La infidelidad está a la hora del día, como recuerdan muchas webs dedicadas a que sus potenciales clientes satisfagan su deseo de cometer adulterio. Desentrañamos la tendencia.
La creación de estas webs surgió cuando muchos solteros inscritos encontraron a otros internautas que finalmente estaban casados o en pareja, aunque no lo habían dicho en sus perfiles. “Todos conocemos a personas que se han visto en esa situación”, recuerda Ravy Truchot, cofundador del sitio Gleenden, que cuenta con su versión en España. La conclusión es evidente: “Un gran número de personas no disponen de un sitio que se adecue a sus demandas porque esconden su verdadero estado”, dice Truchot.
Gleeden se creó en 2009 ante la hipocresía que reinaba en torno a la infidelidad. El negocio ha sido un éxito. Hoy, las cifras son elocuentes: un millón y medio de internautas, de los cuales un 40% son mujeres. Un dato que echa por tierra la idea de que la infidelidad es sobre todo masculina.
De la fantasía al acto
“La infidelidad está en el aire. Y ante el deseo de relacionarse extramatrimonialmente o esperamos la oportunidad o la creamos”, asegura Truchot. En su opinión, los internautas que se inscriben ya están en modo “adulterio”. “Quizá hubieran ido a una discoteca o hubieran sucumbido en una cena o en la oficina…”, argumenta. ¿Cuál es la diferencia con hacerlo mediante una web de citas? “Que la infidelidad se inscribe dentro de un abordaje virtual. Las feromonas y la excitación de la transgresión que acompañan a la promesa de adulterio dan paso a un encuentro en la red que permite sacarse las máscaras a través del chat o el email”, apunta Pascal Couderc, psicoanalista y autor del libro L´amour au coin de l´ecran (El amor en la esquina de la pantalla). Y agrega: “En el contacto virtual hay un sentimiento de impunidad”. Mientras no haya un encuentro real, un pasaje al acto, nos movemos en el terreno de la fantasía, de lo irreal.
Entonces, ¿por qué estos portales de citas tienen tanto éxito? ¿Cómo logran transmitir una visión simple del sexo y de la infidelidad? El humor siempre está presente, al igual que una nueva forma de erotismo. En la red, los chats y los emails son como los preliminares y pueden dar lugar a una correspondencia erótica más sofisticada de lo habitual. Estos sitios activan las fantasías.
¿Incitación, deriva o revolución sexual?
“El portal está dedicado a las mujeres”, declara Truchot. Ellas no pagan y pueden puntuar a los hombres, lo que obliga a éstos a respetar ciertos códigos de conducta. De manera que es una oportunidad para que ellas puedan unirse libremente al clan de los infieles, un territorio generalmente reservado a los hombres.
¿Se trata de un paso más en la revolución sexual? No está del todo claro. Algunas ideas aún están muy vigentes. A saber: “Que los hombres infieles nunca dejan a sus esposas pero las mujeres sí. O que cuando una mujer tiene una aventura suele hacerlo como consecuencia de un malestar muy profundo con su pareja, que si no se resuelve puede terminar en ruptura”, desarrolla Couderc. La realidad es que un 75% de los divorcios los inician las mujeres.
Precisemos que no hablamos de parejas libertinas, para quienes la “polisexualidad” está bien asumida. El psicoanalista es claro: “Al proponer una oferta creamos una demanda. Los internautas que se inscriben buscan tener una aventura, pero de ahí a dar el paso…”. Para algunas personas Internet juega un rol facilitador. Según el especialista, en estos portales encontraremos a gente que tiene una trayectoria repleta de infidelidades y otras que simplemente ¡sueñan con ellas!”. Así, la cuestión gira en torno a las virtudes del pasaje al acto con una imagen fantasiosa.
Ojo con las derivas
El deseo de cometer una infidelidad no llega porque sí. Es peligroso banalizarlo y minimizar su impacto. “Un pasaje al acto facilitado evacúa el problema en el seno de la pareja y relega la búsqueda de una solución”, expone el experto. En una pareja clásica, que no sea libertina, la infidelidad es un síntoma que debe ser descodificado en el marco de la relación.
Si el problema no se aborda, el sexo extramatrimonial o la fantasía de una relación erótica por Internet se convierten en un paliativo. “Cuando buscamos sensaciones sexuales es porque no las encontramos en la pareja”, insiste Couderc. Su visión no es optimista: “La relación parece haberse convertido en un bien de consumo como cualquier otro, ya sea en el plano amoroso o sexual”. Y no está a salvo de la economía de mercado. De manera que ojo con las derivas eventuales, no siempre virtuales.