Junto a productores y fabricantes, el INTA impulsa desde hace 15 años la transformación tecnológica de un sector innovador que asegura eficiencia productiva, permite agregar valor y fortalece el desarrollo territorial. Con casi 8 millones de hectáreas sembradas con tecnología de precisión, la Argentina tiene el segundo lugar entre los países más tecnificados del mundo para la producción de granos. “Mediante el desarrollo electrónico y las herramientas de alta complejidad que se aplican a máquinas agrícolas, se transforma a la industria argentina en un mercado competitivo frente a los mercados del mundo que demandan máquinas inteligentes”, dijo a INTAinforma Mario Bragachini, coordinador del Proyecto Agricultura de Precisión y Máquinas Precisas del Instituto. Con el foco en la eficiencia y el control de los procesos, del 17 al 19 de julio, en Manfredi –Córdoba–, el Curso Internacional de Agricultura de Precisión y Expo de Máquinas Precisas, el evento más grande en esa temática a nivel mundial, ofrecerá su duodécima edición. La propuesta del INTA es que el sistema agropecuario sea sustentable e incorpore el agregado de valor. En este sentido, uno de los aspectos impulsados desde la generación y el uso de prácticas de agricultura de precisión y de la disponibilidad de información georeferenciada es la trazabilidad de los procesos y productos agropecuarios, mediante la gestión de precisión. “No es lo mismo tener un producto diferenciado desde origen, con certificación en un proceso trazado y con control de calidad y gestión que producir commodities”, afirmó Bragachini. Inicialmente, el concepto de agricultura de precisión en la Argentina se refirió al “manejo de insumos variables por ambientes y de datos extraídos del lote”, comentó Andrés Méndez, del INTA Manfredi. Luego incluyó a los equipos adaptados a cada situación de campo y al control y medición de la eficiencia de las máquinas. “Siguieron los desarrollos de software, con inteligencia precargada a la máquina, para que tome decisiones sin depender del operario, con alta eficiencia del trabajo y trazabilidad de los procesos, para lograr materia prima diferenciada”, detalló. Mediante el uso de un chip y con la ayuda de un aparato de lectura, un fardo puede proporcionar información acerca de su procedencia –no sólo la zona, sino las coordenadas que permiten establecer exactamente de dónde salió–, el día en que se armó y su contenido de humedad. Estos datos son útiles para definir hacia qué proceso productivo se destinará. Aunque todavía con poco grado de implementación, la tecnología para el trazado ya está en la Argentina. Según Bragachini, lo que falta para su masificación es “que el productor pase la tranquera y sea partícipe de un proceso de generar alimentos y no commodities”. En la misma línea, durante sus tres jornadas, el 12º Curso de Agricultura de Precisión ofrecerá charlas sobre las buenas prácticas del manejo de agroquímicos para áreas urbanas y periurbanas. “A lo mejor tenés un producto inocuo pero fuiste un desastre en gestión ambiental: no hiciste rotaciones, no pusiste fertilizantes, bajaste la fertilidad del lote, pusiste mucho agroquímico”, sostuvo Bragachini. En ese caso, el resultado no se diferencia, pero sí la gestión, por lo cual advirtió que “una cosa es certificar el producto y otra cosa es certificar el proceso”. Una tendencia que crece y genera empleo si se tiene en cuenta, como indicador, la venta de equipamiento de agricultura de precisión, la Argentina muestra niveles de adopción que explican su liderazgo mundial. Los monitores de rendimiento y los de siembra, los banderilleros satelitales y los equipos de dosificación variable de fertilizantes líquidos son las herramientas que más extendieron su adopción, especialmente en los últimos 6 años. Alrededor de esta industria, que otorga mayores capacidades tecnológicas al sector agroalimentario, se generan 85.000 puestos laborales en diferentes etapas del proceso. “La maquinaria agrícola argentina emple
Curso sobre Agricultura de Precisión para producores en el INTA
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