Los antiácidos se indican para acidez excesiva, gastritis y úlcera, pues neutralizan la generación de jugos digestivos o disminuyen su secreción. Contienen sustancias que anulan a los ácidos (bicarbonato de sodio e hidróxidos de aluminio y magnesio) o que bloquean su producción (cimetidina, ranitidina, famotidina).
Efectos secundarios. Los hidróxidos de aluminio y magnesio pueden ocasionar:
- Evacuaciones frecuentes. Ambas sustancias tienen ligero efecto laxante, es decir, estimulan la movilidad intestinal.
- Diarrea. Las heces pueden tener consistencia líquida.
- Estreñimiento. En altas dosis el efecto es contrario y genera dificultad para el vaciado intestinal.
La segunda familia de fármacos produce, en raras ocasiones:
- Náuseas y mareos. Ganas de volver el estómago.
- Rash o erupción cutánea. Granitos en la piel.
- Cansancio. Fatiga sin causa aparente.
- Cefalea. Dolor de cabeza.
- Dolor articular. Malestar localizado en tobillos, rodillas, cadera, manos y muñecas.
- Hepatitis. Inflamación temporal del hígado.
- Ictericia. Coloración amarillenta de la piel porque se altera el funcionamiento del hígado y éste no filtra bien la sangre.
- Confusión mental. Aturdimiento.
- Diarrea. Evacuaciones frecuentes y de consistencia líquida.
Contraindicaciones:
- Enfermedades graves del riñón. Los hidróxidos de aluminio y magnesio se desechan por la orina y pueden ocasionar sobreesfuerzo en riñones que no son saludables.
- Cálculos renales. “Piedritas” que se forman en el riñón y vías urinarias por acumulación de minerales. No se recomienda a pacientes con este problema el uso de antiácidos con hidróxido de aluminio y magnesio, pues pueden empeorar.
- Úlcera gástrica maligna o cáncer estomacal. Son perforaciones graves del estómago y tumoraciones; cualquier antiácido sólo enmascararía los síntomas en vez de dar solución.
- Embarazo y lactancia. En algunos casos pueden emplearse estos productos, pero se requiere de aprobación médica.