En el mundo se gastan 302 mil millones de dólares al año por no amamantar, según un artículo de la revista científica norteamericana The Lancet, en el que evaluaron los costos económicos que genera la producción, el transporte y la comercialización de la leche de fórmula. Bajo el lema «Clave para el desarrollo sostenible», este año la Semana Mundial de la Lactancia Materna, que se realiza en más de 170 países entre el 1 y el 7 de agosto, pone el foco en el impacto ambiental positivo que produce el acto de amamantar. «Se calcula que en el mundo se gastan 302 mil millones de dólares al año por no amamantar y que se gastan otros 54 mil millones en comprar leches de fórmula», detalló a Télam, citando el artículo, la doctora Roxana Conti, médica pediatra, neonatóloga y responsable del Consultorio de Lactancia del Hospital Materno Infantil Ramón Sardá. «El gasto es enorme -añadió-. Producir leche de manera industrial requiere de mucha energía para fabricarla, genera miles de toneladas de residuos, exige la utilización de 4.000 litros de agua potable para fabricar 1 kilo de formula láctea, camiones, combustible, embalaje, entre otro montón de costos». Pero además del oneroso impacto económico y medioambiental, Conti fue categórica al afirmar el abismo a nivel biológico y nutricional que existe entre los dos tipos de leche: «Desde las propagandas pretenden hacerle creer a las madres que las dos son blancas y prácticamente lo mismo, pero los beneficios son absolutamente incomparables». «La leche materna es un alimento vivo, tiene anticuerpos que le confieren al bebé un altísimo valor inmunológico, tiene nutrientes de alta calidad específicos de la especie, mientras que la de fórmula es leche de vaca modificada por la industria», señaló Conti quien además es presidenta de la Sub comisión de Lactancia Materna de la Sociedad Argentina de Pediatría. «Cada especie necesita un crecimiento particular -abundó-. Por ejemplo, un caballo cuando nace camina enseguida. El ser humano tarda un año. En cambio, lo que sí necesita es desarrollar su sistema nervioso, su cerebro. Y sobre eso trabaja la leche materna». Tal es la importancia que en 2011 se impulsó la conformación de una Comisión Técnica Asesora en Bancos de Leche Materna. Hoy, en todo el país existen seis espacios en las provincias de Buenos Aires, Chaco, Córdoba, Mendoza, Ciudad de Buenos Aires y Neuquén. «Un banco de leche es un lugar que recibe leche de donantes sanas, que cumplen ciertos requisitos, donde se la pasteuriza y se la destina a la alimentación de bebés prematuros u hospitalizados», explicó Conti desde la Maternidad Sardá, donde el espacio funciona desde 2009. «Es un lugar que en primer lugar fomenta la lactancia materna, porque esa leche apunta a garantizar el derecho del niño prematuro de recibir leche humana: le da lo que su propia madre, por distintas razones, tal vez no puede», agregó. Entre 2011 y 2015, el Banco de Leche de la Maternidad Sardá recibió la donación de 1260 mujeres (externas como de madres cuyos hijos estuvieron internados en el mismo hospital y ofrecieron el excedente de los Centros de Lactancia), que redundó en 1635 litros. El circuito funciona de la siguiente manera: si la donante es interna, un médico firma el apto físico de la madre -serologías negativas, etc- y el sobrante del centro de lactancia del hospital se envía al banco para ser analizado y pasteurizado. Si la mujer que desea dar su leche no estuvo dentro de la institución se contacta con el lugar en forma telefónica y luego de corroborar una serie de trámites -apto médico, etc- se envía un móvil a su hogar a buscar la leche. Además, se le entrega un kit de frascos para futuras donaciones. Desde el Banco es posible destinar a cada bebé la leche que necesita según su composición: «No es lo mismo la de una mamá de un prematuro, que la de un niño en sus primeros días, que la de un bebé de un año y medio». Por la importancia de estos espacios, la especialista apuntó a fomentar la donación resaltan
En el mundo se gastan 302 mil millones de dólares al año por no amamantar
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