Ha llenado sinfines de debates en libros, películas y obras de arte desde que el mundo es mundo. E incluso todavía hoy, nos preguntamos si en eso de la infidelidad, lo son más ellos o ellas. Pero a pesar de los datos y las cifras publicadas cada año, el eterno debate sigue, y seguirá estando presente. Tal como relata a ELMUNDO.es la psicóloga Rosa Collado Carrascosa, especialista en sexología y psicoterapia integradora del centro madrileño de psicología Álava Reyes, a principios de los años 90, diferentes estudios realizados en Estados Unidos y publicados en algunas de las revistas científicas más famosas recogían que el 37% de los hombres casados y el 29% de las mujeres casadas eran infieles.
En nuestro país, y según la última encuesta del CIS (2008), sobre actitudes y prácticas sexuales, el 20% de los españoles, tanto hombres como mujeres, ha tenido alguna relación sexual con alguien diferente a su pareja. Otras encuestas más recientes, apunta la especialista, como la que realizó la empresa Sondea a principios de 2012 aseguraba que un tercio de las parejas ha sido infiel alguna vez en su vida, siendo los datos casi idénticos para hombres y mujeres. Además, según este estudio, si tuvieran la total seguridad que sus parejas nunca lo supieran, el 50% de los hombres y el 40% de las mujeres serían infieles. En general, «las estadísticas cuentan que el 60% de los hombres y el 40% de las mujeres son infieles», mantiene Collado.
Perdonar o no perdonar
Pero esto no es cuestión de cifras y datos, sino de algo que va mucho más allá: ¿Estamos preparados para soportar una infidelidad? O visto de otro modo, ¿está el ser humano dispuesto a perdonar para siempre?
Perdonar o no una traición, asegura esta especialista en psicología, dependerá de la persona y del tipo de relación que exista. «En el caso de las personas que deciden perdonar -pero no olvidar- la infidelidad suele ser un arma arrojadiza, muy frecuente en las discusiones, que puede desgastar todavía más la relación».
Así, una infidelidad suele ser un intento disfuncional para estabilizar la pareja y confesarlo puede favorecer la posibilidad de arreglar los problemas y forzar cambios positivos. Desde luego, asevera, confesar o no, ambos, presentan riesgos. Eso sí, «si se engañó por amor, es decir, si se está comprometido en una relación extramatrimonial apasionada, que no tiene fin a la vista y que parece más fuerte que la oficial, es bastante improbable que el matrimonio o el noviazgo puedan sobrevivir», afirma.
Existen diferentes motivos que llevan finalmente a asumir los riesgos de confesar una traición, según enumera Collado: culpabilidad y no poder vivir con la carga que supone para uno mismo el haber fallado a la pareja; por miedo a ser descubierto; o por poner las cartas sobre la mesa y hacer así patente una dificultad constante dentro de la relación y que ese momento crítico sirva como un punto cero para iniciar la superación de la crisis. Otro motivo es para poder ponerse en situación de víctima frente a la pareja y así manipularla emocionalmente para que nos vea como persona merecedora de ayuda por la falta de autocontrol y así obtener el perdón y el apoyo para no repetirlo -sin asumir el compromiso de la fidelidad-.
Otras veces, «el sentimiento de sentirse traicionado destruye la confianza y la seguridad que se sentía hacia la pareja, produciendo un aumento de sentimientos de tristeza, hostilidad, inseguridad personal, desconfianza y ansiedad, que llevan al ofendido a buscar en cualquier sitio comprobaciones de la infidelidad finalizada. Hacen además, que el traicionado se compare constantemente con el supuesto amante en detrimento de su propia valía, y puede generar actos violentos, de control del otro, o de despecho -incluso una infidelidad por el lastimado-«, mantiene. Cuando esto ocurre la consecuencia más frecuente es la separación o el alejamiento de la pareja.
¿Cómo enfrentarse a ella?
Cuando se quiere luchar aún por la relación
Lo primero que hay que tener claro en esta opción es si existen soluciones posibles para afrontar la situación y superar la crisis. Para ello hay que estar dispuestos a comunicarse abiertamente con la pareja, hay que valorar si se cuenta o no la infidelidad. «La primera pregunta que debe hacerse es: ¿Qué se espera lograr con la confesión? Muchas parejas vuelan por los aires no por el descubrimiento de un ‘affaire’ sino por ocultarlo. Cuando se mantiene en secreto el desliz, se traiciona la intimidad de la pareja que tiende a derretirse por dentro y desmoronarse», expone.
También es muy importante, analizar los motivos por los que se puede sentir infelicidad en la relación, abandonar el papel de víctima y asumir el porcentaje de responsabilidad que corresponda- «generalmente, pensamos que la persona infiel es la única culpable y, sin embargo, la infidelidad es el resultado de la crisis de una pareja»-. Se debe también reflexionar sobre aquellas razones de la relación todavía sólidas y valorar hasta qué punto por un ‘affaire’ transitorio merece la pena perder lo conseguido con la pareja a lo largo del tiempo.
Cuando se decide romper la relación
Se deben plantear dos cosas para salir a flote después de un choque emocional como este, tal y como aconseja la experta: «Aceptar la realidad tal y como es, sin autoengañarnos. Y llegar a acuerdos con tu ex pareja para resolver la logística diaria cuanto antes e incluir actividades sociales y lúdicas para salir de la situación con el apoyo de tu entorno y volver a darle normalidad a tu vida».
En definitiva, volver a recuperar tu autoestima y saber que de cara a futuras relaciones, sólo podemos decidir por nosotros mismos. «Sólo podemos decidir nuestra fidelidad y no la del otro». Lo máximo que puedes hacer, insiste, es cuidar la relación haciéndolo lo mejor que sabes y ahí radica tu responsabilidad. Lo que haga la otra persona solo depende de ella. Por tanto, lo importante, y lo mejor para uno mismo de cara a nuevas y futuras relaciones, según concluye Collado, es precisamente “dejar de preocuparse por esto”.
Fuente > http://www.elmundo.es/elmundosalud/2013/08/16/noticias/1376656924.html