“¡Estás puesto! ¡Perdiste!”, gritó uno de los jóvenes mientras bajaba del auto que había clavado los frenos en la puerta de la casa. Carlos Atala (48) alcanzó a refugiarse detrás de su coche –que estaba subido a la vereda– y agarró un arma que tenía a mano. Uno a uno, …
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