Es como tener la máquina de hacer billetes. O la entronización del nuevo patrón oro: el poder de cómputo. No faltan quienes lo ven como un pasatiempo de adolescentes geek.
Es como tener la máquina de hacer billetes. O la entronización del nuevo patrón oro: el poder de cómputo. No faltan quienes lo ven como un pasatiempo de adolescentes geek, o la conversión techie tardía de financistas que ven llegar nuevamente un tren al que subirse. También están los que encuentran en este modelo características de la sociedad que viene: colaborativa pero anónima, organizada aunque descentralizada y con una forma de democracia directa basada en el conocimiento.
Son las criptomonedas -la más famosa es el bitcoin- y explicar de qué se trata y cómo funcionan es todo un desafío. «A mi vieja no le puedo decir que estoy hasheando. Le dije que la placa de video hace un cálculo y me pagan por eso», intenta Emmanuel Ortiz, de 22 años, que estudia ingeniería electromecánica en Rosario. Él es conocido en la activa comunidad argentina del bitcoin, donde habría un centenar de «mineros» -personas que «producen» la moneda- y más de 2000 usando este dinero como forma de ahorro o medio de intercambio.
Ese mundo, hasta ahora limitado a algunos grupos de Facebook, listas de mails y reuniones periódicas cada vez más numerosas, empieza a emerger y hacerse notar.
«Queremos promover el uso de monedas digitales e ir construyendo un marco legal y de asesoramiento basado en la legislación local», dijo Diego Gutiérrez Zaldívar, cofundador de la Fundación Bitcoin Argentina, aún en formación. Tiene 38 años, es dueño de una empresa de software y hace 20 que es emprendedor digital.
«En la comunidad de bitcoiners, hay gente de todas las edades, desde adolescentes hasta profesionales de 60 y pico. Tenés, obviamente, los geek que naturalmente caerían en esto, están los economistas que lo ven como un experimento en vivo de muchas de sus teorías, hay gente que viene de las finanzas con una óptica especulativa, y te encontrás con personas corrientes que ven en el bitcoin soluciones a problemáticas cotidianas. Por ejemplo, en la última reunión se acercó un joven a preguntar cómo hacer para enviarle dinero desde la Argentina, no sólo saltándose el cepo, sino también las altas comisiones que cobran las empresas que hacen esas transacciones», contó Gutiérrez Zaldívar, que está tratando de exportar la idea de la fundación a Chile y Uruguay.
Las monedas digitales no tienen, lógicamente, entidad física, se consiguen comprándolas y guardándolas en una billetera virtual ad hoc , o «minándolas» (aportando poder de cómputo a la Red) y, lo más importante, pueden cambiarse por dólares o euros. Al principio, nadie les dio mucha importancia. Luego, varios gobiernos -ninguno de los cuales controla su emisión- advirtieron sobre el riesgo de que sean usadas para actos criminales. No poca gente ya hizo algún dinero apostando a lo virtual, mucha otra ve con desconfianza el futuro de estas divisas y la gran mayoría ni siquiera sabe que existen.
«Minar», como si se estuviera buscando oro, implica en este caso conectar una computadora (con algunas puntuales exigencias técnicas) a la red de la moneda y aportar ese poder de cómputo (con el desgaste y el consumo de electricidad que implican) para la existencia misma del sistema. Cuanto más potente la máquina, más «monedas» se encuentran. Pero no hace falta ser «minero» para usar bitcoin, que puede comprarse personalmente (acordando una cita en un lugar con conexión a Internet) o electrónicamente. «Al principio no te creen. «¿Cómo vas a generar plata de la nada?», te dicen. Pero después, cuando ven que es verdad, te preguntan cómo sumarse. Así me pasó con mi mamá, que ahora también quiere invertir», contó Nicolás Manzanos, que vive en Lanús, tiene 19 años y estudia seguridad informática.
«Me metí en 2011, pero al mes lo dejé. Volví este año, con la subida del precio y desde febrero soy «minero» activo. Uso la PC que tenía para videojuegos, la adapté con más placas de video y ahora la uso para «minar» durante 16 horas, de noche y cuando no estoy trabajando ni estudiando. Invertí 3000 pesos y ya los recuperé», relató. En efecto, en marzo pasado, el bitcoin superó los 200 dólares.
