Por Patricia Quintana
El caso de Ana Carolina, la chica de 17 años que asesinó y posteriormente incineró a sus padres adoptivos, se ha convertido en noticia, porque psicólogos e investigadores no comprenden cómo una persona que posee todo, pudo asesinar y después del homicidio ir a comer un hot dog.
Hoy la también llamada “psicópata adolescente” se encuentra detenida y es el centro de un intenso escrutinio criminalístico que hasta ahora ha descubierto que Yeni como le decía su familia de cariño, tiene una psicopatología nivel 9, que en escalas del FBI sólo está reservada para los peores homicidas.
Porque hasta ahora, Ana Carolina no ha mostrado ninguna señal de arrepentimiento por el doble homicidio que cometió e incluso cuando la enviaron a su celda especial confesó “sentirse libre” porque sus padres Efrén (un señor de 90 años) y doña Albertina (señora de 60 años) ya la tenían harta.
Por esta razón José Alberto (su novio), Mauro Domínguez (un amigo interesado en el homicidio) y ella planearon durante un mes el homicidio, que como narra Víctor Hugo Michel, periodista del diario Milenio, comenzó el 3 de mayo cuando Ana Carolina preparó una trampa de dos tiempos. Primero prendió la televisión de la sala y esperó a que su padre no estuviera para llamar a su madre a la cocina, con Mauro agazapado detrás de un sillón.
“Mamá, no encuentro un ingrediente”, dijo. Cuando Albertina entró a la estancia, fue sorprendida por la espalda. Tenía los ojos en su hija al momento de ser asfixiada con un cable.
Cuando Don Efrén llegó ese mismo día a las 10 de la noche, Yeni repitió la misma operación. «Papá, ¿no vienes a cortar fruta conmigo?» Fueron las últimas palabras que escuchó antes de que José le impidiera respirar con ayuda de un cable.
De acuerdo con las declaraciones difundidas por la Fiscalía General del Estado de Chihuahua, incluso a ambos cuerpos les inyectaron cloro con insecticida en la yugular, para cerciorarse que estuvieran muertos.
Después del homicidio, Ana Carolina, José y Mauro dejaron los cuerpos en la sala para ir a cenar hot dogs y remataron con un six de Tecates. Al día siguiente acudieron a un lote baldío cerca de Sapo Verde, rociaron 13 litros de gasolina en los cuerpos para prenderles fuego, luego los novios fueron de compras a medirse los dedos para anillos de compromiso y por la noche acudieron a una fiesta de XV años, todo esto según constan las declaraciones de José y Ana Carolina.
Cuando las autoridades encontraron los cuerpos estos ya estaban completamente carbonizados y yacían junto a una barda de hormigón ennegrecido. Los peritos del estado de Chihuahua determinaron que habían sido incendiados y abandonados apenas hacía unas horas.
Así comenzó la investigación que terminó finalmente el 5 de mayo cuando José Alberto Grajeda Batista (novio de Ana Carolina) declaró “ya no puedo más, necesito un psicólogo” ante investigadores de la fiscalía quienes le estaban haciendo preguntas de rutina sobre la desaparición del empresario Efrén y su esposa; dueños de una decena de bares y expendios de licor en la ciudad, además de distintas propiedades en Chihuahua y Texas.
José Alberto, no sólo no aguantó la presión, también delató a su novia que en dos ocasiones había confesado ante las autoridades “no sé qué ha pasado con mis padres, cuando desperté ya no estaban” y Mauro que durante su aprehensión tenía quemaduras en la cara causadas al intentar quemar la evidencia que lo vinculaba con el caso.
Actualmente han pasado más de dos semanas desde detención de estos tres adolescentes, pero por ahora los medios de comunicación y la opinión pública sólo se han enfocado en debatir cómo esta adolescente rica que usaba ropa de marca, iba de vacaciones a Disneyland, Miami, las Bahamas, estaba a punto de ir a Venecia y a la que según familiares sus padres no le negaban nada (aunque hay versiones de que la decisión de asesinarlos surgió cuando no le prestaron el coche), pudo cometer un crimen tan atroz.
Esta es la historia de Ana Carolina, la chica que es conocida como la psicópata adolescente, la novia que por una prueba de amor ha condenado a su novio a cadena perpetua, la hija que está feliz de haber matado a sus padres adoptivos porque de lo único que se arrepiente es que ahora no va a poder casarse con su novio.