El papa Francisco alertó hoy ante el Parlamento Europeo sobre las «consecuencias dramáticas» de la crisis económica, reivindicó la democracia y advirtió sobre los riesgos de tolerar que el mar Mediterráneo se convierta en un «gran cementerio» por el creciente flujo de indocumentados que buscan llegar al continente. En un discurso dirigido a los 500 millones de ciudadanos de los 28 estados-miembro del bloque, que no eludió bordes políticos y que arrancó repetidos aplausos de los eurodiputados, el Pontífice abordó la dignidad de los europeos, aspecto que vinculó a la necesidad de cubrir «lo mínimo necesario para vivir del trabajo». En sus palabras, pronunciadas tras ser recibido por el presidente de la Eurocámara, Martin Schulz, Francisco pidió a los legisladores que «la envejecida Europa» deje de girar en torno a la economía, ponga en el centro de sus preocupaciones la dignidad del hombre y «redescubra su alma buena», informó la agencia de noticias Europa Press. En medio de sus discurso, un grupo de seis eurodiputados de un bloque de izquierda española abandonó el recinto expresando que la Eurocámara «es una institución pública y laica» en la que «no caben sermones religiosos», según señaló Marina Albiol, vocera de Izquierda Plural, que agrupa a diversos partidos de izquierda, ecologistas y federalistas y nacionalistas. A pesar de esto el discurso fue seguido con gran expectación y Bergoglio advirtió sobre «el desprestigio creciente» de unas instituciones que son percibidas por los ciudadanos como «distantes e incluso dañinas». También envió un «mensaje de esperanza y de aliento» a todos los ciudadanos europeos al defender que el proyecto político europeo debe poner de nuevo en el centro al hombre, que está dotado de «dignidad» y «trascendencia». Fransisco aludió asimismo a la «soledad» que enferma a Europa y que, según subrayó, se agudizó por la crisis económica y trajo «consecuencias dramáticas», entre las que graficó el abandono de los ancianos y los jóvenes «sin puntos de referencia ni oportunidades para el futuro». En uno de los fragmentos más dramáticos del discurso del Pontifice, pronunciado en italiano, Fransisco hizo referencia al complejo problema de la inmigración y clamó por «no tolerar que el mar Mediterráneo se convierta en un gran cementerio», aludiendo a las centenares de muertes de inmigrantes que tratan de alcanzar las costas europeas. El tema ocupa frecuentemente la agenda política europea, particularmente después de que el pasado mes de octubre finalizó la denominada operación «Mare Nostrum» puesta en marcha por el gobierno italiano, a través del cual se rescataron 150.000 inmigrantes, mientras 330 traficantes fueron arrestados en un año. Francisco invitó luego a construir una Europa «en torno a lo sagrado de la persona» y no en torno a la «economía», al advertir sobre el riesgo que corre el ser humano si se reduce «a un mero engranaje de un mecanismo que lo trata como un simple bien de consumo para ser utilizado», y recalcó que esas consecuencias se hacen perceptibles hoy en día. En otro fragmento de corte claramente político habló contra el individualismo y la creciente tendencia hacia «una reivindicación siempre más amplia de los derechos individuales, que esconde una concepción de persona humana desligada de todo contexto social». Luego reivindicó la democracia, pidió que esta se mantenga viva como «fuerza política expresiva de los pueblos» y realizó un llamamiento a que ésta no «sea desplazada ante las presiones de intereses multinacionales no universales, que las hacen más débiles y las transforman en sistemas uniformadores de poder financiero al servicio de imperios desconocidos». Ante este panorama, el papa hizo un llamado a la esperanza basada «en la confianza de que las dificultades puedan convertirse en fuertes promotoras de unidad, para vencer todos los miedos que Europa – junto a todo el mundo – está atravesando».
El Papa Francisco pidió que el Mediterráneo no sea un cementerio para inmigrantes
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