Doug Sanders y Martin Alwin conforman una pareja homosexual «desde hace 23 años» y llegaron a Orlando provenientes de Ohío, donde aseguraron a Télam vivir «sin que los ojos de la sociedad» se fijen en ellos, pero afirmaron que en esta ciudad «la visión que existe sobre los gays es muy diferente». Líderes de la sociedad de «Lesbianas, Gays y Trans», Doug y Martín llegaron hoy hasta el altar público que miembros de comunidades gays y religiosas levantaron junto a familiares y amigos de las víctimas frente al gigantesco shopping Phillips Center, de Orlando, «para apoyar a los que sufren con la muerte de sus seres queridos». «Nosotros consideramos que esta matanza, por las referencias que nos dieron, la cometió un gay reprimido, que además invocaba al islamismo y estaba loco. Creo que su reacción se debió a que no sabía como mostrarle a los demás lo que realmente era», indicó Doug. Muy cerca de ellos, Blanca, madre de la asesinada Corin Collen, le mostró a Télam el nombre de su hija escrito con letras negras sobren una cartulina amarilla, sobresaliendo del resto de los nombres que en diferentes carteles con las identificaciones de las víctimas, mientras llovían sobre ellos las flores que las distintas comunidades les entregaban a todos aquellos que se acercaban a este monumento público del dolor. Sin tiempo para recordar a su «niña de 20 años», Blanca testimonió su dolor sentada en una pequeña que trajo hasta este lugar desde su casa, distante unos «dos kilómetros. Allí tengo muchos amigos gays y amigas lesbianas y no entiendo las razones por las que no los dejan vivir en paz», remarcó. Acercarse hasta el club Pulse donde se concretó la peor masacre por tiroteo en la historia de los Estados Unidos que conmovió al mundo entero el pasado domingo, es observar ese edificio donde se mezclan en su fachada el negro y el blanco dentro de una estructura de poca envergadura rodeada de policías y canales de televisión de todas partes de los Estados Unidos. Esa especie de galpón de cemento donde estalló la barbarie está situado a unas 10 cuadras del mencionado altar público, que en su ingreso posee un cartel referido a asesinos como Mateen que en inglés reza: «No olvidar. ¿Quienes son ustedes? ¿A quienes representan? Amor y no odio». A partir de allí el dolor aparece instalado en todas partes, con jóvenes que se abrazan entre sí e irrumpen en llantos desconsolados, hasta mujeres que parecen arrastrar cruces invisibles de tristeza para arrojar sobre los nombres de sus seres queridos las flores que les entregaron al ingreso, como si fuera sobre una segunda tumba. Y la fe se hace presente también con actos de solidaridad que tratan de ofrecerles consuelo a los deudos acercándoles la palabra de Dios y leyéndoles versículos de la Biblia. «Esto ocurre porque hay gente que perdió la fe y no cree en nada, pero mucho menos en si misma», le confió Francisco, un católico «practicante» de la comunidad religiosa de Orlando a Télam, mientras se inclinaba para asistir con la palabra a la desconsolada Blanca, esa mujer de unos 50 años que se había quedado sin los que más quería y no podía entender la sinrazón de tanto sufrimiento. Flores, policías, llantos, dolor, medios. Algunos comentarios poco entusiastas por el anunciado arribo para este jueves del presidente Barack Obama. Pero sobre todo el desconsuelo y la incredulidad ante lo inexplicable del ser humano.
«El asesino era un gay reprimido», aseguraron líderes de esa comunidad
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