La obsesión del Central por los dólares que pierde a través del uso de las tarjetas de crédito fuera del país promete sobrevivir algún tiempo más. No alcanzaron, al menos hasta ahora, las enormes trabas que impuso en las últimas semanas para atenuar la fuga por esta vía, con cartas intimidatorias a bancos y particulares, la presión a las principales operadoras de plásticos para que limitaran las extracciones, o el cruce de datos que hace con Migraciones para corroborar la salida del país de quienes sacan dinero de cajeros.
Las propias cifras oficiales ya empezaron a mostrar que, sobre el final de mayo, la cantidad de dólares que prestan los bancos a usuarios de tarjetas volvió a repuntar: el stock había insinuado un retroceso en los primeros días del mes, pero recobró fuerza en la última quincena, con un aumento del 15%, y cerró en los u$s 500 millones, un nivel muy cercano al récord del 3 de mayo (u$s 520 millones).
Hace apenas un mes el Central intimó por carta a los argentinos que durante 2012 habían sacado más de u$s 5.000 de cajeros, y pidió explicaciones a una docena de bancos en los que detectó extracciones por más de u$s 10.000 en el primer trimestre del año. Sólo unos días después, además, pidió a Visa y Mastercard que redujeran a u$s 50 por mes el límite para este instrumento en países limítrofes.
Pero así y todo, parece, el uso del plástico se siguió extendiendo, con el mismo ritmo que tomó en octubre de 2011, cuando desembarcó el cepo cambiario. No sólo porque quedó como una de las pocas vías legales posibles para realizar gastos fuera del país, sino porque permite acceder a un dólar de $ 6,40 que resulta más accesible que el que piden los cueveros. Esta brecha, visiblemente ventajosa, es la que señalan los operadores que hacen circular versiones que indican que el Gobierno evaluaría volver a incrementar el recargo para compras en el exterior, para poner al «dólar tarjeta» más cerca del blue (a $ 6,80 ó $ 7,40).
Por: Ignacio Olivera Doll para http://www.ambito.com