El gobierno de Barack Obama no hizo ayer comentario alguno sobre la intervención de Cristina Kirchner en el Consejo de Seguridad, una de las piezas oratorias más duras en cuanto a reproche y crítica al gobierno norteamericano. Y siguió en silencio tras el reproche de la Presidenta a su política frente al terrorismo internacional, la censura por no haber sometido a juicio a Osama ben Laden y, en un contexto más confuso, la aquiescencia que insinuó con el financiamiento y la provisión de armas de esos grupos violentos. Esto demuestra que la relación con la Argentina está en un momento complejo, de baja intensidad en coincidencias y de alta intensidad en ruido, según fuentes oficiales del gobierno norteamericano le aseguraron a La Nación. El panorama ya existía y se confirmó tras la Asamblea de la ONU. Así, desde la mirada del Departamento de Estado, la Argentina no figura entre los países con los que existe una comprensión compartida frente a los desafíos internacionales. Incluso, Obama defendió en la ONU su estrategia contra el extremismo islámico, y ayer Cristina volvió a cuestionarlo indirectamente vía Twitter: «Nada de alianzas para atacar a nadie ni de sumarse a campañas de bombardeos aéreos, etc… etc… Mejor ni te explico los etcéteras. En fin…». Mark Jones, de la Rice University, le dijo al matutino que «La Argentina hace rato que no ocupa un papel de peso» en la estrategia de la región. Para el especialista, no es la Argentina uno de los países en los que se piensa en forma prioritaria ni que ocupe el lugar al que podría estar llamada por peso específico. La única reacción conocida a la diatriba presidencial fue el agradecimiento que le deparó Obama -«muchas gracias, su excelencia»-. Pero lo que sí generó la intervención de la Presidenta, que se excedió unos minutos en el tiempo acordado, fue un llamado de Barack a que el resto de los oradores se ciñeran a los minutos estipulados. Junto con ella, la duda sobre lo que realmente habrá entendido el norteamericano. No hay certeza de que haya accedido a la traducción al inglés, indispensable para quien no habla el español en el que se expresó la Presidenta. Cristina Kirchner de todos modos ayer se preocupó por el tema. Vía Twitter incluyó fotos y videos para demostrar que Obama tenía puestos los auriculares cuando ella habló en la ONU. También ironizó sobre las críticas que le hicieron por la firma del memorándum con Irán. En Estados Unidos saben que el podio de las Naciones Unidas suele usarse con un peso determinado para la agenda interna de los gobiernos. Es posible que ésa haya sido una de las razones que pesaron a la hora de no contestar a las críticas de la Argentina. Lo otro tiene que ver con la practicidad. Los discursos en las Naciones Unidas son muchos y la norma para Washington no es tanto responder uno por uno, sino, simplemente, «tomar nota». En su propio lenguaje, con más o menos virulencia, recogió ya reproches a tono de Brasil y Venezuela, sólo por citar algunos casos. «Las Naciones Unidas son un ámbito para expresarse», dicen diplomáticos locales, a la hora de tomar la cosa con soda. Es parte de la pasarela. Lo que no quiere decir que no se registre y que no tenga efectos. Lo que está dicho quedó dicho. No se puede desandar. Cristina Kirchner está empezando a convertirse en uno de los personajes pintorescos de la diplomacia internacional que acuden al foro de las Naciones Unidas. Otra cosa es la utilidad de eso. «Es una pena. Porque hay países que podrían estar interesados en dar el debate por la reforma de estructuras en los organismos internacionales que ella siempre defiende. Pero al poner tanto ruido la propuesta en sí misma retrocede», explicaba ayer un veterano en cuestiones de las Naciones Unidas. Un estilo y una forma que atentan contra el objetivo.
EE.UU. considera a la Argentina fuera de su agenda
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