En la década del ’70 un caso de tintes paranormales desconcertó a los especialistas en Estados Unidos. Una madre de cuatro hijos era violada regularmente en su casa por una entidad sobrenatural e invisible.
Carla Moran, una madre viuda de cuatro hijos que residía en la localidad californiana de Culver City, en Estados Unidos, se presentó un día de 1974 ante un equipo de expertos del laboratorio de parapsicología de la Universidad de California. El motivo de la visita de la angustiada mujer no era baladí: les aseguró a los expertos que casi todas las noches una entidad invisible la violaba en su propio dormitorio.
La primera reacción de los parapsicólogos fue atribuir los ataques a un supuesto “desorden mental” de la mujer. Pensaron que su relato era sólo una construcción imaginaria producto de complejas exteriorizaciones y percepciones gatilladas por algún trastorno o trauma psicológico. Las opiniones de los expertos, sin embargo, no fueron tan concluyentes cuando la examinaron físicamente: la mujer presentaba recientes magulladuras en sus piernas, arañazos en el cuerpo, mordidas y varias lesiones en la zona genital.
El doctor Barry Taff, jefe del equipo de expertos y quien estaba al tanto que desde la antigüedad había un registro de agresiones sexuales atribuidas a entidades invisibles demoníacas llamadas íncubos y súcubos, no sólo entrevistó en profundidad a Carla Moran, sino que también a sus hijos y a algunos vecinos. Éstos le confesaron que también habían sido testigos de los extraños fenómenos causados por el invisible atacante, que desde ese momento comenzó a ser llamado “el ente”. El hijo mayor de Carla Moran, quien entonces tenía 16 años, relató de hecho que una vez oyó a su madre llorar y fue al dormitorio. Allí vio cómo algo zarandeaba a su madre en la cama pero, cuando se acercó a ayudarla, algo le golpeó en la cabeza y lo lanzó violentamente hacia atrás. El adolescente terminó con un brazo roto.
Un grupo de expertos, entre los cuales se contaba el propio doctor Raff y el hipnólogo Kerry Gaynor, decidieron instalarse finalmente en el domicilio de Carla Moran a la espera de alguna prueba más concreta de la existencia de su invisible agresor. De ese modo lograron captar dos fotografías, que posteriormente dieron la vuelta al mundo, en las que aparecían reflejadas unas extrañas y enigmáticas luces que rodeaban el cuerpo de Carla.
Kerry Gaynor explicó que en la segunda visita a la casa de los Moran “empezamos a ver pequeños estallidos de luz que sucedían rápidamente. Intentamos fotografiarlos, pero sucedían demasiado rápido. Después estábamos en la cocina hablando con el hijo de 16 años de Carla cuando la puerta de un armario bajo se abrió de golpe y una cacerola salió disparada y cayó dos o tres pies más allá del armario. Yo me asomé por si hubiera algún truco o alguien escondido en el armario, pero allí no había nada. Ahí es cuando empezó todo. La mujer empezó a gritar ‘está en el dormitorio’. Nosotros corrimos hacia allá y fue cuando aparecieron las luces y tomamos las instantáneas con la Polaroid”.
El mismo hipnólogo agregó que en la tercera noche, cuando la mujer avisó que el ente estaba en la casa, una luz salió de la pared y se desplazó hasta el medio de la habitación. “Esa luz empezó a girar y a expandirse en todas direcciones. Teníamos a nueve fotógrafos profesionales distribuidos por la habitación disparando sus cámaras desde todos los ángulos. Fue increíble, ¡esa cosa flotaba en medio de la estancia y era dimensional! Es imposible falsificar algo así sin disponer de sofisticados sistemas de láser. Nosotros vimos bolas de luz. De algún modo las cámaras recogieron arcos luminosos, pero lo que nosotros vimos eran bolas de luz”.
Un ente con forma de hombre
Carla Moran siempre les aseguró a los parapsicólogos que la entidad cuando la violaba cobraba solidez y tenía la anatomía de un hombre alto y fornido, lo que fue corroborado visualmente por Gaynor. “Primero vimos como se formaba la cabeza y seguidamente los hombros. Después la luz fue descendiendo hasta que una silueta se dibujó entera. Era una luz verde-amarillenta. Cuando todo pasó, nos miramos unos a otros… No podíamos ni hablar.” El doctor Taff añadió posteriormente que “cuando la aparición se esfumó, dos jóvenes ayudantes se desmayaron y hubo que sacarlos fuera del dormitorio”.
Como los ataques continuaron produciéndose, Carla Moran se instaló posteriormente en una casa de cristal, ubicada en las dependencias de la Universidad de California, para que los expertos pudieran monitorear el siguiente ataque. No hubo que esperar mucho. En la siguiente noche el cuerpo de la mujer comenzó a retorcerse y moverse, como si alguien encima de ella la estuviera empujando y forzando. Lo extraño es que las cámaras de televisión dispuestas en el lugar no captaron nada extraño a su alrededor.
Carla Moran, finalmente, ante la infructuosa ayuda de los expertos, dejó de participar en los experimentos y se mudó a Texas en compañía de sus cuatro hijos. Los ataques persistieron, pero fueron remitiendo con cada nueva mudanza (5 en total). Al final, Carla vivió con relativa paz hasta que un cáncer le quitó la vida en julio del 2006.
El inexplicable caso de Carla Moran trascendió al público gracias a un libro escrito en 1978 por Frank de Felitta -“El caso de Doris Bither” (el nombre ficticio con que fue llamada Carla Moran)-, quien llegó a ser testigo de una de las agresiones. El mismo libro inspiró en 1982 una conocida película de terror, “El Ente”, dirigida por Sidney Furie y protagonizada por la actriz Barbara Hershey.
Tráiler de la película “El Ente”, basada en el caso de Carla Moran: