Relato de un periodista sobre ataque del Talibán

Relato de un periodista sobre ataque del Talibán

Por RAHIM FAIEZ

Associated Press

KABUL, Afganistán — En un momento estaba de pie en una zona tranquila, segura y fuertemente custodiada, y un minuto después me encontraba en un campo de batalla.

Eran las 6:30 de la mañana (0200 GMT), y esperaba junto con otros 20 periodistas a un escolta para que nos llevara al palacio a escuchar un discurso del presidente Hamid Karzai. Era una tarea de rutina para los periodistas de Kabul, y el complejo presidencial es un oasis pintoresco y tranquilo con árboles de pino en mi caótica ciudad natal.

De repente, vi a cuatro hombres armados saltar de su vehículo. Se arrodillaron y comenzaron a disparar. Dos de ellos dispararon a los guardias de seguridad del palacio presidencial estacionados en un puesto de control. Los otros dos apuntaron sus armas hacia el Hotel Ariana, donde se sabe que la CIA tiene una oficina.

No sabía qué hacer. Las balas volaban por todas partes. Los disparos provenían de diferentes direcciones. En realidad, nadie sabía quiénes eran los atacantes y quiénes las fuerzas de seguridad, porque ambas partes llevaban uniformes similares.

Al principio pensé que se debía a un ataque interno o a una discusión entre los guardias de seguridad. No podía creer que los combatientes talibanes hubieran podido llegar tan lejos en el complejo presidencial y atravesado dos puestos de control. Después de un minuto, me di cuenta de que los atacantes debían ser talibanes, porque disparaban en varias direcciones.

Caí al suelo y mantuve la cabeza agachada, preguntándome, ¿qué debo hacer? Miré a mi alrededor para tratar de encontrar un lugar donde refugiarme y llamar a mi oficina, para reportar la noticia lo más rápido posible.

Sin embargo, mis pensamientos se centraron en mis hijos pequeños: mi hijo de casi 6 años, Mohammad Akmal, y mis dos hijas, Hadia, de 4, y Muqadasa, de sólo 15 meses.

Otros periodistas se refugiaron detrás de una camioneta deportiva blindada utilizada por una cadena de televisión estadounidense. Algunos otros se ocultaron en una zanja.

Vi un pequeño santuario blanco cerca, me arrastré unos 10 a 15 metros y luego corrí tan rápido como pude hacia la pared de la estructura. Vi sangre en mi ropa, pero estaba seguro de que no me habían disparado. Más tarde me di cuenta de que tenía arañazos en los brazos y las rodillas por arrastrar mi cuerpo por el suelo.

Finalmente llegué a la pared y pensé que allí estaba lo suficientemente seguro como para tomar el teléfono móvil y llamar a la oficina.

Sin aliento y asustado, le grité por teléfono a un colega: «David, los atacantes están dentro y hay un tiroteo». Él se sorprendió.

Granadas y cohetes estallaban en el fondo y se escuchaban disparos de armas automáticas. Mi colega me preguntó: «¿Estás a salvo, Rahim? ¿Estás bien?» Contesté que estaba bien, aunque no del todo.

Luego me las arreglé para respirar profundamente y comencé a reportar mientras la batalla continuaba en el fondo.

La mayoría de los periodistas se refugiaron conmigo en el mismo lugar.

Mirando hacia fuera, vimos a un niño pequeño, de unos seis años, vestido con un uniforme escolar y corriendo hacia nosotros. Era tan valiente; no lloró, pero por supuesto estaba muy asustado.

Lo tomamos y lo pusimos detrás de la pared. No sabía cómo llamar a sus padres, pero uno de los periodistas tenía el número del director de su escuela, ubicada cerca de donde nos encontrábamos. Llamó y le dijo al director que uno de sus estudiantes estaba con nosotros y a salvo.

Quería salir de detrás de la pared y tomar algunas fotos con mi teléfono celular. Pero las balas seguían viniendo y no tuve oportunidad. Todos queríamos salir de nuestra precaria posición, pero los guardias de seguridad de la otra puerta, a unos 50 metros de distancia, no dejaban de gritar que nos quedáramos allí. De lo contrario nos podrían haber disparado desde el edificio de la CIA porque los guardias no sabrían quiénes éramos.

Nos escondimos detrás de esa pared durante aproximadamente una hora hasta que el tiroteo amainó finalmente. Durante ese tiempo, mi padre me llamó dos veces. Le mentí, diciéndole que estaba más lejos de la batalla de lo que realmente me encontraba.

Llegaron más guardias a la zona, primero para asegurarla y luego para sacarnos uno por uno. Para entonces, nos enteramos después, habían muerto ocho atacantes y tres guardias.

Pero en ese momento no estaba seguro de que hubiera otros atacantes escondidos cerca. Me sentí seguro cuando finalmente me alejé de la zona. Llamé a mi padre y le dije que iba rumbo a la oficina y que no se preocupara.

NOTA DEL EDITOR: Rahim Faiez, corresponsal de The Associated Press en Afganistán desde enero de 2002, se encontraba en una zona de seguridad afuera del recinto presidencial afgano fuertemente custodiado en Kabul. Se Esperaba un escolta que lo llevara al palacio para cubrir un discurso del presidente Hamid Karzai cuando quedó atrapado el martes en un ataque talibán. Este es su relato.
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