cuando la Casa Real se enteró de los avances, se comunicó con nosotros. Michiel Schulmaijer, del departamento de prensa y Protocolo, intentó parar la investigación con amenazas judiciales», recordó la periodista a la AFP. Para Ferrari, «la de Máxima fue una vida bastante normal, de clase media. Lo más destacable es el esfuerzo sobrehumano de los padres por darle a ella y sus hermanos una educación de élite, para que puedan pertenecer a un grupo social al que no pertenecían». La diseñadora Graciela Naum no se adhirió al secretismo y desgranó una catarata de elogios para la futura reina, a la que vistió durante casi dos décadas, en una entrevista con la AFP en su taller del barrio bonaerense de Palermo. «Máxima es espontánea,
La familia de Máxima no asistirá a la asunción
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