Los «mineros» no trabajan solos, sino que forman pools que producen la moneda y, en proporción a la capacidad de cómputo aportada, asignan lo que a cada uno le corresponde. Ese dinero puede ser transferido a la billetera, y desde allí vendido en sitios de cambio (que permiten comprar y vender las monedas virtuales pagando con otras también digitales o con monedas de países). Sin embargo, no hay forma de ingresar fácilmente esas divisas en la Argentina. «Cuando tenés dólares o euros, los podés depositar en una cuenta en PayPal, que te cobra 5,4% de impuestos norteamericanos. Y con ese dinero comprás cosas en el exterior, generalmente hardware que acá no se consigue», explicó Ortiz, que ahora tiene 900 dólares en su billetera de bitcoin.
Iván Derlich tiene 27 años, es mendocino, trabaja en el negocio familiar y acaba de dejar ingeniería industrial para pasarse a la ingeniería informática. «Mi relación con el bitcoin es más emocional que lucrativa. No soy «minero», sólo soy un distribuidor en Mendoza. Siento que esto es más que un negocio, es la defensa de una causa justa, ésa es mi principal fuente de motivación.»
«No tenés que estar lidiando con los problemas del Estado, no vas a comprar el pan, pero te salva mucho tener un ahorro en una moneda estable que tiende a apreciarse», dijo Ortiz, que conoció la moneda cuando experimentaba haciendo overclocking con nitrógeno líquido (básicamente buscar más altos rendimientos de cómputo con el agregado de ese químico). «Me compré una compu bastante cara y buena, y en los foros en los que organizábamos competencias de esto surgió lo de la «minería». Me pasé tres días leyendo de qué se trataba, empecé a «minar» y a vender. Al principio vendía baratísimo; hasta que aprendí, perdí de ganar como 100.000 pesos por no esperar. Aprendí mucho de economía y finanzas, del comportamiento del precio, de quién compra y para qué sirve», contó. «Para ahorrar es muy bueno porque aunque el bitcoin no se revalúe, el que se devalúa es el peso», puntualizó Manzanos, de Lanús.
«Más allá de saltear la prohibición de acceder a dólares, es mucho más rentable «minar»en la Argentina por el precio de la energía [que está subsidiado y es más barato que en el resto del mundo]. El problema está en conseguir el hardware para «minar»», agregó Ortiz. Según Gutiérrez Zaldívar, «hay algunas experiencias de negocios que aceptan el pago en bitcoin y facturan en pesos, pagan los impuestos y asumen el riesgo de que la moneda tenga alguna variación». Así, el restaurante El Histórico de San Telmo o el sitio bitpagos.net , que está desarrollando el mercado horizontal de la hotelería pensando sobre todo en extranjeros, están empezando a introducir estos servicios.
«Yo tengo un local comercial y no me molestaría que alguien me compre en bitcoin. El problema es que yo tengo que hacer una factura y… ¿qué le facturo?», se preguntó Iván Tello, que vive en la Capital, tiene 26 años y hace un año y medio puso varias máquinas a minar , ahorra en bitcoin y LiteCoin (otra moneda virtual), compra y vende. Además, tiene una empresa textil, hasta ahora su principal actividad. «No es para nada complicado, está todo en Internet, cualquiera lee, aprende y después está en su maña lo que pueda sacar. Además es anónimo, que es el fuerte de esto», opinó.
En efecto, en las transacciones no hay datos personales de ninguna naturaleza. Tello cree que detrás del bitcoin hay un cambio de paradigma. «Estamos hablando de que utilizamos billetes o formas de gobierno superantiguas, que ya pasaron de moda y no van más. La gente avanzó, la tecnología avanzó, y, sin embargo, seguimos basados en sistemas arcaicos», afirmó, y reconoció su adhesión al incipiente Partido de la Red, una fuerza política en formación. «El bitcoin es un derecho que tenemos – coincidió Ortiz, desde Rosario-, no tiene que estar regulado ni nadie tiene que inflar nuestra moneda como le está pasando al peso».